Maruja Torres: "De la vejez no se habla porque los jóvenes nunca piensan que van a morir"

Madrid

Es Maruja Torres (Barcelona, 1943) un torrente vital, una gran hemeroteca de historias, las vividas como corresponsal de guerra en diversos países del mundo desde las páginas de El País; las que la hicieron periodista en las redacciones de revistas como Fotogramas, Por favor o Cambio 16; la escritora que lo ha leído todo, "desde los existencialistas a Corín Tellado, pasando por los americanos de la generación perdida y Fiodor Dostoyevski", la que siendo muy joven supo mirar antes y mejor que nadie, cuando el barrio chino de Barcelona era un lugar de historias en un contexto duro, del que "si salías viva, si salías hecha, si salías firme, saldrías de todo para siempre". La abuela de la que cualquier joven querría ser nieto; la octogenaria que mira al futuro porque como ella dice "no prever el futuro es negarse el derecho a hacerlo". Y, desde esta semana, la autora de un nuevo libro, Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo (Editorial Temas de Hoy).

Es este libro un testamento vital que, sobre la muerte, sobre todo celebra haber vivido y poder seguir haciéndolo. "El libro -cuenta la autora - me ha salido para animarme a mí, porque soy irremediablemente optimista, pese a ser tremendamente pesimista", y con ironía dice: "Estoy en los primeros puestos de venta de libros de autoayuda", en un asunto, el de la vejez, que sigue siendo bastante poco tratado ya que "de la vejez no se habla - estima Maruja Torres- porque los jóvenes, que son más de la mitad de la población en el mundo, nunca piensan que van a morir". Un texto en el que Torres deja escritas sus últimas voluntades para cuando sea necesario, "y es que aunque una nunca sabe si se van a cumplir, te deja muy tranquila haberlo hecho. Sobre todo -aclara sin dudarlo- saber que no vendrán curas a tu funeral".

Sobre la muerte, asegura, "no hay que pensar mucho, no hay que darle vueltas a la cabeza" y recuerda la primera vez que tuvo constancia de ella, de su amenazadora cercanía, en 1989, "con la invasión del ejército estadounidense en el Panamá de Noriega, el suceso que casi me cuesta la vida y que acabó matando a mi compañero fotoperiodista Juanxu Rodríguez". Asegura ahora que ya no le pasan tantas cosas. "Eso es así porque yo en el pasado tuve una vida muy llena, tuve varias vidas: la de mecanógrafa, la de la Prensa del Movimiento; la prensa del corazón, la corresponsal de guerra... Altos y bajos, la vida es como una noria", explica.

Maruja, que está muy acostumbrada a que ya "no me necesiten", considera que su olvido y abandono de la profesión es justo. "El olvido es justo, todas las personas somos sustituibles y hemos olvidado a mucha gente". Además, aclara que, aunque es muy agradable volver "esto es el oficio y los jóvenes tienen que trabajar y hacer su carrera". Y da una clave, una lección de vida. "Si eres capaz de convertir en comedia todo lo que te ha hecho daño, es que entonces has salido de lo más complicado y hostil, es que estás sana y salva".