Si ya no podemos ni confiar en Alemania...
Tantos años después, de pronto vemos que en Alemania hay un partido lleno de gentes a las que el brazo se les dispara y no es para parar un taxi
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Ignacio Peyró: "Si ya no podemos ni confiar en Alemania"
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Madrid
Sabemos que en esta vida hay cosas de las que ya, lamentablemente, no podemos fiarnos. Del consejo de los influencers, por ejemplo. Del sabor de los tomates. O de la honradez de las eléctricas al leerte el contador. Pero nuestro mundo puede cambiar entero si resulta que ya no podemos confiar en Alemania. Aquel país donde había autopistas cuando nosotros teníamos caminos vecinales, donde las empresas no solo eran líderes sino también humanas y donde, en fin, un sistema público bien planteado llegaba hasta a pagarte los empastes.
De Adenauer a Kohl, pasando por Willy Brandt y Helmut Schmidt, hemos admirado -con razón- a sus políticos. Incluso admiramos a Schröder hasta que le vimos llevándoselo crudo con los rusos. Merkel, por su parte, mandaba tanto que no sabemos si ya, más que admiración, lo que provocaba era miedo.
Pero ahora sufre el mito alemán. Una economía que peca de analógica. Un sistema de bienestar dañado. Una política tan dura al imponer austeridad a los europeos como complaciente consigo misma en sus flirteos -qué flirteos, pasiones al rojo- con Pekín y con Moscú. Y una actitud admirablemente acogedora con la inmigración que, sin embargo, no han sabido manejar.
Ahí está: tantos años después, de pronto vemos que en Alemania hay un partido lleno de gentes a las que el brazo se les dispara y no es para parar un taxi. Pero ahí al menos sí que podemos fiarnos de una vieja costumbre alemana que aquí nos parece una rareza: los dos grandes partidos son capaces de hablarse todavía.