El descenso a los infiernos del disco
Dicen los estudios que el 84% de los contenidos consumidos en Internet es pirata. Un dato terrorífico que amenaza, a largo plazo, el funcionamiento de las industrias culturales. Los hábitos de consumo musical han cambiado y quién sabe si para siempre. La omnipresencia del móvil, el ritmo de la vida moderna, han condicionado los hábitos de consumo de las nuevas generaciones, generaciones, en muchos casos, de gente que jamás ha entrado en una tienda de música o que jamás ha comprado un disco.
El verano pasado visité la mayoría de tiendas de música del barrio de Malasaña (Madrid), los últimos mohicanos del negocio, tipos apasionados que se negaban a rendirse y que seguían creyendo en su negocio a pesar de que su contabilidad y sus registros les indican lo contrario. En aquellas tiendas, apenas había gente. Los tiempos dorados, aquellos en la que los jóvenes melómanos hacían la ruta del vinilo, habían pasado. “La mayoría de mis clientes tienen más de 40 años”, me contaba uno de los dueños. En aquellas tiendas apenas entraban jóvenes. Cuando en los 80 o 90 apenas entraban adultos, hoy en día el panorama ha cambiado. Son los mismos clientes con menos pelo y más años.
El negocio musical está amenazado y busca nuevas vías, nuevas fórmulas que aseguren su futuro, pero luchan contra los tiempos, tiempos que han modificado los hábitos de los consumidores y que alejan a los jóvenes de las tiendas de música. Chicos y chicas, como decíamos, que jamás han comprado un disco y que jamás lo harán. Ante este panorama el futuro de la música grabada e impresa se antoja demasiado oscuro. Las tiendas quedarán para los coleccionistas, la mayoría de ellos mayores, que se aferran a hábitos del pasado. Ante ese futuro hay muchas cosas por hacer y muy pocas opciones. Una, quizá la más importante, pasa por educar en el amor por la música. Una tarea compleja que nos atañe a todos sus amantes que debemos adquirir el compromiso de transmitir esa pasión. No tanto por salvar las tiendas o a una industria que abusó durante años de nosotros. Tampoco por los artistas millonarios o por las estrellas a las que veneramos. Nada que ver. Hay que adquirir ese compromiso por amor a la música como arte, como forma de expresión, como elemento necesario en el mundo, en la sociedad. La música debe existir y debe tener una vida digna. Quizá todo tenga que cambiar demasiado, pero hay cosas que nunca deben cambiar, cosas como el amor, la pasión y el respeto a la canción, al álbum, al artista y al disco, a los malditos discos condenados al olvido.