El primer ministro británico, Keir Starmer, ha reconocido este martes que el presupuesto de este año, previsto para octubre, será «doloroso». Lo ha anunciado en una rueda de prensa en Downing Street y a pocos días del inicio del nuevo curso político en el Parlamento. Starmer ha cargado contra la gestión del anterior Gobierno conservador y lo ha responsabilizado del agujero de 22.000 millones de libras (unos 26.000 millones de euros) detectado tras la victoria laborista en las pasadas elecciones generales. El Ejecutivo prevé subidas de impuestos y recortes en el gasto público para tratar de dar respuesta a la delicada situación económica en la que se encuentra el país. «No evitaré tomar decisiones impopulares ahora si eso es lo correcto para el país en el largo plazo», ha asegurado el primer ministro, quien ha alertado de que la situación «irá a peor antes de empezar a mejorar». El Gobierno laborista se está preparando para unos meses complicados, en los que la toma de decisiones impopulares puede propiciar la revuelta de algunos diputados de su propio partido. Starmer ha asegurado, sin embargo, que su principal prioridad es que aquellos que tienen «las espaldas más anchas aguanten la carga más pesada» y ha insistido en su voluntad de subir los impuestos a los más ricos y a las grandes empresas. Al mismo tiempo, se ha comprometido a no tocar el impuesto de la renta ni las cotizaciones a la Seguridad Social de las clases trabajadoras. A pesar de las promesas de Starmer, el Partido Conservador ha cargado contra el Gobierno y ha atacado al primer ministro por subir la carga fiscal. «El discurso de hoy de Keir Starmer ha sido la indicación más clara de lo que los laboristas han estado planeando hacer todo el tiempo: subir los impuestos», ha asegurado el exprimer ministro y actual líder de la oposición, Rishi Sunak, en un mensaje publicado en su cuenta de X. Sunak dedicó gran parte de la campaña electoral a alertar sobre la subida de impuestos de los laboristas, aunque Starmer asegura que su intención es evitar los recortes en el gasto público y estimular el crecimiento económico con inversiones en infraestructuras y con la construcción de viviendas. El primer ministro ha cargado con fuerza contra sus predecesores en el cargo, a los que ha acusado no sólo de debilitar la economía sino también de fomentar la crisis social en la que se encuentra el país, sacudido recientemente por una ola de violencia xenófoba. «Los disturbios han revelado una sociedad profundamente insana y han dejado al descubierto las grietas de nuestros cimientos, debilitados por una década de división y de declive marcada por una espiral de populismo», ha asegurado Starmer, quien ha criticado al anterior Gobierno por evitar tomar decisiones comprometidas antes de las elecciones. Starmer ha destacado las dificultades para procesar judicialmente a las personas implicadas en los disturbios debido a la delicada situación en las cárceles del país, que se encuentran al borde de su capacidad. Una situación que ha obligado a liberar antes de tiempo a presos condenados por delitos menores y que el Ejecutivo ha atribuido a la falta de voluntad política del Gobierno de Sunak. A pesar de los esfuerzos por recuperar la normalidad social y por encontrar la senda del crecimiento económico, el primer ministro ha reconocido que el proceso llevará tiempo. «Cuando hay una podredumbre profunda en el corazón de una estructura, no se puede tapar sin más. No se pueden hacer chapuzas ni confiar en soluciones rápidas. Hay que revisarlo todo y atajarlo de raíz», ha asegurado. «El cambio no se produciría de la noche a la mañana», ha añadido.