¿Podríamos crear dinosaurios con vida?
Preguntamos a José Luis Sanz, catedrático en Paleontología, sobre el sueño de un parque jurásico
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Fotograma de 'Parque Jurásico' (1993), de Steven Spielberg. / UNIVERSAL
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Madrid
"En la ciencia ficción, sí", ríe el catedrático en Paleontología José Luis Sanz. En la vida real, no, aunque el profesor comparte premisa con el Spielberg de los años noventa. Algún día será posible dar vida a un dinosaurio como los de Parque Jurásico (1993) y sus secuelas, pero todavía, no. De hecho, ni siquiera los mosquitos en el ámbar ideados por Michael Crichton serían el lugar donde buscar sangre de dinosaurio. "Encontraríamos más restos en los huesos que allí", anota el académico.
'El ADN que encontráramos no valdría para crear un dinosaurio entero'
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El problema es que cualquier ADN que se extrajera de los fósiles —y de los descartados insectos— sería muy poco. Para reconstruir una sola molécula, habría que inventar una parte tan grande del código que sería imposible obtener un gen cercano al original. En la película de Spielberg, así como ocurre en el Jurassic World que se estrena hoy, se anotaba alguna idea similar; sin embargo, la ficción tapa los agujeros con ADN de otros animales. Y en la magia del cine, aquello sí funciona.
Han pasado 22 años desde que se estrenara la primera entrega de esta saga, y ya numerosas publicaciones anotaron, en su día, que Spielberg se había tomado algunas licencias científicas. Sus raptores aparecían en la pantalla más grandes de lo que lo fueron realmente y los tiranosaurios no podrían correr como lo hicieron. "En Parque Jurásico convivían animales distanciados por cientos de millones de años en la Historia", recuerda Sanz, que adora la que, hasta ahora, era una trilogía.
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Jurassic World promete ser la más fantasiosa de todas las películas, ya que el discurso de la simple recreación de dinosaurios parece superado. Mientras los tímidos primeros científicos de InGen empleaban a las ranas tratando de ser fieles a los originales —siempre en la ficción—, estos otros eligen animales como la sepia a la búsqueda de criaturas nuevas. Hasta los raptores aparecen domados.
También el tiburón blanco, viejo icono del primer Spielberg, es hoy el cebo de las fieras de un parque abierto y lleno, por primera vez, de turistas, lo que promete muchas más bajas que en otras entregas; en definitiva, el que se estrena hoy promete ser un largometraje más cercano a las reglas del cine —y de las cuartas partes— que a la ciencia.