¿Un dogma merece una fiesta en un estado aconfesional?

Madrid

Resulta muy difícil de explicar que un país cuya Constitución declara que “ninguna confesión tendrá carácter estatal” dedique una de sus fiestas oficiales a la Inmaculada Concepción. Hay otras, desde luego, herencia de un pasado en el que casi cada fiesta se celebraba bajo una advocación religiosa. Pero algunas de ellas trascienden ya lo religioso, como las navidades que están a punto de llegar, o compatibilizan el fervor religioso con manifestaciones de tipo cultural o artístico de impacto turístico, como la Semana Santa, capaz de congregar en las calles a ciudadanos al margen de su fe religiosa.

Pero ninguna de estas razones avalan una fiesta como la de hoy, que concierne sólo a los creyentes católicos y quizás no a todos ellos. Otras fiestas como el Corpus desaparecieron del calendario nacional hace pocos años sin gran estrépito. Y creo que lo mismo sucedería con una fiesta como la Inmaculada, con todo el respeto a quien crea en el dogma papal.