"El hombre que mató a mi hijo había consumido alcohol y trankimazin": las muertes provocadas por tomar psicofármacos antes de conducir aumentan un 140% en siete años
Cada vez más personas tienen que recurrir a ansiolíticos o antidepresivos para poder seguir viviendo y las consecuencias se ven en las carreteras
"El hombre que mató a mi hijo había consumido alcohol y trankimazin": las muertes provocadas por tomar psicofármacos antes de conducir aumentan un 140% en siete años
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Madrid
Cada año, el Instituto Nacional de Toxicología publica un informe sobre las autopsias hechas a muertos en carretera. En 2017, poco más del 6 por ciento de los conductores muertos tenía restos de psicofármacos en sangre. El año pasado esta cifra subió hasta el 15 por ciento. Es más del doble en solo 6 años, un 140% más. Detrás de esta cifra, dos realidades: el reflejo de una sociedad en la que cada vez más personas tienen que recurrir a ansiolíticos o antidepresivos para poder seguir viviendo y las historias personales que hay detrás de cada accidente, detrás de cada muerte y de cada vida truncada.
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Celso Arango, psiquiatra en el hospital Gregorio Marañón de Madrid, explica que "el que cada vez se prescriban más benzodiacepinas u otros fármacos hace que cuando se analiza qué fármacos están presentes en la sangre de aquellas personas que han tenido un accidente, estos fármacos aparezcan en un número superior".
Y es que las muertes en carretera causadas por los psicofármacos suben en España porque sube también el consumo de estos medicamentos. Cuatro de cada cinco personas en España toman ansiolíticos. Y precisamente que sea algo tan común puede provocar que no veamos el peligro: "No es lo mismo que la ingesta de alcohol o de drogas a la hora de que la sociedad lo vea igual. Cuesta más que la gente lo vea como un peligro y realmente lo es", explica Ana Novella, presidenta de la Asociación Stop Accidentes.
Detrás de los datos, de las cifras, hay personas. María José es la madre de Iván, un adolescente de 15 años que murió atropellado en pleno centro de Madrid. Se lo llevó por delante un coche que iba a 135 kilómetros por hora y que conducía un hombre que había consumido psicofármacos, cocaína y alcohol. Fue en las Navidades de 2016: "Mi hijo estaba en la plaza Neptuno de Madrid, esperando a que viniese el autobús porque regresaban de ver la iluminación de Navidad. Se separó un poquito para ver cuánto tardaba en venir el autobús y en ese momento fue atropellado y lanzado a muchísimos metros de distancia. Lo dejó tirado en el asfalto con múltiples lesiones"
"Escuché el silencio y entendí que me estaban diciendo que no iba a salir adelante"
Mientras, María José estaba en Barcelona, a seiscientos kilómetros de distancia de su hijo y su exmarido. Recibió la peor de las noticias por teléfono: "A mí me llamó por teléfono el papá de Iván cuando lo estaba teniendo el SAMUR. Yo pregunté: '¿Está muerto mi hijo?', y no me contestaron. Escuché el silencio y entendí que me estaban diciendo que no iba a salir adelante", explica María José, que cuenta que tras recibir la noticia intentó suicidarse.
Cuando analizaron la sangre del kamikaze que atropelló a Iván, encontraron alcohol, cocaína y trankimazin, una benzodiacepina: "Él se excusaba en que se los había mandado el psiquiatra, pero se los había mandado precisamente por sus adicciones. Es como un círculo vicioso, nunca mejor dicho", cuenta María José.
Después de nueve días viendo a su hijo ingresado en la UCI, María José y su exmarido tuvieron que tomar la decisión más difícil: "Viendo que no había ningún tipo de respuesta cerebral, teníamos que desconectarle de la respiración asistida. Tener que afirmar no que se ha muerto tu hijo, sino que lo han matado, es durísimo. Nueve días después esperábamos el milagro y el milagro nunca se produjo".
"Que la muerte de mi hijo valga para algo más que para destrozarme a mí la vida"
María José nos ha contado su historia, su dolor. Un dolor que comparte para ayudar: "Que la muerte de mi hijo valga para algo más que para destrozarme a mí la vida, porque eso ya está hecho. Que sirva para que no haya más mamás de Iván", dice María José, que explica: "En un grupo de duelo al que iba me enseñaron que existen lo que se llama las lágrimas blancas y lágrimas negras. Las negras son las que derramo cuando pienso en él, tengo ganas de acariciarle, de besarle, de estar con él. Las lágrimas blancas las derramo cuando me acuerdo de alguna de alguna vez que me cogía y me decía 'venga, mami, vamos a bailar'. Ahí pienso que está conmigo de otra manera y acabó esbozando una sonrisa. Felicidad no te voy a decir que sienta, yo no conozco con la palabra felicidad, pero sí que esos recuerdos de él me dan aliento y me dan esa ilusión de que he podido disfrutar de él 15 años. Hasta el último día de mi vida no abandonaré esa lucha"
Adrián del Pozo
Periodista de informativos en los fines de semana. He pasado por la sección de Sociedad y por las radios...