La historia del policía que pasó años infiltrado en el movimiento de “perroflautas” que metió miedo a todos los países ricos
El periodista Daniel Campos, ex director de comunicación del Ministerio del Interior, cuenta la historia de un policía infiltrado en el movimiento antiglobalización de los años 2000 en ‘Guerrilla Lavapiés’ (Península)

Daniel Campos cuenta la historia de un infiltrado en el movimiento antiglobalización en "Guerrilla Lavapiés"
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Madrid
“Otro mundo es posible”. Este grito unificó al movimiento antiglobalización de la primera década de este siglo veintiuno. El movimiento se hizo visible en Seattle, en 1999, durante la cumbre de la Organización Mundial del Comercio, cuando puso en jaque a la policía de la primera potencia mundial. Era un movimiento heterogéneo, que concitaba grupos que iban desde el pacifismo radical a la violencia antisistema, a ecologistas, colectivos LGTB, feministas, marxistas… Todas las policías del mundo, incluida la española, enseguida quisieron conocerlo y comprenderlo. Porque al principio no lo entendían en absoluto. Cuenta Daniel Campos, autor de 'Guerrilla Lavapiés', que un mando español llegó a comentar: "¿Pero por qué protestan, si lo tienen todo? ¡Si hasta les hemos quitado la mili!"
El periodista Daniel Campos pasó de tomar minis de cerveza en Lavapiés a ser director de comunicación del Ministerio del Interior. Este viaje, siendo insólito, lo es mucho menos que el del protagonista de su libro, el policía recién salido de la academia de Ávila, Alfonso, que se infiltra en el movimiento antiglobalización en Madrid, que tenía su epicentro en el barrio de Lavapiés, y se convierte en David. Conoció la historia de Alfonso/David a través de un amigo policía, compañero de promoción del infiltrado. Quedaron a tomar un café y se produjo un "flechazo narrativo instantáneo" que, años después, ha dado como resultado este libro.
"Vi que ahí había un personaje maravilloso desde el punto de vista narrativo, con una forma de ser un poco audaz, intempestiva, con una inteligencia intuitiva muy interesante", cuenta Campos. Era muy buen candidato para infiltrarse porque era precisamente de Lavapiés, lo que le daba una buena entrada de primeras a ese mundo, "pero él se introdujo de forma muy casera, fue aprendiendo según fue caminando".
Un ejemplo es lo que le ocurrió con una prueba que le hizo alguien cercano al Grapo, lanzándole una pistola para ver cómo la cogía. Si la hubiera empuñado como le enseñaron en la academia, habría sido descubierto. Pero se le ocurrió, instintivamente, ponerse a jugar con ella imitando a Robert de Niro: "Are you talking to me". Esa inteligencia instantánea le salvó, y le salvaría de muchas situaciones similares.
La figura del infiltrado, a diferencia de la del agente encubierto, avalada por una investigación y un mandato judicial, no está regulada en España, de modo que su cobertura legal es escasa, cosa que Alfonso/David reprochó en muchas ocasiones a sus mandos. Cuando fue a Génova, por ejemplo, a las protestas contra el G8, ni siquiera le pagaron las dietas. "Es una figura que se mueve en un terreno muy pantanoso y sin andamios. Está en la alegalidad, con un apoyo voluble de los mandos y un trabajo a demanda. Si se complica, puede quedarse en la estacada".
David/Alfonso, además, se infiltró prácticamente sin formación. Le dieron a leer 'El libro rojo de Mao' y dos o tres cosas más, pero él era listo "y fue construyendo su tapadera de forma más o menos artesanal". Tal vez por llegar el primero a ese mundo, su trabajo sirvió de mucho a la policía española y de otros países: "Era la gallina de los huevos de oro".
La tapadera era tan buena que su propia madre le pidió que confesara: "¿Te han echado de la policía, verdad, hijo?". ¿Qué vida era esa de litronas, pañuelos palestinos y casas okupas? La doble vida de los infiltrados suele tener secuelas psicológicas, porque "al final acabas perdiendo de vista cuáles son tus lealtades y a quién estás traicionando. Las relaciones que tú generas dentro de esos ámbitos son verdaderas, porque tú al final te pasas meses, años, haciendo amigos y manteniendo esa doble vida". Alfonso/David ha salido, después de todo, relativamente bien.
Pero el movimiento antiglobalización era eminentemente pacífico, de modo que Alfonso/David sentía la frustración de estar espiando a chavales que simplemente luchaban porque el mundo fuera un poco mejor. A pesar de eso, tuvo contacto con elementos peligrosos del Grapo, o gente muy violenta de extrema izquierda como los Black Blocks, pero "sus amigos eran en su mayoría unos perroflautas que no hacían daño a nadie".
Uno de los aspectos más sorprendentes del caso es que, cuando abandonó la infiltración, Alfonso/David pidió formar parte de una patrulla de antidisturbios, el extremo opuesto al de la gente cuya amistad había cultivado durante tres años y a quienes acabó enfrentándose desde el otro lado de la trinchera. Campos explica que pidió ese destino porque echaba de menos tener compañeros, la camaradería que se crea en ese tipo de cuerpos policiales.
También terminó reencontrándose con la persona sobre la que más informes escribió: Pablo Iglesias. Coincidió con él en un homenaje a los policías muertos en atentado en Afganistán, cuando Iglesias era ya vicepresidente del gobierno. Muchos años atrás, Iglesias le había ungido como parte del movimiento con un beso en la boca. En ese encuentro, cuenta Daniel, "hubo mucha tensión".
El caso es que algunas de las reivindicaciones del movimiento antiglobalización, como la acción por el clima, la igualdad de género, el fin de la pobreza o el consumo responsable, se han convertido en objetivos de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, y por lo tanto han ingresado por derecho en la política más 'mainstream'. No se acabó con el capitalismo, otro mundo no fue posible, pero tampoco este mundo es el mismo de entonces. En este, los infiltrados en movimientos sociales cuentan su historia y los objetivos de la Agenda 2030 son defendidos por el 'establishment' y desafiados por una extrema derecha vociferante y con poder en muchos países importantes.
Otro mundo sigue siendo posible, pero este puede ser peor.

Eva Cruz
Redactora en el magazine de 'Hoy por Hoy' desde 2017.