El año de Frankenstein
"Recuerdo estupor, incertidumbre, miedo y un poquito de esperanza. Recuerdo un sentimiento casi unánime: 'Ya era hora'. Les aseguro que no recuerdo a nadie diciendo, o pensando, 'mira, ya está aquí la democracia'"
El año de Frankenstein
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Ha empezado el año de Franco. El gobierno organiza más de cien actos para conmemorar que en 1975, hace medio siglo, murió el dictador Francisco Franco, “caudillo de España por la Gracia de Dios”. Dios demostró en eso poca gracia, pero, en fin, es lo que había por entonces. Lo que hay ahora, parece, es una celebración por el hecho de que una piltrafa humana muriera entubada en un hospital. Desde luego, la muerte de Franco no supuso el fin automático del franquismo. La dictadura siguió con un nuevo dictador, Juan Carlos I. Resultó que el rey no quiso ser dictador y que los españoles preferimos que no lo fuera, pero todo eso ocurrió luego, no en 1975. Ahí el PP tiene su punto de razón. El riesgo consiste en que el año de Franco termine siendo el año de Frankenstein. O sea, que no se hable de una lamentable figura histórica, con toda su crueldad, su mojigatería y su astucia, sino que se intente resucitar un espantajo monstruoso para jugar al guerracivilismo de salón. Recuerdo aquel 20 de noviembre de 1975. Recuerdo estupor, incertidumbre, miedo y un poquito de esperanza. Recuerdo un sentimiento casi unánime: “Ya era hora”. Les aseguro que no recuerdo a nadie diciendo, o pensando, “mira, ya está aquí la democracia”. El año del que se denominó, en términos del régimen, “hecho biológico”, fue oscuro. Dudo que en los cien actos programados pueda revivirse la ambigüedad y la angustia de aquellos días. Temo que se quiera hacer pensar a las nuevas generaciones que una España vigorosamente antifranquista tomó el Palacio de Invierno en 1975. Eso no sería hablar de Franco, sino de Frankenstein: pura fantasía. Como este año pinta largo y políticamente complicado, a saber cómo acabará el cincuentenario de la muerte del tirano. Puede que hacia diciembre estemos celebrando ya cosas distintas. O lamentando otras.
Me llamo Enric González. Les deseo un año de serenidad.