El Barcelona encuentra oro sin buscarlo

Ida de las semifinales de Copa. Barcelona y Real Sociedad, dos equipos atractivos de ver. Se abren los micrófonos con el ambiente del Camp Nou: no entra ningún sonido. Los técnicos prueban de nuevo pero no se escucha nada. Una y otra vez lo intentan pero no hay nada que hacer, la línea está bien. Gran parte de la afición decidió no acudir a su cita con el Barcelona (38.500 personas, la entrada más floja del año). Los motivos pueden ser muy diferentes: el precio de las entradas, el horario, el juego de los locales. Lo que sí es evidente es que este equipo ya no consigue el número de decibelios de tiempos pasados | Repasa las estadísticas del partido.

Iniesta es una de esas llaves que abre el cajón de la música azulgrana, pero si su sitio se encuentra en el banquillo es imposible contagiar al público. Una nueva ocasión en la que Martino se olvida del sutil manchego y ya de paso renuncia a su apuesta copera. Adriano, Puyol y Sergi Roberto eran merecedores de continuar su andadura en esta competición, sin embargo, su lugar también estaba entre los suplentes.

Tampoco ayuda al espectáculo el planteamiento de Arrasate: cinco atrás con tres centrales. Un puñal en el corazón ofensivo de los donostiarras, que tantas alegrías les ha dado últimamente. Su juego de contragolpe queda mermado, pero visitar al Barcelona exige sacrificios. Aún con todo, la primera ocasión llegó del bando visitante, en un disparo franco de Griezmann al que Pinto respondió con garantías.

Durante los primeros compases del partido el Barcelona le puso intención. Imantó la pelota llevándola a un lado del frente de ataque para atraer la basculación de la Real. Desde allí, los medios desplegaron el campo hasta encontrar la otra banda y servirse de la superioridad numérica. Un cuarto de hora le duró al Barcelona su propuesta. Quince minutos en los que Cesc y Alexis fallaron lo inexplicable.

Entendido el juego como algo ilusionante, los blaugranas se aburrieron muy pronto. Volvieron al juego tedioso que busca el gol por castigo, no por actitud. Encuentros en los que el Barça juega con la soga que ahorca a aquellos que no se deciden. El equipo de Martino puede buscar la portería rival pero deja los partidos muy abiertos, vulnerables ante un error de la zaga. Un compendio de asignaturas por mejorar que se tradujo en la frialdad del espectador. Desinterés o distancia con el equipo, con la presidencia... algo peligroso de cara al futuro.

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La primera parte pasó con el Barça monopolizando el balón por inercia, aunque la Real tampoco se opuso. Entre medias más acercamientos que peligro real, con una jugada de Messi que siempre acaba en gol salvo en esta ocasión. Un retrato del partido y de la intensidad propuesta. Media hora de juego que si no se explica el contexto puede pertenecer a cualquier jornada de Liga, pero que tristemente corresponde a unas semifinales de Copa. Ni el susto que protagonizó Vela en un mano a mano, ni la falta a la cruceta de Messi, tampoco la expulsión de Íñigo Martínez, ni siquiera el gol de Busquets a la salida de un córner antes del descanso, cambiaron el rictus del partido.

La reanudación no trajo nada nuevo. Si acaso evidenció aún más, el desarraigo de una Copa que no llama la atención. Tampoco entrar en su final. En el equipo vasco porque nunca se atrevió a ir directamente a por la eliminatoria, escondido entre las argucias de su técnico. En los locales responde más a una sintomatología acusada en ciertas fechas repetidas del curso. La ausencia de un líder que conduzca al equipo y a la afición. Un individuo por el que alzar la voz. Con Messi en horas bajas, falta una figura paterna, alguien que tome la responsabilidad. Pep Guardiola lo fue en su día, Messi lo ha sido siempre. Pero el trono está cogiendo polvo.

Contra diez el Barcelona se conformó. Sabía que podía sentenciar la eliminatoria pero prefirió sentarse a esperar que llegaran los frutos sin cosecharlos con el mimo necesario. La Real renunció a buscar la portería de Pinto, ya tenía suficiente con aguantar el resultado. En estas condiciones llegó el mayor sobresalto del partido. Un pase al hueco que Alexis mandó al palo. Hasta ahí lo normal, algo habitual. Pero el desenlace terminó con Elustondo despejando sin sentido contra su propio portero para que el balón se alojara en la meta. Nadie presionaba en esa acción. Y el Barcelona encontró el premio sin buscarlo.

Con dos goles de diferencia, el equipo catalán decidió priorizar esfuerzos. Siguió acercándose pero sin la convicción del equipo que quiere ser finalista, que quiere la gloria. Xavi, Messi y sobre todo Pedro buscaron zanjar la salida a San Sebastián como un trámite, pero no lo consiguieron. Mezcla de mala fortuna y justicia. Con un jugador más y el estilo desplegado hubiera sido demasiado castigo, incluso para una Real rácana.

El Barcelona dio la impresión de fichar un día más en la oficina. La final parece encarrilada a ser un nuevo clásico contra el Madrid. Pero si su objetivo es competir en este partido y, más importante, reconciliarse con su público, debería pensar en grande. Dejar de especular y buscar la excelencia, porque solo ésta es la que le ha convertido en el equipo de referencia del fútbol español.

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