Liberté, égalité, fraternité
Esta divisa de la Revolución francesa no fue lema oficial del estado hasta hace 175 años y lo que proponen estos nuevos bárbaros es retroceder hasta la Edad Media. La pena es que no puedan hacerlo sin arrastrar a los demás.
El editorial de Carles Francino (08/01/15)
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Madrid
Han pasado apenas 24 horas, así que resulta imposible sustraerse aún al impacto del atentado de ayer en París. De entrada porque sus autores materiales continúan sueltos y está en marcha una gigantesca operación policial para echarles el guante.
Y después porque el proceso de entendimiento, de asimilación, de una barbaridad de este calibre no se consigue de la noche a la mañana. No sé si les pasa a ustedes, pero a mi me sigue rondando la pregunta de cómo personas que han nacido, que han crecido, que se han educado en países como Francia, o Reino Unido, o España... pueden hacer clic un día en su cabeza y enrolarse en las filas de quienes pretenden dinamitar, precisamente, este sistema de vida.
Y como no tengo respuesta, más allá de las obvias y en caliente, lo único que se me ocurre es que algo no funciona bien, eso seguro, en términos de educación, de distribución de la riqueza, de cohesión social, de atractivos cívicos...
Aunque al final igual resulta todo más sencillo, dramáticamente sencillo: consistiría en asumir -sin volverse loco ni aplicar medidas desproporcionadas-, que una parte muy pequeña, pero muy dañina, de nuestra propia sociedad no estará nunca por la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Al fin y al cabo, esta divisa de la Revolución Francesa no fue lema oficial del estado hasta hace 175 años y lo que proponen estos nuevos bárbaros es retroceder hasta la Edad Media. La pena es que no puedan hacerlo sin arrastrar a los demás.
