Mohammad Rasoulof: "Las mujeres iraníes son una inspiración por la libertad y la democracia"
El director iraní, que tuvo que huir de su país tras una nueva condena y la persecución del régimen, estrena 'La semilla de la higuera sagrada', una portentosa película sobre la fuerza de la revolución feminista en Irán
Madrid
El director iraní Mohammad Rasoulof estuvo en prisión justo cuando comenzó la revuelta de las mujeres en su país en el verano de 2022. Junto a otros presos políticos vivió con emoción los cambios sociales, impulsados por la valentía de las mujeres. Ahí surgió la idea de La semilla de la higuera sagrada, una película frontalmente política con la que denuncia la persecución del régimen iraní y el estado de terror en su país. Tanto es así que el cineasta, autor de otros títulos combativos como Un hombre íntegro o La vida de los demás, historias en las que denuncia la corrupción y la pena de muerte, tuvo que huir de su país para evitar una nueva condena de cárcel y latigazos. "Estaba en medio del rodaje de la película, cuando mis abogados me contaron que había una sentencia contra mí de ocho años de prisión. Pensé que no sería capaz de acabar el rodaje", confesaba en conversación con la Cadena SER en el pasado Festival de Cannes, al que llegó apenas unos días después de comunicar su salida del país. "Le pregunté al abogado si podíamos acabar la película. Me dijo que recurriríamos la sentencia y eso nos daba unos meses. Fue en enero y en marzo tendríamos con suerte la segunda sentencia. Así que nos pusimos a rodar y eso es lo que pasó". Un rodaje que pasó la censura, pero el miedo estaba en el cuerpo, el miedo a ser descubiertos. Para ello intentaron mantener un grupo pequeño, un equipo técnico mínimo y confiarlo todo a la habilidad del cámara.
"Nada más terminamos sacamos todo el material fuera de Irán, pues mi montador vive en el extranjero. Le dije: 'no importa lo que me pase, la película ahora está en tus manos, acábala siguiendo el guion y asegúrate de que está a salvo", explica sobre el proceso de montaje, donde el director ha ido intercalando vídeos sacados de las redes sociales de las protestas de manifestantes durante esa época en Irán. Mujeres y hombres, muchos jóvenes, salieron a las calles para mostrar su rechazo ante el asesinato de Mahsa Amini bajo custodia policial tras ser detenida por no llevar el hijab. Parte de ese metraje está en vertical y permite ver la brutalidad policial contra los manifestantes.
Mientras se montaba el film, llegó la sentencia. "Dos horas después de lograr poner la película a salvo, supe que estaba condenado. Tuve muy poco tiempo para decidir si volver a la cárcel de nuevo o dejar el país. Pensé que si iba a la cárcel me iba a convertir en un prisionero político más, entrando en cierta pasividad. Tengo más historias que contar y para eso tengo que estar fuera de prisión. Así que en dos horas volví a casa, cerré las ventanas, me despedí de mis plantas, dejé mis aparatos electrónicos, pedí dinero en efectivo a un amigo y me fui a un lugar seguro, desde donde contacté con gente que conocí en la cárcel. Es de las pocas cosas buenas de la prisión, que haces contactos. Me presentaron a contrabandistas que llevan a la gente a la frontera. Es lo que hice. Crucé la frontera y allí lo más complicado era tener que demostrar que era yo ante las autoridades alemanas. Es cierto que al haber vivido en el país antes, no fue tan difícil. Finalmente todo salió bien. Fue un viaje de veinte días hasta que llegué a Alemania", explicaba con la tranquilidad de saber que ahora está en un lugar seguro.
Con La semilla de la higuera sagrada, película candidata por Alemania a los Oscar y entre las favoritas en la categoría internacional, Rasoulof indaga en cómo una familia acaba destruida por culpa del poder totalitario de un estado. El filme narra la historia de un juez que acaba de ser ascendido y que tendrá que firmar sentencias de muerte mientras pide a sus hijas adolescentes y a su mujer un comportamiento ético irreprochable, pues ahora serán escrutados por las autoridades y serán el objetivo de opositores y manifestantes. Por ello, este hombre esconde una pistola, de cuya desaparición repentina culpa a sus hijas y a su mujer imponiendo medidas draconianas que tensan la relación familiar. "El sistema iraní es una máquina criminal dirigida por unos individuos, pero la muerte de estos tipos no va a cambiar las cosas ni las atrocidades que ocurren. Tengo esperanza y soy optimista en la presión de la comunidad internacional, que eso permita a los iraníes ocupar ese sistema".
La película es una oda a la valentía de las mujeres que rompen las dinámicas de poder tanto dentro de la familia como en todo el país. "Las figuras que más nos inspiran con respecto a la libertad y la democracia son mujeres. Muchas de ellas están en prisión. Hay mujeres importantes y conocidas y otras anónimas, que continúan luchando y que son toda una inspiración para nosotras", y señala precisamente a la actriz protagonista del filme, Soheila Golestani. Interpreta a una madre que teme perder su status, que teme que su marido vaya a la cárcel y que no quiere que sus hijas se salgan del carril. Golestani formó parte del movimiento, Mujer, Vida, Libertad. a "Ha hecho una interpretación increíble y es una gran activista. También ha sido muy valiente el trabajo de las actrices jóvenes de la película. Cuando me preguntan de dónde saco la energía para luchar, digo que de las mujeres", insistía el director, que también se reencuentra en esta historia con Missagh Zareh, uno de los actores de Un hombre íntegro que dejó el cine en protesta por la censura, pero accedió a trabajar otra vez.
"Hemos hecho esta película en circunstancias muy complicadas, pero aún así la hemos hecho. Irán tiene muchísimos directores talentosos que pueden luchar contra la censura y encontrar su propia voz más allá de las restricciones. Es un mensaje de esperanza para ellos, que vean que, aunque sus películas no se puedan exhibir en Irán, pueden viajar, pueden verse. Deberíamos hacernos una pregunta muy importante, ¿por qué el régimen iraní está tan preocupado de que la gente cuente historias, de que hagan películas?", se preguntaba el director.
Lo cierto es que su película es un relato de terror. Lo que empieza siendo un drama familiar acaba siendo una denuncia política de un país que no deja libres a sus individuos, pero también un thriller donde esta familia entra en una espiral de desconfianza y tensión, y donde la violencia está latente todo el rato. "Para mí hay algo superior, hay algo que está por encima de todo y es la libertad. Mi pasión es el cine, crear películas, pero si tengo que renunciar a esto por la libertad, lo haría, porque sin libertad no habría esa pasión y no podría hacer películas. De ahí saco la energía para continuar". Esa energía es la que le permitió filmar una historia metafórica donde equipara la importancia de matar al padre con matar al estado teocrático de los ayatolás. La metáfora de cómo el poder, si es excesivamente controlador y coercitivo, acaba generando una tragedia.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...