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San Sebastián 2024 | 'Los últimos románticos', un tierno y melancólico retrato de un mundo que fue

David Pérez Sañudo presenta en Nuevos Directores la adaptación de la novela de Txani Rodríguez, una mirada a la empatía y la inocencia en un mundo en descomposición con una soberbia Miren Gaztañaga

Entrevista | David Pérez Sañudo y Miren Gaztañaga por 'Los últimos románticos'

Entrevista | David Pérez Sañudo y Miren Gaztañaga por 'Los últimos románticos'

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San Sebastián

Con apenas dos películas, el director vasco David Pérez Sañudo ha conformado un universo reconocible y una autoría en este nuevo cine español que tantas buenas alegrías nos está dando. De nuevo, de la mano de la guionista Marina Parés, han compuesto una historia centrada en una mujer que no siempre se comunica bien. Un personaje a la deriva en un contexto hostil al que añade una mirada con perspectiva de clase y género y mucha ternura. La definición vale para Ane, su ópera prima con la que ganó en San Sebastián el premio del Cine Vasco, o de Los últimos románticos, filme que compite en la sección Nuevos Directores del Zinemaldia de esta edición.

El filme es la adaptación de la novela de Txani Rodríguez, que conectó con el director y con su propio contexto. "Hay algo que tiene que ver con el concepto de lo romántico, que es muy complejo. Es una de esas palabras como cultura o democracia, tiene tantas aristas que son muy difíciles de afrontar. Por un lado, es algo que tiene que ver con una relación de amor. Entendíamos que la película tiene algo que ver con la idealización del otro, pero también con la idealización y la mitificación de un espacio, de un territorio, de un lugar que ya no vuelve, de una época pasada. Y ahí empezamos a entender qué tipo de película queríamos hacer y qué significaba hacer una película romántica", cuenta el director en la Cadena SER sobre este personaje anclado a un tiempo y a un espacio que se resiste a renunciar a la herencia de unos valores, a las huellas emocionales y políticas con las que creció.

Para ello, decidieron que habría una mezcla de géneros. "Está compuesta como algo muy naturalista, que dialoga con lo que en la última década está presente en casi todos los festivales, que es cierta distancia formal o un estilo Dardeniano, o una mezcla entre ficción y documental, y lo abraza. Al mismo tiempo, creo que también hemos intentado discutir todas esas artesanías que forman parte del cine y cuidar la fotografía, la música", cuenta sobre una obra que despliega un retrato social de un tiempo y un lugar, pero a la vez acompaña a un personaje que a veces vive ajeno a la realidad.

Irune es una mujer insegura, solitaria y con tendencias hipocondríacas, trabaja en una fábrica de papel situada en las afueras de un pueblo industrial en Álava. Su vida se limita a un reducido círculo de conocidos: sus compañeros de trabajo, una vecina con la que comparte algo parecido a una amistad y un operador de Renfe a quien consulta horarios de trenes que nunca toma. Un personaje frágil, tierno y algo excéntrico que refleja cual perdidos podemos estar en el mundo, cuando éste cambia de manera radical. "Tiene que ver con lo colectivo, con que si nos unimos se consiguen grandes cosas, pero eso tampoco termina por dar respuesta. No es la solución a los problemas. Por lo que genera mucha ambigüedad, porque si meto toda la carga, toda la intensidad en, por ejemplo, movilizarme para conseguir algo y no consigo nada, de repente tu sistema de valores y de creencias también se altera. Nuestra generación es esa generación a la que nuestros padres nos dijeron, estudia que saldrás colocado y tendrás un trabajo, y responde a unas dinámicas laborales de factorías de 300 empleados. Igual ahora trabajas en siete empresas en el tiempo en el que mis padres tenían un trabajo fijo, hay algo de un mundo a la deriva", explica Pérez Sañudo

La novela se constituía con monólogos interiores, con reflexiones chocantes y certeras de la protagonista, que a veces tenía comportamientos excéntricos e inoperantes para el resto de la sociedad, pero cuya verdad a veces nos dejaba sin habla. "Es una novela llena de pensamientos, de reflexiones con un personaje fascinante. Tuvimos claro que no queríamos voz en off y que, por tanto, necesitábamos excusas para que esos arrebatos del personaje tuvieran explicación", cuenta sobre el proceso de adaptación. Miren Gaztañaga da vida a este personaje en uno de los papeles más complicados de este festival y de los mejores del año. "Había muchas capas y hacíamos muchas tomas de cada secuencia. Hemos construido cómo mira, cómo piensa. Lo hemos hecho pues buscando otra forma de mirar, ella se fijaría en cosas diferentes, buscaría la peculiaridad. Me acuerdo que en una toma estaba mirando un pato y pensé en cómo Irune miraría al pato y, de repente, empiezo a andar como un pato. Ha sido un rodaje fantástico, donde todo era muy sutil, y donde hemos ido construyendo juntos al personaje. También su fisicalidad", nos contaba la actriz.

La de Irune es una historia de soledad y aislamiento, pero también es una historia sobre la nostalgia, sobre ese mundo de compañerismo y de colectividad de entonces que contrasta con el individualismo de hoy. Donde el papel ya no importa en la sociedad, de ahí la paradoja de esa fábrica a punto de cerrar, donde la discoteca del pueblo ya ha quedado vacía y decadente, donde la sanidad pública no responde a las demandas de la gente, o donde el cine del pueblo cerró hace años dejando el cartel de la última película que allí se proyectó. "Creo que incluso en lo colectivo podemos ser peculiares cada uno y eso nos da un oxígeno. Es maravilloso, porque yo creo que en una época había algo de que para estar en lo colectivo tenías que tener un carácter muy marcado. Cuando Irune ve ese grupo de obreros, hay algo de su cuerpo que se acerca a ellos, que más allá de lo que ella piensa, su cuerpo se acerca, porque es lo que ella mamado y es su casa, es su padre", describe la actriz de su personaje, una mujer que demuestra que desde la particularidad y la soledad también se puede creer en lo colectivo.

Más allá de las vivencias de la protagonista, se apuntan también el problema medioambiental del eucalipto, la precariedad laboral o la situación de la sanidad pública. Para el director es importante mostrar el contexto social en el que ocurren las historias y como, al lado de ciudades muy prósperas, que no dejan de crecer, como Bilbao, que han tenido una reforma urbanística impactante, hay lugares que van entrando en decadencia. Es el retrato de una ciudad vasca industrial que, salvo en el clima, es exactamente igual al de cualquier ciudad de provincias del estado español. Los últimos románticos, la novela, está ambientada en Llodio, que es un pueblo de Álava, pero que a efectos prácticos forma parte de la periferia bilbaína porque está en la frontera con Vizcaya. La película se rodó en Gernika, pero simula cualquier otro lugar. "Antes en las calles sonaba la alarma de la fábrica y salían todos los trabajadores y se llenaban los bares para comer pinchos. Ahora ya no. Gernika era así y ya no lo es. Es un lugar maravilloso, pero ya no es así".

Sin embargo, insistía el director y la actriz, hay algo vasco en ese hermetismo de los vecinos que tiene que ver con la historia reciente de la región. "Hay algo que está muy insinuado un par de veces en la película, y es que no hay que olvidar, que éste es un territorio donde ha habido mucha desconfianza, ha habido mucho miedo y ha habido un conflicto político que ha atravesado muchas generaciones. Por ejemplo, ¿cuántas veces has metido amigas en tu casa? Yo muy pocas. El espacio familiar en Euskadi está súper protegido", contaba el director. Eso tiene que ver con cómo las vecinas cierran la puerta al personaje, cuando ella pide ayuda porque es acosada por un vecino, o cuando denuncia a ese mismo vecino por una agresión a su madre. Pocas escenas retratan de manera más cruda el mirar para otra parte de la gente que, por norma, no se quiere meter en problemas y acaba metida en un problema mayor. "Hay una frase que tenía muy presente del filósofo Roberto Espósito, que dice que la comunidad es imposible y necesaria. Es necesaria por nuestra necesidad de vivir en colectivo. Es imposible porque tú nunca conoces a los miembros, tu comunidad. Hay algo interesante en que todos somos parte de algo", reflexionaba el director que veía ese comportamiento repetido en otros cineastas vascos, por ejemplo, en Loreak. "Es un tipo de comportamiento cantábrico que muestra la incapacidad de comunicarse".

Otra idea novedosa en la adaptación es la forma de dar vida a esa voz masculina a la que ella llama todo el tiempo para pedir billetes y huir de su realidad. Billetes que nunca acaba de comprar. El personaje se materializa en carne y hueso interpretado por distintos actores, en un juego entre realismo y surrealismo que va muy bien a esta historia. "Fue parte de una reflexión muy grande. ¿Por qué no hacerlo corpóreo' Quizá es más convencional o comercial, pero da igual la etiqueta. Nos ha pasado mucho con esta película, que hemos roto los códigos preestablecidos. También con la escena del baile", explica de uno de los momentos más divertidos y tiernos del filme, un coreografía que da oxígeno al personaje.

David Pérez Sañudo se confirma así como un cineasta capaz de mirar y observar a la gente común, en ver el mundo interior y las posibilidades románticas de mujeres de clase obrera que resisten a un entorno en conflicto. "Creo que hay un tipo de cine urbanita, para un tipo de público, de centro de ciudad, que ha hecho que el cine se desconecte de la clase popular. Yo no paro de darle vueltas a esto, incluso formando parte del meollo de alguna manera, pero sí que creo que no hacemos cine desde la clase popular. Creo que miramos por encima del hombro a la clase popular y creo que empieza a ser urgente replantearse por lo menos qué significa en términos de lenguaje lo que hacemos, cómo de importante y cómo de diferente es lo que hacemos. Porque tenemos muy claro que hay unos patrones hollywoodienses que se repiten constantemente ¿Lo que hacemos en los festivales es tan diferente, es tan novedoso, provoca o remueve tanto la gramática audiovisual como para tener esta dignidad moral que a veces tenemos? No lo sé. Me parece un debate interesante para el que no tengo respuesta", concluye.

 
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