Juan Gabriel Vásquez: "Las novelas son más inteligentes que sus autores"
El escritor de novelas tan sorprendentes como "La forma de las ruinas" o "Volver la vista atrás", regresa a las librerías con la historia de Feliza Bursztyn, una escultora que contra todo, moldeó e impuso su exacerbado sentido de la libertad
Madrid
Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) es la pausa y la reflexión; la meticulosidad y la finura, escuchándolo es imposible no tenerlo en consideración y poco probable no estar de acuerdo con su pasión literaria. Es, desde la publicación en 2011 de El ruido de las cosas al caer (premio Alfaguara de novela), pero puede que quizás antes, en 2004, con Los informantes, un acontecimiento literario, uno de los mejores autores en lengua castellana del mundo, más que un escritor un creador. Ahora, después de aquella enmienda a la totalidad de las letras que fue Volver la vista atrás, regresa al campo literario con la poliédrica, misteriosa y excesiva vida de Feliza Bursztyn, una artista colombiana que murió de un infarto delante de los ojos de Gabriel García Márquez y unos amigos el 8 de enero de 1982, cuando estaban a punto de pedir la comanda en un restaurante ruso en París, donde estaba exiliada por culpa del acoso al que ella y otros artistas estaban sometidos por el gobierno paranoico de Julio César Turbay.
Entonces Vásquez tenía sólo ocho años. En 1996, catorce años después, era un joven aspirante a escritor en las calles de París. Recibía clases en la Sorbona, emulaba a Faulkner o Mario Vargas Llosa, visitaba médicos por un problema de salud y viajaba en el metro parisino acompañado por un libro recopilatorio de artículos de Gabriel García Márquez. Entonces allí leyó una columna sobre Feliza Bursztyn, en el que el premio Nóbel de Literatura escribió que la escultora colombiana había muerto de tristeza. En ese instante, casi tres lustros después de su muerte, Feliza Bursztyn, empezaba a resucitar en la pluma del escritor colombiano.
Feliza Bursztyn era una mujer de ideas artísticas revolucionarias y de un desaforado sentido de la libertad. "Era una mujer extraordinariamente compleja, poliédrica, con muchas caras, pero definida por las fuerzas que moldearon su vida, en lucha por la búsqueda constante de sí misma". Añade que fue "capaz de reinventarse contra fuerzas muy potentes, tanto familiares como artísticas en las que creció, en un país, que es el mío, un país contradictorio, violento y al mismo tiempo fascinante".
Juan Gabriel Vásquez: "El reto es convertir a una persona real en un personaje de ficción"
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Es esta una historia recurrente en Juan Gabriel Vásquez, la de una obsesión que no se va de la cabeza y que duerme allí, madurando, durante muchos años. "Mi primer conocimiento -cuenta el escritor bogotano- fue en 1996, cuando leí una columna de Gabriel García Márquez, perteneciente a un libro recopilatorio de artículos, en el que decía que Feliza Bursztyn había muerto de tristeza. Durante muchos años, casi treinta, lo que hubo por mi parte fue un aprendizaje. Para aprender a escribir este libro yo necesitaba escribir otros libros antes que giraron en torno al uso de la ficción y de la imaginación para contar una vida real". Y descubrió algo más: "Tenían que pasarme cosas y llegar a tener la edad que tenía Feliza Bursztyn cuando murió, 48 años".
Tener su edad y recorrer los lugares exactos por los que transitó la artista en París. "Viví en los lugares en los que vivió ella y recorrí los espacios que recorrió ella. Yo soy un escritor que necesita hacer una indagación periodística antes de ponerse a escribir la historia". Tanto es así que reconoce que, como la única forma de poder visitar la Academia de Bellas Artes en la que Feliza tomó clases, era apuntarse a ella, acabó formando parte del alumnado e incluso haciendo una escultura, una cabeza humana. "Bueno -reconoce divertido- esa cabeza es un gran error de la historia del arte, lo conservo como un fetiche, pero lo que para mí siempre ha sido importante es tener un reconocimiento directo de la vida del protagonista, saber qué hizo, cómo lo hacía, qué sentía el personaje, a qué huelen las cosas que le eran próximas".
Reconoce que sólo puede hacer novelas desde la obsesión. Y es que lo que comienza en su caso como una curiosidad descubre que no lo es, que es algo más, que ya no le deja en paz y que se convierte en una fijación. Luego -termina- "la única manera de liberarnos de esa sensación es escribir el libro". Esta novela le permitió conocerse mejor a sí mismo. "Con la escritura acabamos siempre conociendo aspectos que pueden ser incómodos de nosotros mismos, pero es que yo siempre he creído que las novelas son más inteligentes que sus autores". También, como muchas de sus novelas, es la historia del exilio, de lo que sucede cuando una persona, contra su voluntad o invitada por gobiernos que persiguen a la libertad, se ven obligadas a vivir en otros lugares.
Y aunque él no lo dice, ahora que Feliza Bursztyn es lugar de encuentro en bibliotecas y librerías, y razón de críticos y lectores, la cabeza de Juan Gabriel Vásquez debe estar centrifugando ya una idea, una pregunta, uno o varios personajes que desembocarán en un relato que también leeremos gustosos y, del que aunque no llevara su nombre, como confiesa la periodista Leila Guerriero, sabríamos que es de él, conscientes de que Vásquez es ya un género en sí mismo.
Sergio Castro Salillas
Redactor y guionista en la SER desde 1996. Estuvo en La Ventana, A Vivir y ahora es redactor de Hoy...