El fenómeno Sally Rooney y otros relatos sobre la importancia de narrarnos a nosotros mismos
De lo individual a lo colectivo, la ficción y el relato son imprescindibles para narrarnos a nosotros mismos y para la construcción del individuo posmoderno. Leemos a Jon Bilbao y a Sally Rooney. Las mujeres protagonizan los principales estrenos teatrales de la semana. Las artes escénicas volcadas con la discapacidad. Desde el costumbrismo y esperpento nos colocamos frente al espejo
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“El lenguaje es algo que aprisiona, que hiere como alfileres”, leemos en La clase de griego, la última novela de Han Kang. En toda la obra de la escritora surcoreana hay violencia y tensión en el lenguaje. Han Kang es la Premio Nobel de Literatura 2024 por su intensa prosa poética que se enfrenta a traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana. Si en La vegetariana, con la que ganó el Booker Price internacional, una mujer renunciaba a comer carne, en La clase de griego una mujer, como la propia escritora en su vida real, perdía la capacidad del habla, del lenguaje y, para recuperarlo, se apunta a clases de griego. El profesor se está quedando ciego. "Una metáfora de esta sociedad, donde ni vemos ni escuchamos, no nos comunicamos. Es una sociedad abocada a la desaparición", nos decía la escritora en La Hora Extra.
Kang coincide con Lola López Mondéjar, ganadora del último Premio Anagrama de Ensayo, que dice que de todas las transformaciones que sufre el individuo posmoderno, una de las más relevantes es su pérdida de narratividad, la dificultad cada vez más agudizada para contarse a sí mismo y elaborar un relato. Precisamente el primero de nuestros invitados es un maestro del relato. Jon Bilbao nos presenta Matamonstruos, novela con la que cierra una trilogía formada por Basilisco (2019) y Araña (2023), editadas por Impedimenta. Bilbao se mueve en la frontera, ese territorio clásico del western, expandiéndola a otros géneros literarios, que mezcla, y desdibujando la separación entre realidad y ficción. La ficción, escribe Jon Bilbao en el prefacio de este libro, sí ofrece respuestas, alberga verdades, resuelve, construye, restaura, limpia. No sabemos si llega a sanar, pero sirve de brújula interior.
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Matamonstruos es el cierre de las aventuras y desventuras de John Dunbar, un pistolero del lejano Oeste, un salvaje, una bomba de testosterona, con un ideal de masculinidad casi caricaturesco que Bilbao ha ido desmontando y transformando. Esos constructos narrativos del wéstern y de la masculinidad en el wéstern que hemos bebido del cómic y del cine.
De masculinidad y machismo va también Intermezzo (Random House), la nueva novela de Sally Rooney, la autora indie, irlandesa, milennial antimilennial, que vive en el campo, no está en las redes y apenas da entrevistas. Rooney es una novelista estupenda, capaz de retratar el desencanto de su generación, los millennials, que ya se van haciendo adultos y de hacerlo, además, desde una perspectiva de clase, algo de lo que pocos autores pueden presumir. Lo vimos en Conversaciones entre amigos, su primera publicación; y también en Gente normal, que se convirtió en serie de televisión.
Intermezzo es la historia de dos hermanos que se encuentran en un momento de duelo por la muerte de su padre. Viven en Dublín, el mayor es un abogado de éxito con unos principios morales muy claros, que a veces entran en conflicto con su comportamiento. Le saca 10 años a su hermano, un ajedrecista que de niño fue un prodigio, pero que a los 22 es más bien un experto en horas bajas. La relación entre ambos debió de ser buena hace mucho tiempo, pero ya no lo es. Como reconocía la escritora, Intermezzo es el libro en el que más ahonda en el retrato de una masculinidad en crisis en este mundo. Y es que el relato se centra en sus relaciones con las mujeres, con una diez años mayor que él y con una 10 años más joven. Todo esto mientras lidian con el trabajo y la precariedad. La autora es siempre muy política, aunque hable de amor y amistad, aquí vemos el problema de la vivienda en las ciudades y vemos el machismo en la sociedad. La autora también habló en la presentación del libro de Gaza. Mientras su editorial la vende como un producto de marketing, "la Taylor Swift de la literatura", ella insiste en que lo político, lo íntimo y la literatura están profundamente Unidos.
Memoria, discapacidad y abusos en el teatro
De lo íntimo a lo colectivo, de la narrativa personal a la universal, las mujeres se cuentan a sí mismas y nos narran a todos sobre los escenarios. Secun de la Rosa rescata en Teatro del Barrio la historia de Juanita Capdevielle, la primera mujer directora de la biblioteca del Ateneo de Madrid, fusilada a los 31 años en el mismo día que Federico García Lorca. Es una forma de recuperar esas figuras olvidadas por la historia. Con Los libros ardieron, Secun de la Rosa da voz a un personaje del que apenas se ha hablado. "Juanita era una mujer valiente, amante de la cultura, universitaria, que decidió dar conferencias hablando de temas tan adelantados a su momento como la sexualidad en la mujer", nos explica el autor y director del monólogo. "Además, luchó sottovoce, sin que se supiera, por ayudar a poetas y escritores. Ayudó a la Barraca a montar la última función, un Lope de Vega en el Ateneo", añade.
La de Juana fue una vida muy interesante, sepultada y negada, que ahora recupera el teatro en un homenaje a todos los que aman la cultura, a todos los que la defienden y protegen sin necesidad de ser escritor, poeta o artista. Y que indaga en las razones de ese olvido, desde la poética y la propia humanidad del personaje. En el papel de Juanita la actriz Natalie Pinot, en un monólogo que acompaña la guitarra de Pablo Méndez. "Es un gran reto porque voy pasando por un torbellino de emociones, de estados, es un viaje alucinante, momentos súper entrañables, momentos desgarradores, momentos divertidos. El texto es muy poético, es hermoso", comenta la protagonista.
En Sala Cuarta Pared, Manuela Vos, tetrapléjica desde 2021 y recientemente campeona del mundo de paraciclismo, la primera española, protagoniza un espectáculo sobre la superación, el esfuerzo y su camino como deportista. La obra es una reflexión profunda sobre la diferencia y la manera que tiene la sociedad de enfrentarse a ella. Manuela, el vuelo infinito ha sido escrita por Emilio del Valle, amigo personal de Manuela. Fue ella quien le propuso hacer algo juntos y Emilio pensó en contar cómo fue el accidente y su impacto, no solo en la vida personal de Manuela, también cómo un hecho así repercute en la sociedad y por qué nos hace cambiar nuestra mirada. "Uno no repara en toda la gente que va en silla de ruedas por una calle, hasta que de pronto te das cuenta de que tienes alguien a tu lado que vive así cada día. A medida que vamos profundizando en el proceso artístico, me doy cuenta de que nos falta muchísimo por hacer. Un escalón de 3 centímetros puede ser vital para el tránsito de una persona que va en silla de ruedas", explica del Valle.
La propia Manuela ha participado no solo en el proceso creativo, también en el montaje que mezcla el teatro documento y la autoficción. "Lo que necesitamos es normalizar nuestras vidas y que no nos vean como raros. No se piensa ni se habla con la silla de ruedas, se habla con el cerebro. Además, a lo mejor puedo ayudar a gente en la misma situación que yo, que con lucha y mucho trabajo se puede llegar mucho más lejos de que uno piensa que puede llegar", defiende la protagonista.
En el Teatro Quique San Francisco The Shit Show, dos puntos de vista femeninos y opuestos sobre un mismo tema: los abusos de Harvey Weinstein. Escrita y dirigida por Elisabet Altube, la obra reflexiona sobre la cultura del consentimiento y el impacto del MeToo, a través de la visión de la abogada que defiende a Weinstein y la de una de las periodistas que destapó el escándalo. Lo hace recreando la entrevista que mantuvieron en pleno juicio y que a la autora le planteó una reflexión sobre el poder del discurso y lo arraigada que está en la cultura la culpabilización de la víctima, su revictimización. El montaje se completa con el testimonio de una de las mujeres que sufrieron las agresiones del productor. Interpretan las actrices Ariana Martínez y Mónica Miranda.
Toda la obra está construida a partir de fragmentos reales del juicio y declaraciones públicas e indaga en el peligro de convertir estos casos en espectáculo. También cuestiona si realmente estamos avanzando en la lucha por los derechos de las mujeres. Precisamente esta semana el ministro de Cultura ha anunciado que se ha puesto en marcha la Unidad de Prevención y Atención Contra las Violencias Machistas en el Sector Audiovisual y Cultural. "Creo que necesitamos reaccionar con todos los casos que estaban saliendo, tener un instrumento específico del mundo de la cultura para luchar contra las agresiones machistas", advierte Ernest Urtasun en la SER. "El dispositivo hace dos cosas, la primera son acciones de prevención, a través de cursos de sensibilización, de acciones formativas que vamos a empezar a desarrollar. Y después una oficina de atención, ajena al ministerio y cuyas denuncias serán tratadas por n despacho de abogados especializado en la materia y desde el anonimato", explica el ministro. Para acceder al servicio, hay un teléfono (+34 651 684 584) y un email unidadviolenciasmachistas@fundacion-aspacia.org.
A pesar de los pasos que se están dando en igualdad y lucha contra las violencias machistas, aún queda mucho por hacer, como advertían las protagonistas de The Shit Show en declaraciones a La Hora Extra. Sin embargo, el tiempo de los feminismos y de los géneros ha pasado. Al menos para el teatro, muy volcado estos últimos años en esa temática. Es la conclusión que saca Salvador Sunyer, el director del festival Temporada Alta, de sus encuentros con compañías internacionales. Hay una nueva corriente, dice, que apuesta por la narrativa, por la adaptación de novelas y por una vuelta a los clásicos. Clásicos como La Gaviota de Chéjov, hasta tres montajes diferentes coinciden estos días en España.
Muy aplaudida en el Temporada Alta Gaviota, versión del argentino Guillermo Cacace, con una interesante puesta en escena. Cinco actrices alrededor de una mesa, en el centro de la caja escénica, sentadas entre los espectadores, a los que se dirigen, hablan y escrutan. Unas pocas decenas de personas experimentan en primera persona la intensidad emocional de esta versión libre del clásico de Chéjov llegado del teatro off de Buenos Aires. Cacace sitúa el personaje de Masha en el centro de la trama. En la rueda de prensa, el director se confesaba progresista y feminista, pero no tiene nada que ver con que sean cinco mujeres las que interpretan la obra. "Simplemente quería trabajar con estas cinco personas e inmediatamente rechacé el convencionalismo ese de que necesito actores para interpretar los personajes masculinos", explica.
En el Centro Dramático Nacional otra gaviota, La Gaviota de la peruana Chela de Ferrari interpretada por actores ciegos o con discapacidad visual. Como a Emilio del Valle con Manuela Vos, a Chela le ha cambiado la percepción de la vida en general y del teatro en particular el conocer y trabajar de cerca con personas con otras capacidades. "A raíz de mi trabajo de Hamlet con actores y actrices con síndrome de Down, pude relacionarme con el teatro de otra manera, pude entender el beneficio de ofrecer un texto de gran valor, icónico, en manos de un colectivo de personas a las que como sociedad no solemos dar valor. Lo mismo sucede con La Gaviota", explica la directora en rueda de prensa. "Las palabras de Chéjov pronunciadas por actrices y actores ciegos o con baja visión, permiten que su sentido varíe y tome un nuevo significado. En las obras de Chéjov no hay ni buenos ni malos, el autor no los juzga ni los salva del desamparo. Quizá por eso nos resulta fácil empatizar con ellos, porque somos todos más o menos así, inseguros, complejos, a veces luchadores, a veces ciegos frente a nuestra realidad, intentando torpemente darle sentido a nuestra vida".
De Chéjov a Valle-Inclán y otra adaptación novelesca: Luces de Bohemia, que cumple 100 años, dirigida por Eduardo Vasco en el Teatro Español del que es responsable. Muchas veces representada, nunca se había hecho sobre las tablas de este teatro y esta es una ocasión única, solo se va a poder ver aquí, advertía Vasco en la presentación. "Hace un siglo, cuando Ramón María del Valle-Inclán escribía Luces de Bohemia, citaba en varias entrevistas el gran guiñol, los títeres del Teatro dei Piccoli de Vittorio Podrecca, ese mundo de los muñecos, de los fantoches, unido a toda esta cosa de la búsqueda del grotesco y lo épico. Y nosotros hemos tirado un poco por esa vía, por teatralizar mucho, tratar de que cada escena tuviera el estilo que reclamaba y no unificar. Te puedes encontrar partes casi más realistas, hasta pasando por algunos episodios pseudo costumbristas o expresionistas", explica el director.
Luces de Bohemia es una gran producción con un elenco de 25 artistas, con Ginés García Millán como Max Estrella y Antonio Molero como Latino de Hispalis. Considerada una pieza cumbre del teatro español del siglo XX, Luces de Bohemia inauguró el esperpento como género literario.
Precisamente a Valle-Inclán le dedica el Museo Reina Sofía una gran exposición. 'Esperpento. Arte popular y revolución estética' es una relectura del concepto concebido por el escritor en la década de 1920 y que va más allá del género literario. ¿Quién no ha vivido alguna vez una situación que podría calificar de esperpento? Todos, pero ¿qué es el esperpento? Lo que hace el Reina Sofía es plantearnos una nueva perspectiva para entender la realidad, en una exploración crítica del arte popular. Con obras de Eugenio Lucas Velázquez, María Blanchard, Rosario de Velasco o Umberto Boccioni, la muestra gira en torno a las principales obras de Valle-Inclán analizando la España cultural del primer tercio del siglo XX. Lo hace a partir de la desnaturalización del concepto, es decir, liberando al esperpento de su propia lectura esperpéntica.
"Liberamos al esperpento de su lectura costumbrista a través de una genealogía crítica, estética y visual del propio término. No es la genialidad, la ocurrencia de un personaje estrambótico y genial como podía ser Valle-Inclán, sino que es el fruto de una serie de cruces, de diálogos, de estudios, de lecturas de quien fue, entre otras muchas cosas, el primer catedrático español de estética y, por lo tanto, alguien que tenía un pensamiento muy profundo sobre cómo representar, cómo trabajar, desde lo sensible, lo real", explica uno de los comisarios de la muestra, Germán Labrador.
El anarquismo, la crisis de valores y el ascenso de los fascismos, con una crítica mordaz al imperialismo, a la pervivencia de los regímenes despóticos y a la figura del tirano o la deformación grotesca del líder político, son algunos de los temas en los que indaga la exposición y donde cobra especial relevancia la emancipación estética. "Frente a la lectura costumbrista y tremendista del esperpento como un modo de reírnos de la realidad, de una realidad que es profundamente dramática y que finalmente no alcanzamos a cambiar. Frente al esperpento como una suerte de mirada cruel y elitista, pensamos que late una profunda empatía, una necesidad de compasión y una voluntad de encuentro con el otro", añade Labrador.