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El sueño de paz de un Hibakusha

El premio Nobel de la Paz Shigemitsu Tanaka, superviviente de Nagasaki, alerta de la crisis nuclear a la que nos acercamos y llama a los líderes internacionales a evitar repetir los errores del pasado

El sueño de paz de un Hibakusha

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Con más de treinta guerras activas en todo el planeta, es difícil seguir creyendo en un mundo en paz, pero Shigemitsu Tanaka lo hace, no acepta las ansias de venganza de quienes insisten en devolver multiplicado el daño que les han causado. Una espiral de escalada de tensiones que terminará muy mal.

“Las armas nucleares arrasarán la faz de la tierra y aniquilarán todos los seres vivos, no solo a los humanos. La tierra será inhabitable”, advierte. Y sabe bien de lo que habla.

Tanaka es un Hibakusha, como se conoce a los supervivientes de los bombardeos atómicos de Nagasaki e Hiroshima que acabaron con más de 200.000 vidas durante la II Guerra Mundial. Él solo tenía cuatro años cuando ocurrió. Recuerda que estaba con su abuelo en el jardín.

“Escuché un avión y dije… ¡abuelo, hay un avión! Empezamos a buscarlo. Miramos al cielo, vimos un destello blanco impresionante. Jamás había visto algo así. Unos segundos después nos golpeó un viento muy fuerte, con un ruido ensordecedor que rompió todo. La explosión lo reventó todo, los cristales, rajó las puertas…”, rememora.

Cuando fueron a refugiarse junto a su madre, Tanaka vio elevarse en el horizonte una enorme nube con forma de seta y el cielo teñido de rojo. Al regresar a casa, todo estaba arrasado. “La ciudad de Nagasaki se llenó de gente que deambulaba como zombis, con la piel colgando de sus manos como si fueran trapos”.

Incluso los supervivientes no lograron nunca desprenderse del miedo. Sus historias describen escenas de horror como la de una mujer caminando con su bebé colgado a la espalda ya sin cabeza. Y los daños no acabaron ahí, “hubo niños que nacieron con una mano de más o de menos, una pierna de más o de menos”, cuenta Tanaka. “La bomba provocó un calor de hasta 20.000 grados, hubo personas que se evaporaron directamente porque estaban cerca del epicentro, murieron en el acto y otras sobrevivieron, pero acabaron muriendo igualmente”.

80 años después y con estos recuerdos todavía muy presentes, Tanaka hace un llamamiento a los líderes políticos internacionales para que paren las guerras y hagan desaparecer las armas nucleares que, insiste, no han reducido todavía pese a las exigencias del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. Lo hace a través de la ONG Nihon Hidankyo, galardonada con el premio Nobel de la Paz 2024, de la que es copresidente. Su lucha es la de evitar que se aniquile al ser humano y que no se olvide su historia para evitar que se vuelva a repetir. “Pido a todos los países que vuelvan a leer este tratado para salvar al mundo”, subraya.

Actualmente, nueve países del mundo poseen armamento nuclear: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, Corea del Norte, Israel, India, Pakistán y China. Se calcula que hay 12.000 armas nucleares en todo el mundo, de las cuales cerca de 4.000 ya están preparadas para ser lanzadas en cuanto se apriete el botón.

Ese botón está en manos de líderes como Vladímir Putin, quien ha intensificado sus amenazas nucleares en los últimos meses ante el apoyo armamentístico que Ucrania ha recibido de occidente. Para disuadirlo, Tanaka invita al presidente ruso a visitar los museos de Hiroshima y Nagasaki que exponen los horrores de aquella matanza y sus secuelas que atraviesan todavía varias generaciones. “Que vea las secuelas imborrables que dejaron aquellas bombas. Las armas nucleares son antihumanas”, clama.

Pero si hay una guerra que está arrasando a la población indiscriminadamente en este momento es la de Israel en Gaza. Ante el alto el fuego que entrará en vigor este domingo tras más de un año y tres meses de bombardeos y la muerte de 47.000 palestinos, Shigemitsu Tanaka llama a Israel a poner fin definitivamente a esta matanza.

“Tienen que apostar por el diálogo, igual que se hizo tras la segunda guerra mundial, a través de las Naciones Unidas”, dice, con una foto entre sus manos que muestra la espalda en carne viva de un chico de 16 años al que sorprendió la bomba atómica cuando repartía correo en su bicicleta. Tanaka no olvida, y espera que su memoria sirva para disuadir a los grandes líderes de cometer los errores del pasado.

 
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