Los ricos no sudan
"Parecía que buscaban en mi cara la calle donde yo vivía. Es lógico, porque uno lleva grabado en la cara el lugar donde habita. No lo dice ningún refrán, pero la cara es el espejo del barrio"
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La píldora de Andújar | Los ricos no sudan
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Lo que más me flipa, cuando voy a Madrid, es que hasta la policía me llama caballero. De chaval, en Barcelona, en el barrio, los polis nos tenían más confianza. Siempre me tuteaban cuando me pedían el DNI en la calle. Me lo pedían para mirarlo. Lo que más les gustaba era la dirección de mi casa. La leían como en el cuadro ese de Vermeer, donde sale una mujer leyendo una carta, y luego me miraban con mucho interés. Parecía que buscaban en mi cara la calle donde yo vivía. Es lógico, porque uno lleva grabado en la cara el lugar donde habita. No lo dice ningún refrán, pero la cara es el espejo del barrio. Si a uno se le pone cara de vivir en los bloques, ya se puede dejar el bigote de Johnny Deep, que no hay manera de arreglarlo. A esto, también se le llama tener cara de balcón con macetas. Pero no es malo; es normal. Los ricos tienen cara riego por aspersión. No sudan, le echan agua al césped. A la gente de los bloques, el balcón con macetas nos recuerda lo que somos, no digo en plan Salustiano del Campo (por citar a un sociólogo que se llamaba como mi padre), sino de una manera atávica. Con la nariz pegada a los cristales, vemos que el balcón con macetas nos remite a cuando éramos recolectores. Al origen de la especie. Por eso, los policías y yo nos identificábamos, y así nos reconocíamos. Veníamos de haber partido almendras con un martillo, de pelar cables con unos alicates y de beberse un vaso de agua a pie de grifo. A esos polis no les hacía falta llamarme caballero cuando me pedían la papela por andar por la calle con las greñas lavadas con Zinc Pyrithione. En aquellos días, los maderos del barrio tenían cara de parecerse a Nicolás Redondo y a Marcelino Camacho. Esto los pijos lo saben porque han leído a Pasolini. Para eso está la cultura.