Una propina premiada con el Gordo
Ángel, portero de un edificio de Chamberí desde hace 13 años, podrá solventar todas sus deudas
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Ángel González, portero y ganador de 200.000 euros en la Lotería de Navidad.
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Madrid
Después de 13 años como portero en un edificio del madrileño Chamberí, Ángel habla de "los señores" para referirse a quienes viven en el mismo portal en el que él trabaja. Al acercarse las fiestas, uno de los vecinos le regaló una participación de diez euros; no solo a él, sino también a la asistenta de la familia, interna en la casa. Gracias a ello, este empleado de 47 años podrá librarse de las deudas provocadas por una inversión desafortunada. Sin embargo, no dejará de trabajar en su edificio ni dejará de sentir agradecimiento para quienes le ofrecieron aquella propina premiada con 200.000 euros.
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La segunda oportunidad de la lotería
Poco después de que se cantara el primer premio, el bedel escuchó a diferentes vecinos congregarse junto a la dependencia de Loterías de la calle de Zurbano: la que, a pocos pasos de la finca que cuida, había repartido 470 millones de euros en el barrio: entre ellos, los célebres 60 millones que fueron a parar a los empleados del Museo de Cera.
Ángel también supo que su hija, camarera en un restaurante de la urbanización La Moraleja, había jugado el número premiado a medias con una compañera de trabajo. Por ello, las felicitaciones no le cogieron desprevenido. Hasta que el hombre que le regaló la participación le dio la noticia: el 13.437 era, también, el número que su familia había jugado y el que habían compartido con él.
"Coged una pasta. Coged algo. ¿O queréis champán? Que abrimos la botella en un segundo", invita Ángel, al que la alegría le dura desde la tarde anterior. los viandantes, le conozcan bien o no, le dan la enhorabuena uno tras otro; a él y a otros porteros de Chamberí que eligieron el décimo premiado. Que la buena nueva volara tan rápido le sorprende, cuando él, aunque celebró con sus amigos este giro del azar, tampoco ha realizado demasiados esfuerzos por difundir la noticia.
Dado que la suerte llegó de mano de un regalo, y no del grupo de décimos que su mujer y él habían comprado, cabría interpretar este giro en la trampa como un premio del destino al trabajo bien hecho. "Si Ángel se marchara a trabajar en otro edificio, me cambiaría de casa", cuenta una de las vecinas de aquel inmueble de la calle de Zurbarán. En la calle, un escolta espera a alguna de las personalidades que vive en el edificio.
"Recuerdo cuando nos decían que tocaba y yo pensaba que no, que eso siempre le ocurría a otras personas. Ahora veo que sí", cuenta. Los impuestos que por primera vez acompañan esta victoria no alejarán al portero de cubrir las deudas que le dejó la compra de una parcela en las afueras de Madrid hace siete años, de quedarse con otro buen pellizco y de seguir animando a quien pase por su portería a disfrutar con él del premio.