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Los trapos sucios se lavan en la calle

Joaquín Oristrell estrena 'Hablar', un largometraje de un solo plano en el madrileño Lavapiés

Fotograma de 'Hablar', el último largometraje de Joaquín Oristrell. / AQUÍ Y ALLÍ

Madrid

Joaquín Oristrell quería contar España tal y como la estamos descubriendo ahora: con su clientelismo, su contabilidad b, su juventud sobrecualificada y su trabajo precario. Así, los juguetes rotos de un país en crisis se dan cita en Hablar, un largometraje de 80 minutos rodado, en un solo plano, por las calles de Lavapiés, el barrio de Madrid que, aunque en plena gentrificación, se ha convertido en el escenario de muchos movimientos sociales. 

'Quería contar lo que vemos en cualquier calle de cualquier ciudad'

17:26

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El texto partió de la improvisación de los más de veinte actores que, en un principio, elegían ellos mismos qué parte de este país quebrado querían encarnar. Miguel Ángel Muñoz es un adicto a la pornografía, mientras Mercedes Sampietro es la esposa silenciosa de un político corrupto y Goya Toledo, una mujer anuncio. Lo que partió de una propuesta entre amigos, sin embargo, requeriría una importante técnica para poder ejecutarse. 

Oristrell ha grabado cuatro tomas de su Hablar, pero elegir cuál es la mejor de todas se complica cuando estas duran más de una hora; finalmente, eligió la última. Para rodar la película era preciso que los actores entraran a tiempo, muy a pesar de la exposición de la calle, y que dieran bien el texto a la primera. Melanie Olivares, que saltara a la fama gracias a la comedia Aída, es la última del reparto en aparecer  —y, por tanto, quien podría liar todo el trabajo justo al final—. También Marta Etura, Juan Diego Botto o Raúl Arévalo completan "un reparto de lujo que se comía el bocata en la calle", como cuenta el director.

El gran despliegue, con todo, recaía en el equipo técnico. Eran ellos quienes protegían la producción, durante 500 metros de paseo, de viandantes e imprevistos. También, quienes tuvieron que salir corriendo cuando se acercaba el encuadre, o echarse cuerpo a tierra en un giro copernicano de cámara. Oristrell ríe al recordarlo: "Hay quienes piensan que vuelvo a esta suerte de cine por conciencia social, pero lo he hecho para volverme joven".

 
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