Incubadoras cien veces más baratas que salvan vidas
Un millón y medio de bebés mueren cada año en el mundo porque nacen en un lugar donde no hay dinero para comprar una incubadora, de ahí nacieron las incubadoras low cost ‘In3ator’

Incubadoras cien veces más baratas que salvan vidas
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Madrid
Un millón y medio de bebés mueren cada año en el mundo porque nacen en un lugar donde no hay dinero para comprar una incubadora. Cuando Pablo Sánchez Bergasa, ingeniero navarro de 32 años, conoció esta realidad, decidió hacer algo. Así nacieron las incubadoras low cost ‘In3ator’, un proyecto que acaba de ser reconocido con el Premio Princesa de Girona social 2025.
Una incubadora comercial, de las que podemos encontrar en cualquier hospital de nuestro país, cuesta unos 35.000 euros. Las que fabrican en la ONG "Medicina Abierta al Mundo" sale por 350 euros. Cien veces menos. “En lugares de África o Latinoamérica ponen a los bebés en cajas de zapatos o los envuelven en papel de plata y los acercan a un radiador”, explica Pablo Sánchez cuando recuerda cómo arrancó el proyecto en el que participan “un grupo de locos ilusionados por la vida”.
Llevan casi diez años, fabrican unas 70 cada año, ya han distribuido 200 unidades en más de 30 países y estiman que han salvado la vida de centenares de neonatos. Entre ellas las de Zoe, un bebé de Camerún cuya historia se le ha quedado marcada. Los médicos que atendieron el parto llegaron a envolverle en una sábana blanca porque dieron por hecho que no sobreviviría. “Pesó 500 gramos, cabía en la palma de la mano, pero uno de los médicos pensó que no perdían nada por probar una de las incubadoras que les habíamos mandado”, recuerda el fundador de 'Medicina Abierta al Mundo'.
Como las In3ator tienen conexión a Internet, Pablo recibió una foto en su móvil de ese bebé. “Me avisaron de que no estuviera pendiente porque se iba a morir en cualquier momento, pero a la mañana siguiente, cuando me levanté y miré el móvil, seguía allí”. Mes y medio más tarde, las noticias eran otras: “Me mandaron una foto del bebé pesaba con dos kilos y medio, me hizo tanta ilusión que cogí un billete de avión y me fui para allá, a conocerle, y a llevar más incubadoras”.
Hasta ahora Pablo Sánchez estaba sacando adelante este proyecto con sus ahorros y en sus ratos libres. Tras recibir el Princesa de Girona, que cuenta con una dotación de 20.000 euros, ha dejado su trabajo para dedicarle todo su tiempo: “Es algo tan necesario que me he venido tan arriba que tengo que intentarlo, es ahora o nunca. Tengo la esperanza de hacerlo sostenible”.
Cuando recibió el premio, este ingeniero tuvo palabras de agradecimiento para sus padres, pero tampoco olvida a los amigos y profesores que le enseñaron algo que considera fundamental: “Que todos podemos hacer algo bueno, ya sea grande o pequeño, todos debemos seguir siendo jóvenes para tener una ilusión. Hay que seguir soñando para que el mundo sea algo mejor”.