Opinión

La conjura de los leds

Concebir la ciudad y su espacio público como una mercancía es una de las causas de un creciente y no siempre visible malestar urbano

Las luces de Navidad iluminan la madrileña calle Preciados / Rodrigo Jiménez (EFE)

Las luces de Navidad iluminan la madrileña calle Preciados

Madrid

Cualquiera pensaría que, en unas fechas en las que todos los españoles, independientemente de nuestra ideología, nos sentimos todavía conmocionados por la tragedia de la DANA en Valencia y convencidos de que son fenómenos que se repetirán cada vez más y con más intensidad -según ha reflejado con precisión la encuesta de 40dB para la SER y El País-, la preocupación prioritaria de nuestras ciudades sería la de elaborar o actualizar sus planes de resiliencia, crear refugios climáticos, asegurar suministros básicos de emergencia y rediseñar algunas zonas urbanas para hacer frente a temperaturas extremas o inundaciones.

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Sin embargo, las imágenes del reciente puente de la Constitución nos han mostrado calles más abarrotadas que nunca por multitudes atraídas por las luces de navidad, desplegadas con muchos ayuntamientos con una determinación que desearíamos haber visto también a la hora de mejorar el transporte público o garantizar la climatización de las escuelas públicas de cuyo mantenimiento son responsables, por poner algún ejemplo.

Tanto ha sido el entusiasmo navideño que algunos vecinos han empezado a darse cuenta de lo difícil que es vivir en una ciudad que, cada vez más a menudo, se convierte en un parque temático en el que lo único importante es aumentar el número de visitantes en sus calles principales y conseguir que gasten cada vez más dinero.

Concebir la ciudad y su espacio público como una mercancía es una de las causas de un creciente y no siempre visible malestar urbano, como describen autores como Jorge Dioni. Pero hay que reconocer que es una tendencia bastante transversal y cada vez más extendida. Parece que no hubiera medida mejor para valorar la gestión de los gobiernos locales que incrementar la llegada de turistas y aumentar el negocio de la hostelería. No hay que engañarse: las luces de navidad nos atraen a todos sin distinción… al menos hasta que nos toca convivir con sus efectos colaterales en forma de ruido, masificación y dificultad para descansar.

Realmente vivimos en un momento de gran confusión. La mayoría de la gente comparte la preocupación por el agravamiento del cambio climático y cómo repercutirá directamente en su vida cotidiana y, al mismo tiempo, contribuye a reforzar los hábitos colectivos que empeorarán la situación. Para algunos será una especie de carpe diem, apuremos la última copa hasta que se hunda el Titanic. Pero seguramente para la mayoría se trata de la imposibilidad de resistirse a la tentación, a pesar de saber que en el fondo es una mala decisión.

Se supone que la buena política es la que no pone a los ciudadanos ante dilemas imposibles. No debería ser necesario renunciar a la ilusión navideña -aunque siendo conscientes de que es eso, una ilusión que siempre promete mucho más de lo que da- para poder actuar de forma responsable ante los grandes problemas de nuestras ciudades. Nadie quiere ciudades tristes, pero tampoco sin calidad de vida o solo atractivas para quien tiene unos buenos euros para gastar.

La competencia entre ciudades es una carrera trucada. Se compite en popularidad, en likes, en reseñas periodísticas, en estadísticas de turismo, cosas que habitualmente no son lo más decisivo a la hora de hacer confortable la vida de sus vecinos. A pesar de tantas luces como nos ciegan estos días de diciembre, vivimos tiempos de oscuridad y de grandes incertidumbres. Quizás sería más apropiado entonces competir en moderación, en silencio, en buen gusto, en generar una confianza basada en la eficacia de lo público y la solidaridad ciudadana para cuidarnos y protegernos. Pero, hay que reconocerlo, esto sí que es un pensamiento auténticamente navideño.

José Carlos Arnal Losilla

José Carlos Arnal Losilla

Periodista y escritor. Autor de “Ciudad abierta, ciudad digital” (Ed. Catarata, 2021). Ha trabajado...

 
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