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Cine y TV

El actor artesano

Gene Hackman, ganador del Oscar por French Connection, contra el imperio de la droga y Sin perdón, cumple 95 años.

Gene Hackman ha sido el tipo corriente por excelencia del cine americano. Ni guapo ni feo, ni alto ni bajo, ni gordo ni delgado. Además, rara vez se ha transformado. El público siempre ha visto a Gene Hackman detrás de todos sus personajes, ya fuera policía, cura o ladrón. Y lo más curioso es que ha hecho de eso su principal virtud como actor, unido a su gran técnica interpretativa que le ha permitido adaptarse a cualquier personaje. “Me gusta pensar en mí como en un artesano, alguien que está bien preparado sabiendo, dentro de mis límites, de lo que soy capaz de hacer. Pero también sabiendo estar listo para cambiar e intentar cosas nuevas, que es algo que también forma parte de ser un artesano”, explica sobre si mismo.

Desde niño soñaba con ser actor y devoraba en el cine las películas de sus ídolos, James Cagney y Erroll Flynn. Sin embargo, no estudió interpretación. A los 16 años, mintiendo sobre su edad, se alistó en el cuerpo de marines. Lo hizo por puro despecho, tras una discusión con su entrenador de baloncesto, que le había llamado inútil. “Solo quería marcharme de la ciudad y era una forma fácil de que me mandaran fuera. Me dijeron que me destinarían a China”, recuerda. Con los marines pasaría cinco años. Al volver a la vida civil hizo todo tipo de trabajos: vendedor de zapatos, portero de hotel, camionero… No será hasta ya cumplidos los 30 cuando se anima a perseguir su sueño de ser actor y se matricula en la escuela de interpretación Pasadena Playhouse de Los Ángeles donde se hace amigo de otro estudiante llamado Dustin Hoffman. Los profesores les consideran a ambos los alumnos con menos posibilidades de éxito. “Solía calificarnos muy bajo en todas las categorías: caracterización, maquillaje, movimiento… creo que la puntuación más alta que saqué fue 1,4 o algo así”, rememora.

Es por eso por lo que deciden viajar a Nueva York a intentar buscarse la vida en el teatro. A principios de los años 60 nos encontramos a los dos viviendo en un piso mugriento, con Dustin durmiendo en el suelo de la cocina, mientras pasan el día presentándose, sin éxito, a audiciones teatrales. “Cuando vivía en Nueva York era la época de las cucarachas”, recuerda Hackman. Poco a poco los papeles en el teatro van llegando y en 1965 se produce el debut en el cine de Gene Hackman. La película es Lilith de Robert Rossen. Interpreta al marido de un antiguo amor del psiquiatra al que da vida el protagonista, Warren Beatty. El papel de Hackman no llega a los cinco minutos y la película es un fracaso, pero dos años después Beatty se acuerda de él y le propone para otra película de la que va a ser protagonista y productor. “Warren me recomendó al director Arthur Penn y por una de esas casualidades de la vida Arthur pudo verme porque yo estaba haciendo una obra de teatro en el lugar donde él vivía, Stockbridge”, dice. Arthur Penn le ofrece el papel de hermano mayor de Warren Beatty en Bonnie y Clyde.

La película es un gran éxito y Hackman obtiene con ella su primera nominación al Oscar. Un día, caminando por la calle en Nueva York, se da cuenta de que todo ha cambiado. Se ha hecho famoso. Por todas partes la gente le saluda gritando el nombre de su personaje en Bonnie y Clyde. Pero la fama con mayúsculas le llegará en 1971 gracias a French connection, contra el imperio de la droga. En ella Gene Hackman encarnaba a un nuevo tipo de policía que en los años siguientes sería imitado hasta la saciedad: un poli bocazas, de métodos a veces brutales, pero incorruptible, y sobre todo un policía creíble y real, nada que ver con los héroes a los que nos tenía acostumbrados hasta entonces Hollywood. French Connection le valió su primer Oscar en 1972 e hizo de Gene Hackman una estrella. A partir de entonces se convirtió en uno de los rostros más familiares del cine americano.

Algunos de sus personajes más recordados son: Lex Luthor, el enemigo mortal de Superman; el cura que organizaba la supervivencia en La aventura del Poseidón; el especialista en escuchas de La conversación, que está en el puesto 37 de las cien mejores interpretaciones de todos los tiempos según la revista Premiere. También tenemos al sabueso a la búsqueda de una adolescente que ha huido de casa, interpretada por Melanie Griffith, en La noche se mueve; al duro entrenador de baloncesto en Hoosier más que ídolos o al agente del FBI que investiga crímenes racistas en Arde Mississipi. Y así podíamos seguir un rato largo. Reportero de guerra en Bajo el fuego; Secretario de defensa de los Estados Unidos en No hay salida; miembro del Ku-Klus-Klan en Camara sellada o comandante de un submarino que está a punto de provocar una guerra nuclear en Marea roja. El segundo Oscar de su carrera, esta vez como actor de reparto, le llegaría en 1992 por su papel de sheriff sádico en Sin perdón, de Clint Eastwood.

Gene Hackman ha participado en más de cien películas, alternando personajes secundarios con principales y películas comerciales con otras más independientes y arriesgadas como Los Tenenbaums, a las órdenes de Wes Anderson. Lo que no ha cambiado nunca es el prestigio que siempre tuvo entre directores y compañeros de profesión. Kevin Costner, sin ir más lejos, decía de él: “La gente pregunta quién es el mejor actor, quién la estrella más grande, etcétera. La lista de grandes actores con los que he trabajado es larga, pero diría que Gene es probablemente el mejor actor de todos”.

Con tanto trabajo parecería que Gene Hackman era una persona completamente entregada a su profesión, pero nada más lejos de la realidad. El actor era y es un hombre con muchas facetas. Por ejemplo, piloto de avión. Le gustaba volar con una avioneta, que el mismo reparaba y mantenía. También, como su amigo Paul Newman, pilotó coches de carreras durante los años 70 y 80 participando en pruebas como las 24 horas de Daytona. “Creo que las carreras me abandonaron a mí”, explicaba. “No podía dedicarles toda una temporada a pesar de que sentía que podía hacerlo muy bien. Pero trabajaba constantemente en el cine y no podía encontrar el tiempo suficiente para entrenar y desarrollar las habilidades que son necesarias para correr apropiadamente”.

Durante una época de su vida también se apasionó por el submarinismo. “Mi mujer y yo queríamos obtener el título de buceadores y me recomendaron acudir a un arqueólogo submarinista que nos llevó a bucear a Port Jefferson y nos preparó inmersiones en busca de tesoros”, recordaba. Ese arqueólogo submarinista no solo le animó a bucear sin que le propuso otra cosa. Juntos escribieron una novela de aventuras marinas que se convirtió en la primera de las cinco novelas que Gene Hackman ha publicado hasta la fecha. Una faceta, la de escritor, que ha compaginado con su otra afición artística, la de pintor. “Siempre he dibujado y he tenido cierto talento para la pintura, pero de joven no sentía que pudiera dedicarme a eso toda mi vida”, dice. Su especialidad son los óleos de estilo impresionista y ha expuesto varias veces en galerías de Los Ángeles. Pero el actor no vive allí. Hace años que decidió alejarse de Hollywood y compró un rancho en Santa Fe, Nuevo Méjico, con una casa de estilo español en la que vive con su segunda mujer, la pianista Betsy Arakawa, treinta años más joven que él.

En 2003 Gene Hackman estrenó su última película de éxito: El jurado, por cierto, la única de toda su carrera en la que coincidió en el reparto con su viejo amigo Dustin Hoffman. Al año siguiente rodó la discreta Bienvenido a Mooseport y poco después decidió retirarse del cine a los 78 años. Desde entonces apenas se le ha visto. Tan solo ha concedido algunas entrevistas en su rancho para promocionar sus novelas. La única sobre cine la dio en 2021 con motivo del 50 aniversario de French Connection. Hace unos meses le fotografiaron comiendo en un restaurante de Santa Fe con su esposa. Se le veía muy delgado y caminando con un bastón. Pero ahí sigue, a punto de cumplir 95 años. Una leyenda del cine que ha sabido encontrar otra vida lejos de las pantallas. Y tan feliz. Ya lo decía él mismo hace algunos años. “Creo que realmente he sido un privilegiado por haber podido hacer todas las cosas que he hecho”, sentencia.

 
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