Diversión a base de golpes

Madrid

Mortadelo y Filemón ejemplifican que no hemos cambiado tanto desde que en los años sesenta el dibujante Ibáñez diera a luz a dos de sus personajes más famosos y queridos por el imaginario colectivo. Esta pareja de torpes espías han encarnado, para varias generaciones, la cutrez castiza, el costumbrismo nuestro de "si algo puede ir mal, irá a peor".

La cinta se estrena en un momento en el que este país se ha superado a sí mismo. Ya no hay ficción, ya no hay sátira sobre nosotros que nos asombre porque la realidad lo pone muy difícil. De la misma manera que Torrente ya no es esperpéntico porque la realidad es más esperpéntica que nunca. Con Mortadelo y Filemón pasa lo mismo. Seguimos riéndo con sus chapuzas, que superan, con creces, las que salen en los periódicos. Sin embargo, Mortadelo y Filemón, con sus defectos, tienen más dignidad y honor que esos de los periódicos. Por eso es tan evocador la escena del sueño glamuroso, eso a lo que siempre hemos querido aspirar, y que de un plumazo nos despertaron.

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La maestría de Javier Fesser es querer a estos personajes y tratarlos, como cualquier lector de tebeos haría. La esencia de Ibáñez está en la película y las nuevas técnicas de animación o el 3D solo están a disposición de ellos y de su pequeña aventura. El resultado es una cinta frenética, divertida, plagada de humor absurdo, juegos de palabras, guiños a la actualidad y golpes, muchos golpes. Inteligente es también las referencias cinéfilas en ese guiño a Harry Potter o a James Bond.

Fesser ha trasladado con mucho acierto el lenguaje del cómic al lenguaje cinematográfico. El movimiento y dinamismo de la cinta es, sin duda, lo más logrado, junto con el colorido despliegue de personajes. Elementos que hacen de Mortadelo y Filemón contra Jimmy el cachondo, una de las películas familiares más completas del año.