"Uy, uy, uy": Javier Ruiz define de forma muy gráfica el problemón que se viene en España tras la guerra de aranceles
La industria energética nacional contiene la respiración ante las tensiones comerciales desatadas entre Washington y Pekín
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La factura que España puede pagar por la guerra arancelaria de Donald Trump
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Llevamos unas pocas horas de guerra comercial después de que haya vencido el plazo que Estados Unidos dio para sancionar a China y de que el país asiático haya contestado con sanciones al norteamericano, tanto con gravámenes generales como específicos a ciertas empresas que, además, son afines de Trump.
China ha abierto una investigación a Google por "falta de competencia". Con esta decisión está frenando uno de los motores americanos, el tecnológico, pero además ha decidido poner en jaque otro, el de la defensa, porque China va a restringir la venta de Wolframio –China produce el 80% de un metal clave para la defensa y la Inteligencia Artificial– puede poner en jaque esa industria. Eso es crecer menos…
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Pekín también ha impuesto aranceles de entre el 10 y el 15%, para el petróleo o el gas natural, el carbón o maquinaria agrícola, sanciones que entran en vigor el próximo 10 de febrero. Y, además, hay movimientos simbólicos: China ha puesto a compañías como Calvin Klein y Tommy Hilfiger en la lista de entidades "no fiables", con lo que restringe sus ventas y las enfrenta a sanciones.
Esto se está notando ya en los mercados: el petróleo cae hasta los 71 dólares el barril, las bolsas norteamericanas van a abrir en rojo, y el sector del automóvil, tan importante en la economía norteamericana, se prepara para sangrar… otra vez.
Pero esa guerra arancelaria también amenaza con golpearnos en Europa y en España. Porque estas guerras se saben cómo empiezan, y no cómo ni cuándo acaban. Y todo se dirige y apunta a Europa. Y lo que va a pagar España va a ser una factura milmillonaria de ida y vuelta.
España exporta 16.600 millones a Estados Unidos en mercancías. ¿Qué nos estamos jugando? Que encarezcan todo esto, que se pongan trabas a nuestra venta de materiales, maquinaria e hidrocarburos por orden de importancia. La industria energética contiene la respiración con un "uy, uy, uy" que hace temblar a todo el mundo.
Además, tenemos un problema, porque los aranceles –la respuesta- no la puede poner España. Las tiene que poner la Unión Europea y en un terreno muy concreto (el gas natural) hemos dejado de depender de Moscú -con la guerra de Ucrania–, pero hemos pasado a depender de Washington. Estados Unidos nos vende el 28% del gas natural que importamos (más que Arabia Saudí, que nos vende el 23%). Es nuestro primer proveedor. Así que sancionar el gas natural significa encarecer nuestra factura energética otra vez.
Esta es la espiral de la "economía de la coacción" que ha desatado Trump y que ha comenzado ya. Una guerra de la que no va a haber ganadores. Solo grados de derrota.
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