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Cruz Álvaro, el 'alma máter' de la expedición antártica: "El deporte forma parte del tratamiento contra el cáncer"

El Reto Pelayo Vida bordea la península Antártica entre cascotes de hielo y los restos de un ballenero encallado hace más de un siglo

Cruz Álvaro, en la proa de 'El Doblón' / Héctor González

Cruz Álvaro, en la proa de 'El Doblón'

Bahía de Cuverville, Antártida

Cada día es un regalo en este paraje helado y salvaje. 'El Doblón' se va deteniendo en entre islas, bahías rodeadas de montañas cubiertas de blanco y bordea el majestuoso continente antártico para delicia de todos los afortunados que viajan a bordo. La goleta en la que navegan las cinco supervivientes de cáncer abarloa al mediodía al lado de un ballenero noruego que naufragó en 1916, situado en Puerto Foyn. Tras ello, el nuevo rumbo es la bahía de Cuverville, y aunque el hielo intenta frenar a la expedición, la embarcación se abre paso y fondea en un escenario único en el planeta, donde el agua se convierte en espejo de cumbres nevadas y el cielo se tiñe de rosa sin que la luz se vaya jamás.

"De cero a diez está siendo un quince", señala Cruz Álvaro, la aventurera más veterana (53 años) de este Reto Pelayo Vida 2024. Al igual que el resto de la tripulación, se muestra ensimismada con el entorno que le rodea: "No es algo imaginable antes de venir, todo lo que había previsualizado no hace justicia con lo que estamos viendo". Cruz realiza sus guardias y labores en cubierta con la mayor atención, pero cuando le toca descansar pasea de un lado a otro de la goleta, pendiente siempre de sus cuatro compañeras. Si necesitan algo, ya sea una mano en su trabajo en el barco o un simple desahogo y un abrazo, ahí está la expedicionaria madrileña. Se ha ganado el apodo de madre o protectora del grupo: "Me gusta mucho cuidar, y si es el rol que me han dado estoy feliz por ello".

Cruz mira de reojo el tatuaje que tiene en su muñeca izquierda y que reza 'La vida es ahora'. Se lo hizo tras superar el cáncer de mama, que en su caso llegó en 2021 mientras se reponía de un doble batacazo profesional y personal: "Me estaba reconstruyendo de dos tsunamis cuando de pronto llega una noticia de ese calado. Es dura, pero estoy convencida que después de pasar el calvario, las zonas de oscuridad y los miedos, encontré una vida más plena que antes del cáncer". La rutina de Cruz antes del cáncer se resumía en "trabajo, casa, mis hijas, gimnasio y película por la noche", y para ella, su día a día es mejor hoy que entonces: "En el transcurso de la enfermedad surge la preocupación de si no vas a ser la misma cuando todo termine. Pues por suerte no lo eres. En mi caso soy una persona optimista y positiva (aunque lo he pasado mal) y ahora estoy en una línea de vida que me llena más que la de antes".

Bahía de Cuverville

Bahía de Cuverville / Héctor González

Bahía de Cuverville

Bahía de Cuverville / Héctor González

Lo que no ha cambiado es la relación de Cruz con el deporte, que se hizo aún si cabe más trascendental durante el cáncer: "Lo dejé lo justo por los tratamientos y las cirugías, pero siempre he estado muy vinculada al deporte. En mi caso pasé una mastectomía bilateral profiláctica y una de las mejores noticias que me dio el oncólogo era que debía hacer deporte. El deporte forma parte del tratamiento. Fue una auténtica bombona de energía". La navegación apareció en su lista de prácticas deportivas hace tres años, y espera que prosiga en el futuro junto a Macarena, Patricia, Marta y Almudena. "No me gustaría que la relación con mis compañeras quedara aquí, en ellas también está ese propósito. Lo ideal sería un mixto de planes entre mar y tierra", comenta Cruz. Antes, quedan las últimas jornadas en la Antártida y el recorrido de vuelta por el temido paso de Drake donde el grupo deberá hacerse más fuerte que nunca.

 
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