Las mil batallas de Marisa Paredes
La actriz ha fallecido a los 78 años de edad. Más de 75 películas, además de numerosas series de televisión y obras de teatro, avalan la carrera de una de las grandes actrices españolas de las últimas décadas.
A pesar de ese aire tan aristocrático suyo, ese aire tan de diva, Marisa Paredes no tenía sangre azul. Nació y se crio en la portería de una casa de la madrileña plaza de Santa Ana. Era hija de la señora Petra, la portera del inmueble. Marisa dejó el colegio a los 12 años, fue aprendiz de costurera y a los 14 empezó con las mentiras. En casa decía que iba a clases de mecanografía pero en realidad eran de arte dramático. Su debut en el teatro llegó con una sustitución de urgencia en la compañía de Conchita Montes. Empezaba así una carrera en la que la actriz libraría mil batallas hasta hacerse con un puesto de honor en la historia del cine y el teatro en España.
Con dieciséis años ya hacía giras teatrales por toda España. Durante los años 60 y 70 se dedicó sobre todo al teatro. En los escenarios y en la tele. Se convirtió en una habitual de los televisivos Estudio 1 al tiempo que intervenía como secundaria en spaghetti westerns y comedias de Marisol. Un día conoció al director Antonio Isasi Isasmendi que le dio un papel de guerrillera en su película El perro. El director se convirtió en su pareja y con él tendría a su hija, la futura actriz Maria Isasi. Marisa abandonó su trabajo durante cinco años para cuidarla. Y de esa época le viene también la delgadez que ha definido su físico.
Su regreso al cine en 1980 con Opera prima de Fernando Trueba marcó un cambio de tendencia en su filmografía. Los directores de la nueva generación empezaron a contar con ella. Trabajó con Emilio Martínez Lázaro en Sus años dorados y con Agustí Villaronga en Tras el cristal y, sobre todo, aterrizó en el convento de Entre tinieblas de Pedro Almodóvar. El director iba a ser también quien consiguiese que dejara de ser una eterna actriz de reparto dándole su primer gran protagonista en Tacones lejanos. Fue así como Marisa Paredes, a pesar de llevar en el tajo desde los 15 años consiguió a los 40 la aceptación total del público. Pedro Almodóvar la convirtió en una de sus chicas. Con él repetiría en otras películas como La flor de mi secreto, Todo sobre mi madre, Hable con ella o La piel que habito. Gracias a Almodóvar también el público descubrió la fuerza dramática que había en ella. El escritor Guillermo Cabrera Infante llegó a bautizarla como la Joan Crawford del cine español.
En los últimos 30 años Marisa Paredes ha paseado su delgadez y su melena, a veces cana, a veces rubia, por películas como La reina anónima, Leo, El espinazo del diablo, Reinas o Frío sol de invierno. Entre 2000 y 2003 fue presidenta de la Academia del Cine Español haciendo frente a la época más controvertida de ésta, incluyendo la gala del “No a la guerra”. Con los Goya, ella en particular, no tuvo mucha suerte. Hasta el Goya de honor de 2018 solo había sido nominada dos veces, una como actriz de reparto en 1988 por Cara de acelga y otra como actriz protagonista por La Flor de mi secreto en 1996. En cambio, sí le fue bastante bien en el cine internacional. En México, por ejemplo, trabajó con el director Arturo Ripstein en películas como Profundo carmesí o El coronel no tiene quien le escriba. Y ha rodado en otros muchos países: Francia, donde era muy popular, Portugal, Venezuela, Italia… Fue por ejemplo la madre de la “principessa” de Roberto Benigni en “La vida es bella”. En total tiene en su haber más de 75 películas, lo que le ha valido además del Goya de Honor el Premio Nacional de Cinematografía, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes o la Espiga de Honor del festival de Valladolid.