Fernando Broncano, filósofo: "Hay que pensar dónde está el poder y dónde la resistencia para saber qué está ocurriendo"

Madrid

Cuando han pasado 25 años del inicio del siglo XXI, el momento geopolítico por el que atravesamos nos hace cuestionarnos por si lo que estamos viviendo no es una crisis civilizatoria. Como tenemos más preguntas que respuestas, hemos decidido acudir a la filosofía para intentar entender qué nos está pasando. Para ello, en 'Hora 25', entrevistamos a Fernando Broncano, doctor en filosofía por la Universidad de Salamanca.

11-S, Guerra de Irak, crisis económica de 2008, la Pandemia, la guerra de Ucrania… ¿Nos hemos acostumbrado a vivir en estado de shock? "Sí. Vivimos claramente en un momento de transición. Eso que decía Lenin que hay años en los que no pasa nada y hay semanas en las que pasan décadas. Desde luego, desde que hemos entrado en el siglo XXI, está claro que se está produciendo una transición que no es solamente económica, no es solamente geopolítica, es civilizatoria entera. Implica la tecnología, el medio ambiente, nuestras propias conciencias, el orden del mundo... Todos estos cambios producen una situación de ansiedad que, a poco que abramos los periódicos, las pantallas o las radios, en seguida nos damos cuenta de que la ansiedad es la condición emocional más extendida", responde Broncano.

Las ideologías en el siglo XXI

En la conversación pública, hay quien sostiene que estamos empachados de ideología, que hay una sobredosis de ideología, y quien sostiene que, precisamente, lo que tenemos es una carencia de ideología, que hace falta más ideología: "Depende mucho de lo que entendamos por ideología, pero si la entendemos en un sentido no demasiado estricto, que puede ser la manera en la que la gente ordena el mundo a través de ideas, de creencias, de rituales, etc. Las ideologías no solo no pasan, sino que cada día tienen una importancia mayor en la determinación de las acciones, de la política y el curso de la historia. Casi no podríamos entender nada de lo que ha ocurrido en el siglo XXI sin acudir a los fundamentalismos ideológicos de todo tipo", reflexiona.

Si el siglo XX estuvo marcado por la lucha ideológica entre el capitalismo y el comunismo… ¿Qué ideales están hoy en liza? "Justamente, intentar pensar dónde está el poder y la resistencia es una de las maneras más interesantes de profundizar en lo que está ocurriendo. Quizá no tienen mucho sentido las identidades tradicionales que habían movido la historia: identidades de clase... La propia identidad está hoy en crisis. Vivimos un tiempo de fronteras de identidades. Y esto parece llevarnos a la idea de que han desaparecido los grandes conflictos entre los de arriba y los de abajo. Pero yo creo que no", afirma el filósofo.

Y desarrolla la idea: "No podríamos entender, por ejemplo, los ascensos de fundamentalismos neoconservadores sin el rencor y el resentimiento hacia eso que llaman wokismo, pero que en realidad es algo muy nuevo, muy de nuestro tiempo, que son los lazos entre reivindicaciones que aparentemente están alejadas, pero que luego se conectan: el género, la raza, el medio ambiente, la desigualdad... Esas cosas se conectan y terminan produciendo formas de estar en el mundo que producen reacciones o ideologías reaccionarias".

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¿Reivindicar el wokismo? "A mí me parece que hay que reivindicarlo. El wokismo nace de la idea de 'despierta, date cuenta de lo que está pasando, que el mundo se está destruyendo, date cuenta'. La idea de despierta y date cuenta me parece que es una buena llamada. Hay que hacerle saber a los que la están usando como un insulto, que ellos la están utilizando igual. No podemos entender el fenómeno de Trump y Maga en EE.UU. sin una forma de wokismo anti-wokismo: despierta, que vienen ellos, que vienen esas locas, que nos van a quitar lo que tenemos...'. Y eso es lo que llamamos el conflicto cultural".

El papel de la izquierda

Con el derrumbe del comunismo en 1989 las utopías del siglo XX desaparecieron y dejaron lugar a lo que el historiador italiano Enzo Traverso llama melancolía de izquierdas, un presente cargado de memoria pero incapaz de proyectarse en el porvenir. ¿A qué grado de transformación social puede aspirar hoy la izquierda? "La nostalgia de un tiempo pasado que es muy difícil recuperar es una de las debilidades que se ha extendido en la izquierda. En el sentido de que ojalá volviéramos al tiempo de los sindicatos, a los poderes de clase... Pero es que los sindicatos funcionaban en un momento en el que la economía estaba organizada en formas empresariales que ya han desaparecido. Entonces, soñar con volver a pactos sociales que habían dado cierta fuerza a la izquierda, me parece que no es entender las maneras en las que podemos estar transformando el mundo", responde Fernando Broncano.

"Lo que llamamos melancolía de izquierdas es una forma de ceguera a la inmensa capacidad de transformación que se está produciendo de formas no visibles que tienen mucho que ver con acciones indirectas, con tejidos y lazos sociales que probablemente no tengan la proyección política que merecen, pero que están transformando el mundo. No entenderíamos el rencor reaccionario si no viéramos esta inmensa capacidad de transformación que se ha estado dando en las últimas dos décadas", afirma.

Pero, desde una posición netamente de izquierdas, ¿no es legítima cierta nostalgia de cuando teníamos más fuerza como colectivo? "Siempre se piensa en la utopía como algo que está muy lejano y eso produce melancolía porque no vamos a vivir la revolución. Esa ansiedad melancólica de no podemos hacer nada tiene mucho que ver con algo que tenemos que reivindicar y es la fe en lo que estamos haciendo. Una fe secular, no religiosa, pero una fe en la fuerza de la humanidad para cambiarse. Hemos perdido una forma de fe que es la fe en la humanidad, la fe en nosotros mismos, la fe de la que nace la esperanza de la historia", responde Broncano.

Miedo y anti-intelectualismo

"El miedo produce fascismo. Siempre que el miedo se extiende en la sociedad es un material absolutamente maleable por parte del poder y de quienes pueden reconducirlo hacia reacciones espontáneas de violencia, de que se fastidien los de abajo, yo primero... La extensión del miedo es un peligro. A veces colaboramos desde la izquierda con esos mensajes de ya vienen, ya están ahí... Sin quererlo, estamos extendiendo la enfermedad del miedo y no la fuerza de la esperanza y el poder de la fe. Estamos colaborando con aquellos mismos que utilizan el miedo como forma de aspirar a estas soluciones fáciles del autoritarismo", dice Fernando Broncano.

El anti-intelectualismo está empezando también a extenderse por la sociedad: "La tentación de la autoayuda, de leer novelas que tienen estructuras autocomplaciente... El anti-intelectualismo es en el plano cultural como comer dulces, como ser adictos al azúcar en el plano de las dietas, produce recompensas muy rápidas, pero lo que produce también a largo plazo es michelines que luego no hay dios que se quite, incapacidades de entender el mundo. El anti-intelectualismo produce un déficit de los conceptos, una incapacidad de usar las palabras, esta especie de discursos de cuñadismo continuo, de soluciones fáciles... Son michelines culturales que han creado las adicciones a la cultura fácil", apunta Broncano.

¿Y en la filosofía? ¿Hay cuñados en la filosofía? "Es una tentación porque la filosofía, como la novela, como cualquier actividad intelectual, son siempre complicadas y llevan mucho tiempo y esfuerzo. La tentación de triunfar por el camino fácil de ofrecer productos que suenan bien, de rápido consumo, es una tentación difícil de resistir. Y, claro, terminamos encontrando Yuval Hararis y gente por el estilo que producen estos best sellers fáciles que dice a la gente o lo que teme o lo que le compensa", concluye el filósofo de la Universidad de Salamanca.