Dorito ha vuelto para tomarse su venganza

Madrid

Ignoro si el Energúmeno va a hacer a Estados Unidos de nuevo grande, sea lo que sea lo que signifique ello, o si va a llenar la playa de Gaza de spas para sus amigos. Sí es cierto que ya ha convertido a su país en un ente todavía más odioso que el que mantuvieron en pie los emperadores precedentes.

La ceremonia de la que tanto hablamos debido a que Dorito ha vuelto para tomarse su venganza, cual conde de Montecristo recauchutado, fue contemplada por los más sensatos con una mezcla de bochorno y terror. Os confieso que estuve a punto de no verla, porque cosas así hay que irlas enterrando en whisky conforme se producen, y estos días estoy a dieta para eliminar los efectos perniciosos de los excesos navideños. Pero alguien me dijo: "Cómo tienes estómago para ver algo así". Y comprendí que tenía que perseverar en mi sofá, aunque solo fuera por respeto a la profesión que antaño practiqué, la del periodista que se traga la mierda en primer plano y luego la intenta ordenar para entregársela, tan fielmente como puede, a quienes confían en su criterio.

Pero no hay forma de cribar la catarata de despropósitos iracundos y codiciosos con que el que de nuevo duerme en la Casa Blanca en vez de en la trena va a mantener desvelados a los demás. Por fin, en todas las pantallas, a todas horas, haciendo el mal, forrándose él y su pandilla.

Francamente, los tiempos que ya están aquí me gustaría pasarlos en un pub irlandés, aporreando la mesa con el bastón mientras el respetable corea Danny Boy. Y enarbolando, de paso, una bonita bandera palestina.