Ocio y cultura

Los años no pasan por Green Day

El trío californiano hace las delicias de sus seguidores en un concierto de más de dos horas en La Caja Mágica de Madrid en el que no faltaron sus clásicos más coreados ni sus perlas escondidas

Billie Joe Armstrong durante el concierto de Green Day en La Caja Mágica (Madrid) / Juan Naharro Gimenez

Billie Joe Armstrong durante el concierto de Green Day en La Caja Mágica (Madrid)

Madrid

Hace no tanto, el punk rock americano, gamberro y deslenguado, era algo moderno. Ahora, casi hace falta pararse para reflexionar un momento al pensar que Green Day lleva más de cuarenta años existiendo como banda (sus inicios, con el nombre de Sweet Children, se remontan a 1982). Da igual. Las cuentas de los días, los meses y los años se desbaratan en un suspiro al contemplar a un Billy Joe Armstrong (52 años) de aspecto casi adolescente saltar al escenario para ofrecer un espídico y enérgico concierto de casi dos horas y media. Haciendo gala de la habilidad para mantener el delicadísimo equilibrio entre la actitud punk y la visión para las melodías comerciales. Una habilidad que, a la postre, le ha supuesto a Green Day el éxito planetario del que llevan décadas gozando. El sábado, pasadas las nueve y media de la noche en La Caja Mágica de Madrid, los años no habían pasado por ellos.

The Interrupters, Emlan y The Hives calentaron al ambiente del Road to Río Babel, planteado como un aperitivo del Río Babel propiamente dicho, que se celebrará el primer fin de semana de julio en el mismo recinto con Juanes, Amaral, La Oreja de Van Gogh o Andrés Calamaro como cabezas de cartel. La estética del evento pretendía hacer creer al asistente que se encontraba en un festival. Sin embargo, la descompensación del éxito de Green Day con respecto al de las demás bandas convirtió la cita en un macroconcierto con varios teloneros. Mención a parte merecen, eso sí, The Hives, la banda sueca que convirtió La Caja Mágica en una fiesta liderados por su frontman, Pelle Alqvist, que exhibió un dominio del escenario apabullante.

Más de dos horas de incansable energía

Una hora antes del plato principal, decenas de miles de personas se agolpaban ya en todo el perímetro de un recinto estrecho y algo inclinado, lo que dificultó la visión del escenario a aquellos que se encontraban más lejos del mismo. El espacio era poco, no había cobertura y el Real Madrid estaba a punto de ganar su décimo quinta Copa de Europa. No importaba. Pocos minutos separaban a una diversísima audiencia, en edad y complexión, de Green Day. 'Bohemian Rhapsody', de Queen; y 'Blitzkrieg Bop', de Ramones, tronaron por los altavoces haciendo saber al público que el momento se acercaba. Durante esta última, un conejo rosa gigante salió al escenario a terminar de calentar a un respetable que poco calor más podía acumular. Era la hora.

El trío californiano salió al escenario al ritmo de 'The american dream is killing me', uno de los hits de su último disco, 'Saviors', publicado a principios de año. No obstante, no puede decirse que fuera un concierto de presentación de su nuevo álbum. Green Day, acostumbrados a una producción bastante prolífica, está celebrando en esta gira un doble aniversario: los 30 años de 'Dookie' y los 20 de 'American Idiot', el trabajo que les catapultó a la fama mundial. Y para honrarlos, interpretaron ambos discos en su totalidad. Un ejercicio que hizo las delicias de los muy cafeteros, pero tampoco dejó espacio para el aburrimiento a los demás, ya que la velocidad y la energía con la que interpretaban cada tema, sumadas al hecho de que estos dos álbumes contienen algunas de sus canciones más exitosas, convirtió el concierto en una fiesta en la que nadie se quedó fuera.

Un broche de oro

Clásicos contemporáneos como 'Holiday', 'Know your enemy' o 'Boulevard of broken dreams' fueron sus himnos más coreados. Armstrong animaba al público continuamente, invitándole a repetir sus "eeeo" e instándole a "volverse locos". Un trabajo de luces y fuegos de artificio propio de las más altas exigencias de la industria, y el atemporal desempeño de Tré Cool y Mike Dirnt a la batería y el bajo consumaron la eterna juventud de los californianos, que se asomaron al filo de la medianoche con una audiencia en éxtasis. Cuando el reloj rondaba las doce, Billy Joe Armstrong se quedó solo en el escenario y, armado con una guitarra acústica, interpretó 'Good Riddance' para despedir una noche inolvidable para las cuarenta mil almas que se desplazaron al sur de Madrid para contemplar a tres músicos darle la vuelta al tiempo con sus canciones.

 
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