La maldición de Andy Murray
El tenista escocés, que nunca ha ganado un título en arcilla, no jugará Roland Garros por una lesión y pierde una nueva oportunidad de redimirse en tierra
El caso de Andy Murray es único en el tenis, es la historia de un jugador que jamás ha logrado acostumbrarse a la tierra batida pese a los continuos esfuerzos puestos en ello. La historia de Murray con la tierra vivió la semana pasada su episodio más duro con el abandono en el torneo de Roma y el posterior anuncio de renuncia a Roland Garros.
La relación de Murray con la tierra arranca en Barcelona, en la Academia Sánchez – Casal que ambos exjugadores regentan. Aún en época de formación y muy verde, el adolescente Murray empezó a mezclarse con la tierra, la misma que sería años después uno de sus grandes problemas.
El joven Murray tenía un tenis consistente, sólido, de peloteos largos, con golpes menos definidos que en la actualidad. Todo era perfecto para jugar en la pista rojiza, sin embargo las cosas no fueron como se esperaban. Hubo un partido que en particular hizo mucho daño al de Dunblane. Barcelona, 2006, segunda ronda. Con apenas 18 años Murray gana el primer set a David Ferrer y dispone de opciones para llevarse el partido. En el tie break el alicantino da la vuelta al choque y machaca a Murray en el tercer set. Un derrota en ‘casa’, para lo que llevaba años entrenándose.
Justo ahí empiezan los mejores años de Andy Murray que paradójicamente conviven con sus peores desempeños en tierra. El espigado tenista explota en 2012, juega la final de Wimbledon, gana el oro olímpico y logra su primer ‘Grand Slam’. En ese mismo curso cae en cuartos en Mónaco, no juega por lesión en Madrid y es apeado por Gasquet en tercera ronda de Roma. En cuartos de París, otra vez Ferrer le aparta de repetir semifinales. Un rendimiento similar al de este año, con la salvedad de que no estará en París. La historia de Murray con la tierra sigue sin funcionar.