Cuando dos tenistas viscerales se juntan
En el segundo set el partido se iguala, Youznhy encuentra la forma de atacar la bola y hacer daño al rival, eso es obligarle a jugar una pelota más. Su revés se convierte en un cuchillo jamonero y su bola bota y apenas levanta el vuelo. Pero el cabreo sigue ahí, igual que sus problemas con el saque. Ace-doble falta-ace-doble falta-berrido-ánimos en ruso desde la grada (aunque eso es una suposición dado nuestro nivel de ruso), ese es patrón del partido.
Tomic, que lo tiene todo encarrilado para ganar, se embarulla y se contagia de lo visceral de su rival. Youzhny empieza a sonreír, pero acto seguido pega un grito enorme. Salva varias bolas de break y acaba ganando el segundo set. La pista se llena, el nivel del partido es alto y al estar casi en familia aun lo parece más.
Youzhny y su cabreo están jugando mejor que nunca, Tomic en cambio pasa de tenerlo ganado a estar fuera del partido. Sin gestos, sin muecas, el australiano cede su saque y empieza 2-0 abajo el set definitivo. El ruso saca para ponerse 3-0 y acariciar la victoria, pero no mete un saque, hace dos dobles faltas y acaba perdiendo el saque.
De camino a su silla se para, reflexiona medio segundo, y atiza un raquetazo brutal a la red. El árbitro no se sorprende. Dos segundos después pasa Tomic, que debería estar contento por la rotura, sin avisar cambia la empuñadura y revienta su raqueta contra la red. El público rompe a aplaudir a los dos jugadores.
Dos juegos después, con 4-1, Bernard se mira, se toca, echa la mano a su rival y se retira. La montaña rusa del partido llega a su final, a su punto más bajo. Uno se va cabreado y ganador, el otro, perdedor, casi ni se inmuta.
