Vomitar la cena
En mi nombre, y en memoria de todos los demócratas antifascistas españoles a quienes su partido ofende y desprecia una y otra vez, le pido, señor González Pons, que saque sus sucias manos de nuestra tradición
Madrid
A día de hoy, nadie sabe mejor que yo lo que significa una campaña electoral. Cansancio, nervios, el tobogán emocional de las encuestas y los rumores, ahora el subidón, y un segundo después, el bajonazo. Precisamente por eso, porque este año sé muy bien en qué consiste una campaña, pienso a menudo en las cosas que se pueden, y en las que no se pueden decir.
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JAVIER JIMÉNEZ BAS
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JAVIER JIMÉNEZ BAS
El sábado pasado, por la noche, Esteban González Pons atacó a Albert Rivera por su desafortunado comentario sobre la validez de los políticos nacidos antes de 1978, reivindicando el heroísmo de quienes lucharon en la clandestinidad contra la dictadura franquista. Estuve a punto de vomitar la cena.
Después de una campaña electoral, la vida sigue, y los abuelos que desde hace cinco años se reúnen cada jueves en la Puerta del Sol, seguirán clamando contra la inconcebible postura del PP, el único partido de la derecha europea que no ha condenado públicamente el fascismo, el responsable de que en España siga habiendo más de 100.000 cadáveres en las cunetas, el culpable de que tantos españoles hayan muerto sin haber podido recuperar los de sus padres, y aguantando a cambio las ironías de Rafael Hernando sobre su interés y las subvenciones.
En campaña electoral no vale todo, porque los lugares, las palabras sagradas son inmunes al ciclo de las urnas. Por eso, en mi nombre, y en memoria de todos los demócratas antifascistas españoles a quienes su partido ofende y desprecia una y otra vez, le pido, señor González Pons, que saque sus sucias manos de nuestra tradición.