Nuestro Antonio Banderas empieza a ser un patrimonio
Lo hemos visto adensarse como actor, crecer y madurar y, con perdón por el dramatismo, amar y sufrir
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Ignacio Peyró: "Nuestro Antonio Banderas empieza a ser un patrimonio"
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Madrid
Hoy quería hablarles de un tema serio. Antonio Banderas. Que lleva -cuesta decirlo- casi cuarenta años siendo famoso en España y unos treinta siendo famoso en todo el mundo. Antes de ser una celebridad y poner su nombre hasta en los botes de after-shave, había tenido el buen gusto de ser profesor de español como lengua extranjera.
A mediados de los noventa, que es cuando da el salto, todavía era un señor guapo y ligeramente insustancial, especializado en papeles que requerían más de un latino rozagante que de alguien, pongamos, con una vida interior tortuosa. Hay que decir que estos papeles los bordaba, y que como españoles debemos agradecerle que reparara los estragos estéticos de Pajares, Esteso y compañía.
Desde entonces, lo hemos visto adensarse como actor, crecer y madurar y, con perdón por el dramatismo, amar y sufrir. En el 96 hizo campaña por el PSOE pero luego -sin reniegos- se ha sabido hacer querer por todo el mundo, quizá porque todo el mundo ha valorado la sensatez de que un señor pueda subir tan alto sin que se le suba a la cabeza.
Ahora usa su dinero para apoyar causas culturales que valen la pena, y puede vivir donde quiera pero no deja que le aparten de su Málaga ni a tiros. Aún debemos agradecerle que, después de él, el hispanohablante no es por necesidad un maleante ni el hispano ha de ser siempre el villano. Sí: Antonio es nuestro patrimonio y Banderas era más que un guaperas.