Al estilo nazi, como si nada

Galicia

Estar preocupado, y a simple vista no parecerlo, es una maniobra que nos sale natural. Esa apariencia de normalidad forma parte del gran plan del ser humano: disimular, hace como si tal cosa, y saltar a otro asunto. Haces como si nada, y cuando te des cuenta es otro día, y ya hay nuevas preocupaciones a las que atender, aunque como si tal cosa, y así un día y otro día. Hace unos meses, mi hija se cayó en un paso de peatones. Fue un golpetazo increíble, pero se levantó como si nada, diciendo «Estoy bien, estoy perfecta, déjame». Me extrañó, porque si yo me caigo así, me rompo la pierna, la cadera, con suerte el cráneo y ya no tengo que preocuparme por nada más en la vida. Cuando nos alejamos treinta metros de la escena, sin embargo, empezó a llorar y a cojear. «Buff me duele muchísimo», reconoció. «Pero me has dicho que estabas bien», comenté. «Es que me estaba mirando todo el mundo», me explicó. La entendí. Fingió hasta donde pudo. Creo que así estamos todos ahora: incapaces de disimilar más ante lo que pasa, espantados. Ya hay un señor del gobierno de EE.UU. haciendo a propósito el saludo nazi, al que mucha gente quita hierro con el argumento de solo es un brazo en alto, con la mano estirada, para que cuando del saludo los fascistas pasen a cosas peores, se pueda decir que el nazismo, en el fondo, solo es una ideología, como otras tantas, y que al fin puedan repetirse los peores episodios de nuestra Historia, como si tal cosa.