Una socióloga revela algunos de los caprichos más locos que los millonarios piden a sus criados: "Es una manera de asentar su dominación"

Madrid

Alizée Delpierre ha pasado años investigando la relación entre los millonarios y su servicio doméstico, un vínculo en el que los empleados se sienten permanentemente en deuda con sus jefes debido a los regalos exclusivos y los altos sueldos que reciben. Esto provoca que dediquen prácticamente todo su tiempo a estar al servicio de sus superiores, quienes, además, refuerzan continuamente su posición de dominio, en especial a través de todo tipo de excentricidades.

En una entrevista con Javier del Pino en A vivir que son dos días, la socióloga francesa, autora del libro Servir a los ricos, ha relatado algunos de los caprichos más llamativos de estos millonarios, los cuales constituyen "una vez más una manera de asentar su dominación, llevando al extremo los deseos y las órdenes que dan a los criados para demostrar que, por su capital económico y posición social, tienen derecho a acceder a este tipo de excentricidades".

Delpierre explica que algunos encargos, aunque sorprendentes, sí conllevan una gran responsabilidad, como es el caso de "el guarda de los rosales, un hombre contratado únicamente para cuidar de una inmensa rosaleda". La socióloga reconoce que este "es un trabajo importante porque él los poda periódicamente y se encarga de hablarles y cantarles canciones". Según relata, la persona que decidió contratar a este empleado "es un apasionado de la botánica y lee muchos libros que explican que hay que hablarles a las plantas para que estén a gusto. Esto es algo muy serio para él, cree realmente en ello, y la persona contratada también es un apasionado de las plantas".

Fuegos artificiales cada noche

Sin embargo, hay otros trabajos que resultan mucho menos justificables. "Por ejemplo, me encontré con criados que me contaron que todas las noches tenían que cantar nanas a sus jefes", reconoce Delpierre. "También conocí a una familia que quería que sus criados les organizaran fuegos artificiales en el jardín cada noche para verlos desde el balcón. Al final, es gente que tiene mucho dinero, porque el coste de lanzar fuegos artificiales todas las noches, que ni siquiera duraban 30 minutos, era altísimo".

La socióloga francesa añade que esta familia "vivía en un castillo en el centro de Francia, en un pueblo rural con muy pocos habitantes alrededor. Por ello, en su mansión tenían un balcón grande y podían permitirse poner fuegos artificiales". De hecho, su poder económico era tal que "negociaron con el alcalde del pueblo más cercano para obtener el derecho de hacer fuegos artificiales. Hay que tener en cuenta que los ultra ricos son personas con un capital social muy sólido y, por lo tanto, consiguen muchas autorizaciones por parte de las autoridades públicas", explicaba la escritora.

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Técnicas para cumplir los deseos más extraños

Además, Delpierre relata otros encargos más cotidianos, como el de "una cocinera que tenía que hacer huevos fritos para su jefe cada mañana, pero exactamente un huevo y medio". Para ello, tuvo que desarrollar "toda una técnica para partir en dos el segundo huevo frito" basada en que "la yema tenía que estar un poco hecha por debajo para poder cortarla sin que se derramara".

Todas estas excentricidades, argumenta Delpierre, tienen "un significado social basado en esa voluntad de distinción y, al fin y al cabo, en el ejercicio del poder por parte de los ultra ricos".