María Zambrano, la filósofa de la generación del 27
Fue la primera mujer filósofa en lengua española y eso es ya un caso excepcional porque España, como muy bien señaló su maestro José Ortega y Gasset, era un país que no estaba habituado «a los rigores de la alta filosofía»
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María Zambrano y la filosofía
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“Primeramente quise ser una caja de música. Sin duda alguna me la habían regalado, y me pareció maravilloso que con sólo levantar la tapa se oyese la música; pero sin preguntarle a nadie ya me di cuenta que yo no podía ser una caja de música, porque esa música por mucho que a mí me gustara no era mi música, que yo tendría que ser una caja de música inédita, de la música que mis pasos, mis acciones”. Eso escribe María en su autobiografía y sus acciones fueron muchas y variadas.
Fue una gran ensayista, filósofa y poeta nacida en Vélez-Málaga. Hija del pensador y pedagogo Blas José Zambrano, hizo sus primeros estudios en Segovia. En Madrid estudió Filosofía y Letras con grandes maestros como Ortega y Gasset, García Morente, Besteiro y Zubiri. Vivió muy de cerca los acontecimientos políticos de aquellos años, de cuya vivencia fue fruto su primer libro «Horizonte del liberalismo» en 1930. Amiga de los escritores que formaron la Generación del 27, siendo ella misma representante de aquella época luminosa. Republicana por convicción, tras la Guerra Civil tuvo que marcharse al exilio recorriendo el mundo, buscando su lugar en París o en Roma pasando por México, La Habana o Ginebra. Entabló amistad con importantes poetas y pensadores de la época como Luis Cernuda, Jorge Guillén, Emilio Prados y Miguel Hernández, entre otros.
Salió de España en enero de 1939, dejando atrás todo lo suyo, exiliándose inicialmente en Francia donde entabló amistad con Albert Camus y con René Char. Posteriormente vivió en México, La Habana y Roma, desarrollando una gran intensidad literaria y escribiendo algunas de sus obras más importantes: «Los sueños y el tiempo», «Persona y democracia», «El hombre y lo divino» y «Pensamiento y Poesía» entre otros.
Zambrano deja muy claro en toda su obra que ella se considera una habitante del país interminable del exilio, sin reino, sin himno y sin bandera. Después de 45 años de exilio regresó por fin a Madrid, el 20 de diciembre de 1984. Por deseo propio sólo es recibida por Jaime Salinas, hijo de su amigo Pedro Salinas, a la sazón director general del Libro. Se instala en una casa de Antonio Maura, propiedad de la familia Ortega, muy próxima al Retiro. En 1988 le fue reconocida toda su obra con el Premio Príncipe de Asturias y la primera mujer en ganar el Premio Cervantes.
Tal como escribió: “Hay que dormirse arriba en la luz. Hay que estar despierto abajo en la oscuridad. Arriba en la luz, el corazón se abandona, se entrega. Se recoge. Pues se ha llegado allí, a esa luz, sin forzar ninguna puerta y aún sin abrirla, sin haber atravesado dinteles de luz y de sombra, sin esfuerzo y sin protección”.