El ser humano no es para tanto
El sueco Roy Anderssen estrena Una paloma se posó en una rama para reflexionar sobre la existencia, la ganadora de la Mostra de Venecia, que reflexiona sobre la banalidad de la propia vida
![](https://cadenaser.com/resizer/v2/QCMUNZR5ENKMJALPVLVUJTKSXQ.jpg?auth=e47ddeadb7dfc3fe8871a972da4a69a78397eb9723a9718788f04b8bcf776652&quality=70&width=650&height=365&smart=true)
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Madrid
Una de las cosas que ha propiciado el cine es elevar la existencia, ensalzar lo humano. Es como cuando uno pone el hashtag Periodismo. Todo es grandilocuente. Ese es el cine de Sorkin, de las grandes películas propagandísticas de acción. Sin embargo, el sueco Roy Andersson se propone en su cine hacer todo lo contrario. Con Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, Andersson cierra su trilogía sobre la desesperación de la vida moderna y la banalidad de la propia existencia.
A lo largo de 39 escenas o, más bien, viñetas, el director sueco retrata distintos momentos de la existencia humana. Está el deseo de una profesora de flamenco, la desesperación del hombre puntual y está la muerte. La muerte anodina, sin triunfalismos, sin mayor reflexión ni relevancia, sin esquelas y sin reseñas en los periódicos. La muerte por infarto al abrir una botella de vino, por ejemplo.
No faltan en esas viñetas algunas denuncias que su autor, proveniente de la clase obrera sueca, acomete con suma inteligencia. Convertir en homosexual al rey Carlos VII, considerado el macho alfa por los partidos de derecha y ultraderecha de Suecia, es toda una declaración de intenciones. Por no hablar de ese Quijote y Sancho nórdicos. Son los dos protagonistas de esta historia. Vendedores de artículos de broma, por los que vamos recorriendo toda esta trastienda de la desesperanza. Uno explota al otro, como la clase dominante explotó y explota a la clase dominada.
Andersson ha creado una comedia negra con muchas aristas y con una estética influida por pintores como Otto Dix y George Schozl, dos de los artistas que retrataron a su modo el hastío tras la Guerra Mundial. Sus planos amplios y su cámara fija ayudan a que esa sensación pictórica impacte más en el espectador. La cinta es heredera, por supuesto, de Bergman. También de Buñuel, de Tati y, por supuesto, del teatro del absurdo. "Y, por favor, un poco de silencio que hay gente que tiene que madrugar mañana“. Estas repetitivas y cotidianas frases, que ya son significantes vacios, parecen sacadas de Ionesco o de Beckett. Andersson cierra su trilogía sobre lo trivial y con ella abre la puerta a la reflexión existencial del espectador, que acabará alegre y deprimido a partes iguales.
![Pepa Blanes](https://s3.amazonaws.com/arc-authors/prisaradio/0b8ace6d-916d-4c1d-bba5-8ea731f7dad2.png)
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...