¿Atropellará el coche eléctrico al Pacto Verde Europeo?
Hace unos pocos meses Electromaps publicaba un reportaje sobre las desventuras sufridas por una de sus responsables a la hora de hacer un viaje de Barcelona a San Sebastián en un coche eléctrico de gama media
Hace unos pocos meses Electromaps -una plataforma colaborativa de promoción de la movilidad eléctrica- publicaba un reportaje sobre las desventuras sufridas por una de sus responsables a la hora de hacer un viaje de Barcelona a San Sebastián en un coche eléctrico de gama media. Según sus cálculos previos, un desplazamiento de menos de 600 kilómetros, que un vehículo convencional hace en menos de seis horas respetando los límites de velocidad, requeriría entre ocho y nueve horas de viaje por la necesidad de hacer cuatro paradas para recargar la batería.
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Lo cierto es que al final tuvo que hacer cinco paradas y emplear catorce horas y media. Parte de la culpa la tuvieron los habituales problemas generados por la deficiente situación de la red de recarga: cargadores estropeados, cargadores que reparten la potencia entre varios usuarios y exigen mucho más tiempo de recarga, cargadores que no siempre tienen el tipo de enchufe que el usuario necesita, multiplicidad de redes que obligan al usuario a registrarse en cada una de ellas…
Con este panorama, lo raro sería que la venta de coches eléctricos o híbridos enchufables fuese bien, cuando hasta la tarifa nocturna ha dejado de ser barata y ya no garantiza recargas en el propio domicilio a un precio económico. Si tienes que parar forzosamente cuatro veces para ir de Barcelona a San Sebastián y te va a costar el doble de tiempo, y además ese coche es bastante más caro que uno de gasolina, está claro que el problema es simplemente que la industria automovilística no tiene todavía un producto competitivo que vender.
Lo más grave es que el tiempo para hacer la transición al coche eléctrico se está agotando y es un fracaso que podría tener consecuencias letales para la economía y las políticas de sostenibilidad europeas. Nada más ilustrativo que el conflicto abierto en el grupo Volkswagen tras anunciar sus directivos que no descartan cerrar alguna de sus fábricas en Alemania. En Europa se venden ahora dos millones de vehículos menos al año de los que se vendían antes de la pandemia. Volkswagen había capeado el temporal aumentando sus ventas en China, pero ahora los fabricantes de ese país están empezando a inundar los mercados occidentales con sus más baratos y eficientes coches eléctricos. Por otra parte, los aranceles impuestos por la Comisión Europea para intentar proteger a nuestros fabricantes tampoco son una solución mágica, puesto que algunas empresas europeas, como Seat, están fabricando sus coches eléctricos en China y ahora se ven atrapadas por las barreras tarifarias de Bruselas.
Mientras tanto, en Alemania las ventas de vehículos eléctricos han bajado un 20 % y en el conjunto de Europa están estancadas por debajo del 15 % del total (apenas algo más del 10 % en nuestro país). Otros grandes fabricantes como Ford, Volvo y Mercedes están abandonando la idea de hacer una transición completa a los coches eléctricos en los plazos previstos. Es una encrucijada endiablada. Relajar los objetivos de la transición al coche eléctrico puede producir un efecto cascada en otros sectores y arruinar el Pacto Verde Europeo para regocijo de la ultraderecha, que tiene en la diana la Agenda 2030 y las políticas de sostenibilidad. Y eso sería un desastre para el medio ambiente de nuestras ciudades.
Urge un replanteamiento integral de la movilidad verde, pero no para cuestionar sus objetivos sino para resolver los problemas con pragmatismo y reforzar la apuesta europea por la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático como vía para generar nuevas industrias y puestos de trabajo de calidad. Lo acaba de advertir Mario Draghi en su esperado informe para la Comisión Europea: sin una política industrial más firme y ambiciosa, la descarbonización puede llevarse por delante la industria europea del automóvil, de la que dependen catorce millones de empleos directos e indirectos. Porque si los fabricantes europeos no consiguen acelerar el desarrollo tecnológico y organizativo para ofrecer pronto coches eléctricos más baratos y eficientes, serán las empresas chinas las que lo hagan.
Por eso el reto que asumirá Teresa Ribera como vicepresidenta europea es mayúsculo. Von der Leyen le ha encargado lo que Draghi ha pedido: conciliar las políticas de sostenibilidad y de competitividad industrial sin sacrificar ninguna de ellas. Todo el futuro de Europa está en juego en esa misión.
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José Carlos Arnal Losilla
Periodista y escritor. Autor de “Ciudad abierta, ciudad digital” (Ed. Catarata, 2021). Ha trabajado...