Una experta asegura que siempre hay que ir a terapia de pareja
Raquel Mascaraque, periodista especializada en psicología emocional, aborda la terapia, las infidelidades y el parecido entre progenitores y parejas

Una experta asegura que siempre hay que ir a terapia de pareja
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La semana pasada, planteábamos en el 'Si amanece' si el equipo está a favor o en contra de la terapia de pareja. Para ello, recurrimos a Raquel Mascaraque, periodista especializada en psicología emocional, para poder profundizar en el tema.
La periodista cree que "puede ser muy útil", aunque tampoco considera que todas las parejas tengan que ir a terapia: "Es como con la terapia individual, a veces no la necesitas, simplemente precisas que tu jefe deje de amargarte la existencia". No obstante, también aboga por asistir cuando se quiera mejorar algún aspecto conjunto, no necesariamente porque exista un problema aparente. Es decir, como una manera de conocerse más para invertir en un futuro mejor.
¿Cuáles podrían ser los motivos para ir a terapia?
Raquel Mascaraque admite que la gente suele ir por diversas causas, pero el mayor problema es la comunicación. Además, añade que, en terapia, cuando se consigue que la pareja se comunique es cuando realmente sale el problema a la luz. Es decir, no es que se esté discutiendo por quién tira o no la basura, es por todo lo que hay detrás.
No obstante, para la periodista, algunos motivos para ir a terapia podrían ser, por ejemplo: que a veces parece que la pareja hable idiomas diferentes; que de un pequeño malentendido se monten broncas enormes; que se haya dejado la relación, pero se quiera dar una segunda oportunidad; que parezcan compañeros de piso cuando se está en casa; que haya habido una infidelidad y se ha optado por dar otra oportunidad… Aunque, ¿qué se considera una infidelidad? Si no hay sexo, pero se está hablando por WhatsApp, ¿sería un ejemplo?
Lo cierto es que hay un estudio que habla sobre la diferencia entre la infidelidad emocional y la infidelidad sexual. Y dice que los hombres y las mujeres suelen reaccionar de forma distinta. Los primeros suelen considerar la infidelidad sexual como más grave. Desde la perspectiva evolutiva, esto se ha relacionado con el riesgo de "paternidad incierta", es decir, el miedo a invertir recursos en un hijo que no es biológicamente suyo. Mientras que las mujeres suelen considerar la infidelidad emocional más preocupante porque eso puede implicar que la pareja deje de tener un compromiso emocional.
Por ello, Mascaraque incide en que es importante hablar con nuestras parejas sobre qué consideramos una infidelidad porque no solo va a afectar el género, sino también las experiencias previas, la autoestima, las normas culturales… A veces (casi nunca) se tiene esta conversación y esto termina generando muchas dudas, inseguridades, problemas, que acaban en terapia de pareja, en ruptura o en sufrimiento.
¿Escogemos a una pareja parecida a nuestro padre o madre?
La periodista plantea el momento en que se conoce a la pareja de alguna amistad y resulta que es igual a alguno de sus progenitores: ¿es verdad que se escoge a la pareja un poco parecida a nuestro padre o madre?
"Esto es muy común", afirma Mascaraque, "más de lo que pensamos". Podría materializarse en algo así: "Nunca me sentí amada por mi padre y tampoco por mi marido" o "mi madre me criticaba en todo y mi mujer no para de hacerlo".
La psicóloga Alicia Fonseca, que está especializada en terapia de pareja y sexología, habla sobre lo mucho que tiene que ver cómo aprendemos a relacionarnos con la primera relación que conocemos, es decir, la de nuestros cuidadores principales (padres, abuelos, tutores legales….), y esa relación es la que, de primeras, enseña a comunicar y a dar un lugar dentro de las relaciones. No es hasta que no se sale al mundo cuando se interactúa con más parejas. Es este el momento en que te das cuenta de que existen otros tipos de relaciones.
Si, por ejemplo, tu padre trata con desprecio a tu madre, tú no sabes si eso es “lo normal” en todas las familias; si no se utilizan gestos de cariño de manera habitual, no lo tendrás normalizado. Hasta que no se empieza a comparar, esa es “la única verdad”. Una vez empezamos a relacionarnos, nos cuestionamos si esas dinámicas son sanas, son las que queremos replicar o si se quiere huir de ellas.
Y es que, como recalca Fonseca, una relación sana es un intercambio de necesidades de apego. Al final, buscamos las sensaciones de aquello que nos dieron cuando éramos bebés y nos hacía sentir seguros. Es muy importante saber qué necesidades de apego tenemos porque si reconocemos dónde están las heridas, podemos trabajarlas y no terminar replicando el mismo patrón. Si no las reconocemos, a veces, las personas intentan escapar de una infancia disfuncional y acaban, inconscientemente, recreándolas en sus parejas.
Es precisamente este aspecto uno de los que se trabaja mucho en terapia porque nuestro cerebro prefiere malo conocido que bueno por conocer, ya que lo conocido te hace sentir más seguro, aunque no sea bueno.