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Adrien Brody y Brady Corbet: "Es difícil escapar del capitalismo porque está integrado en todo"

El actor y el director presentan en en Madrid la monumental ‘The Brutalist’, una de las películas de la temporada que se alzó con el Globo de Oro a mejor drama

El actor Adrien Brody (i) y el cineasta y también actor Brady Corbet, durante la presentación en Madrid de 'The Brutalist', máxima favorita a los Óscar tras lograr el Globo de Oro a la mejor película dramática.EFE/ Daniel González / Daniel Gonzalez (EFE)

El actor Adrien Brody (i) y el cineasta y también actor Brady Corbet, durante la presentación en Madrid de 'The Brutalist', máxima favorita a los Óscar tras lograr el Globo de Oro a la mejor película dramática.EFE/ Daniel González

Madrid

El brutalismo, estilo artístico del que toma el título la película, puede ser austero, pero también monumental. Es justo lo que define a The Brutalist, una epopeya fundacional que dura más de tres horas y media, con descanso incluido, como en los viejos tiempos, pero que tiene una trama que se resume de manera contundente en una fras: "Habla de un hombre que huyó del fascismo y se enfrentó al capitalismo", define el director Brady Corbet, sobre una película plagada de alegorías y metáforas. "Espero que se pueda salir del fascismo. Del capitalismo es más complicado, porque está más integrado en absolutamente todo", expresaba el autor en una entrevista en la SER en Madrid, acompañado de su protagonista, el actor Adrien Brody, que firma una de las interpretaciones del año.

"Para mí es una película que habla de las dificultades que prevalecen de manera universal en este mundo. Independientemente de si uno huye de un régimen opresivo o de la intolerancia y se encuentra ante un nuevo conjunto de circunstancias que también son difíciles y no funcionan, la clave de la película está en la belleza de su narración, porque es así como te invita a entender las dificultades de los demás", explicaba el actor sobre una película monumental que ha ido cogiendo peso en la temporada de premios.

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Ganador del premio a mejor dirección en Venecia, festival que le convirtió en director, pues allí ha presentado tres películas, La infancia de un líder, sobre cómo surge un líder fascista, o Vox Lux, sobre una estrella pop insufrible y un atentado en un concierto masivo. The Brutalist ha sido su consagración en Hollywood, pues ha ganado el Globo de Oro y todo apunta a que será una de las favoritas de los Oscar. Es paradójico que una película con tanto éxito encontrara las reticencias de Hollywood, y encima hablando de la lucha entre un artista y un empresario. "Intenté tratar este tema vital desde muchos puntos de vista diferentes a lo largo de los años. Pero, sobre todo me interesaba la relación entre un mecenas y un artista, que es una dinámica muy singular. Y encima lo llevamos extremos bastante operísticos, porque es una película hecha al estilo de un melodrama de los años cincuenta".

Cuenta hasta la anécdota de que las compañías de seguros no querían asegurar una película con un guion tan largo, con tantas páginas. Corbet redujo el tamaño de la letra y los márgenes de las páginas para que el guion pareciera más pequeño. Coló. La película, tras siete años de espera, y tras mucha lucha por proteger el corte final, se ha estrenado tal y como el director la concibió. Tres horas y media con intermedio incluido, como antaño, y rodada en 70 milímetros y en Vistavisión. Solo así, nos dice el director, se ha podido captar todo, desde la esencia de los edificios y su arquitectura, hasta la complejidad del mundo, de nuevo, asolado por el capitalismo.

"He vivido en países socialdemócratas, pero sobre todo en Estados Unidos. He criado a mi hija en Nueva York. Mi esposa y yo elegimos vivir allí", re refiera a la directora y guionista de este filme Mona Fastvold. "Somos muy críticos con el sistema sanitario americano y con muchas cosas que nos han afectado personalmente, sobre todo en estos últimos años. Pero la realidad es que si miras por debajo del capó del coche, en cualquier lugar siempre vas a encontrarte con algún grado de capitalismo", reconoce el director que tras una incipiente carrera como actor, a las órdenes de Lars von Trier o Haneke, decidió dejarlo todo y salir adelante como director.

The Brutalist impugna, nada menos, el relato de que Estados Unidos fue un lugar de acogida, fue la tierra de la libertad y un apoyo para los refugiados de la Segunda Guerra Mundial. "Hay muchos matices y aún queda mucho por explorar incluso después de esta película". Por eso, la película es una cara b del sueño americano. Desde el inicio, con esa imagen de la Estatua de la Libertad, símbolo fundacional de ese mito, dada la vuelta. "Podemos mantenernos unidos de una manera que supere y evite estas duras divisiones e ideologías. Y si nos relacionamos como si fuéramos uno solo, entonces hay menos espacio para la explotación y hay menos espacio para el racismo o el antisemitismo o cualquier tipo de o indiferencia. La película habla de eso. Habla de las repercusiones de cuando eso no se controla", decía Brody, que se inspiró en su madre, la artista Sylvia Plachy, que emigró de Hungría a Estados Unidos.

El actor, que ganó el Oscar por interpretar a ese pianista que sobrevivía a los campos de exterminio en El pianista, la obra maestra de Polanski, se convierte en Lazslo Toth, un arquitecto polaco que ha huido del Holocausto y que llega a Nueva York dispuesto a empezar de cero. Primero trabajando en lo que puede, una tienda de muebles, en la construcción, para intentar, en algún momento, dar el salto y ejercer su profesión, esa que le había convertido en un artista reputado en la Europa de entreguerras. Su esposa, Felicity Jones, y su sobrina, siguen en Europa, mientras él se instala en Pensilvania, en la mansión de un gran magnate, narcisista y pseudofilántropo que le contrata para que le haga un monumento. Ese magnate es el actor Guy Pearce. Un personaje al que Adrien Brody define como alguien que lo tiene todo, "menos la conexión con el arte, la creatividad".

En esta nueva era con Trump en la presidencia, haciendo campaña contra cualquier tipo de migración, The Brutalist se convierte en una crítica demoledora a un país que vendió el relato de que acogía a cualquiera, pero donde el racismo y la desigualdad fueron lo que encontraron millones y millones de refugiados. "Hay una imagen en el inicio de la película que es cuando Adrian está en medio de todos los recién llegados en una habitación con números alrededor del cuello, que está basada en una imagen real del centro de inmigración al que llegaba la gente. Eso recuerda al tatuaje que todos tratan de esconder y que sella que han estado en Auschwitz, ese número de prisioneros que se daba en serie. Me pareció muy inquietante esa comparación. Por eso, insistía en esa idea de un personaje que huye del fascismo y se encuentra con el capitalismo, porque lo que pasa es que la deshumanización continúa para muchos".

El guion es completamente inventado por el director y su pareja, la cineasta noruega Mona Fastvold y es desde la ficción como consiguen contar el retrato más fidedigno hasta la fecha de lo que fue la inmigración después de la Segunda Guerra Mundial, aunque con muchas referencias. Ahí está El manantial de King Vidor, la obra de arquitectos de la Bauhaus como Marcel Breuer, Louis Kahn, Paul Rudolph. También el cine clásico de los 50. O El prestamista de Sidney Lumet, la primera película en Hollywood que habló del trauma de un superviviente del holocausto en Estados Unidos. Ambos personajes están conectados por la corrupción de un sistema que sigue exterminando a los individuos. Un sistema que permite mostrar en la gran pantalla la majestuosidad arquitectónica de los edificios creados por el arquitecto o de esas minas de Carrara donde el capitalismo explota los recursos naturales. "La verdad es que pudimos acceder a la cantera gracias a Que Adrien tenía un amigo suyo que trabajaba allí. Es muy difícil que te dejen entrar y, más todavía, rodar allí, porque es peligrosos. Yo necesitaba rodar allí, porque gran parte de lo que la película se cuestiona es la idea de un mecenas que quiere poseer la obra y controlar al artista. Había una alegoría visual extraordinaria, porque este lugar, en 500 años, ya no existirá. Hemos revestido los baños y las encimeras de la cocina y hemos dado un golpe a la madre naturaleza y está bastante cabreada por cómo la hemos tratado. Pero además, rodar ahí convierte la película en algo mítico, en una verdadera tragedia griega". Una tragedia que es la de la explotación de unos sobre otros en una película que aborda además un tema complejo ahora mismo, como fue la creación del Estado de Israel.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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