Pensar a lo pequeño
"En el mundo hay ya demasiada gente obsesionada con existir a lo grande. Se agradece que alguien haga cosas a lo pequeño"
Respeto a la gente que pierde la cabeza por hacer crecer su negocio. Qué remedio me queda. Parece que el mundo ya solo esté pensado para personas con una ambición desmesurada. Cuando me encuentro con alguien interesado en no sobresalir del resto, me enamoro. Es lo que me ocurre cada vez que visito el pueblo de mi pareja, famoso por su pan, y al dirigirme a alguno de sus despachos, nunca quedan piezas. «Haber venido antes, o haber llamado ayer», te dice el que atiende el mostrador, después de señalarte los estantes desabastecidos,
culpabilizándote. Cuecen justo lo que saben que van a vender, incluso un poco menos, para que te quedes con las ganas. No trabajan para los compradores ocasionales o nuevos, o los clientes poco previsores, o los turistas a los que les gustaría llevarse una muestra del mejor del
pan gallego. Y, por supuesto, no innovan. Hacen lo de siempre. Me toca muchos día volver con las manos vacías, feliz de que haya un negocio
que funcione de esa manera tan molesta para el cliente, que se ha acostumbrado a pensar que el mundo está a su servicio. «Son unos
genios estos panaderos: nunca tienen pan», explico al regresar a casa después de pasar por el súper para comprar una de esas barras que solo sirven para meter en la boca y masticar su sinsabor. ¿Podrían ganar más estos panaderos? Seguramente, sí. Pero si están contentos así,
estando como siempre, para qué ir a mejor. En el mundo hay ya demasiada gente obsesionada con existir a lo grande. Se agradece que
alguien haga cosas a lo pequeño.