"Era lo único bueno de ir a misa": Mikel Erentxun recuerda la parte buena de aguantar el "tostón"
El músico recuerda con cariño las canciones que le enseñaron sus hermanas
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"Era lo único bueno de ir a misa": Mikel Erentxun recuerda la parte buena de aguantar el "tostón"
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El amor por la música está en los genes de la familia de Mikel Erentxun, el ex vocalista de Duncan Dhu, banda con la que saltó a la fama en los años 80 gracias a canciones como En algún lugar o Una calle en París. Tanto su padre como su abuelo estudiaron música, pero la verdadera suerte del músico guipuzcoano la tuvo con sus hermanas, que fueron sus primeras maestras. Así lo ha contado en los micrófonos de Por el principio, donde se ha atrevido a hablar de la influencia que la música religiosa tuvo en él durante su niñez.
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El cantante confiesa que su ambición por dedicarse a la música se la debe a sus hermanas, que tocaban las dos el piano y la guitarra. "Tuve la inmensa suerte de que mis hermanas tenían tocadiscos, discos y muy buen gusto musical, porque mis padres escuchaban otro tiempo de música", explica. Gracias a sus hermanas, Erentxun escuchaba artistas de la talla de Los Beatles, Cat Stevens y Lou Reed. "Fue fundamental en mi preadolescencia", añade.
Las hermana de Mikel Erentxun aprendieron a tocar porque eran boy scouts, y en las acampadas se llevan la guitarra y tocaban canciones religiosas de moda en aquel momento. En la década de los 60 y los 70, se extendió la adaptación de canciones famosas de músicos como Bob Dylan o Los Beatles con letras religiosas para cantarlas en misa. "Mis hermanas tocaban esas canciones y yo aproveché para que me enseñaran los acordes, entonces yo cantaba las canciones de Bob Dylan pero ya con la letra original", detalla.
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A pesar de que estos fuesen sus primeros encuentros con la música, Erentxun reconoce que no ha vuelto a misa desde entonces, ya que iban "un poco obligados", tan solo ha regresado para lo estrictamente necesario, como bautizos, comuniones y funerales. Aun así, recuerda los domingos con cariño. "Íbamos a misa los domingos al mediodía al Buen Pastor, que es la iglesia que está en el centro de San Sebastián, la catedral. Nos juntamos ahí la familia y después de misa íbamos todos a tomar un pincho. Eso era un momento fantástico. Los calamares, la croqueta, el chorizo cocido. Era lo único bueno de ir a la misa, porque la misa era un tostón, estabas ahí que no te enterabas de nada, estás esperando que se acabase", describe con ternura.