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Cannes 2024 | Elena López Riera dignifica la vida sexual de nuestras madres y abuelas

'Las novias del sur' es el emotivo mediometraje español presentado en la Semana de la Crítica que revisa cómo fue el matrimonio y la vida sexual de nuestras madres y abuelas

Fotograma de 'Las novias del sur' / CEDIDA

Fotograma de 'Las novias del sur'

Cannes

El matrimonio ha sido una forma de coaccionar y controlar los cuerpos de las mujeres a lo largo de la historia. Ese tipo de poder, al que aludía Michel Foucault, que no necesariamente se ejerce con la fuerza, la coacción y la violencia. Durante generaciones, muchas se casaron ilusionadas porque en esa época todo hacía ilusión, como atestigua una de las mujeres que participa en Las novias del sur, mediometraje que la directora de Orihuela, Elena López Riera, presenta en el Festival de Cannes, en la Semana de la Crítica. "Todo parte de una cuestión muy íntima que es la idea de la herencia. El feminismo está revisando esa herencia cultural patriarcal, creo que es bastante común que la gente no sepa qué hacer con lo que nos han enseñado. Todas somos muy leídas, muy viajadas, pero ¿qué hago yo cuando voy a mi pueblo y me preguntan qué donde están mis hijo?", explica la directora en una entrevista en la Cadena SER desde Cannes, un festival que ha acogido este año tres películas que se salen de los formatos tradicionales, el largo y el corto, como este filme de unos 40 minutos de duración. “Es significativo que se abran espacios para películas con otro formato, con otra envergadura, con otra fabricación y que salgamos un poco de esta dualidad del cortometraje y del largometraje. Quería que durase lo que a mí y a las montadoras nos parecía que tenía que durar”.

Siguiendo con la mirada antropológica y feminista de El agua, su primera película que también salió de este festival, López Riera trata el retrato de la política sexual y sentimental de una época desde el punto de vista de esas mujeres que vivieron el machismo del Franquismo y la Transición, que no podían divorciarse, abortar, disfrutar del placer, ni decidir prácticamente cómo amar. “Me he dado cuenta de lo inteligentes que son, mucho más que nosotras con toda esta revisión feminista. Han hecho de esa cárcel, de ese lugar de opresión del patriarcado, un espacio de resistencia. Me parece lo más inteligente y, para mí, la lección más importante. No hablan como víctimas, ni tienen una lectura de sus vidas como las peores de las vidas posibles. Han vivido cosas muy duras, que yo he decidido no poner, pero han sido capaces de encontrar lugares de gozo y de disfrute. Esa es la lección política más interesante de la película que ha surgido, precisamente durante el proceso de hacerla", nos cuenta.

La directora recogió durante meses fotografías y videos de bodas de aquellos años, de los sesenta, los setenta y los ochenta, para configurar esta historia colectiva que llega hasta su generación. "Creo que los primeros textos para esta película los escribí hace 20 años. Es como una obsesión que tengo con la fotografía de mi madre el día de su boda. Desde que soy muy joven. Pero hasta que no cumplí 42 años y me he encontrado en una situación personal que dista mucho de lo que se esperaba para mí, por mi tradición, por mi familia, por mi educación, es decir, ser una mujer sin pareja, sin hijos, etcétera. Hasta que ojo he llegado a ese punto no entendí la obsesión con esa foto". Es precisamente la imagen del cartel del filme que está ahora por Cannes, donde han venido sus padres, y donde ha presentado una película muy íntima y a la vez tremendamente universal.

Las novias del sur es una mirada entre generaciones de mujeres, las que siguieron los consejos de las madres y las que trataron de romper con esa disciplina sexual. Narrado por la propia directora, el documental se convierte en una carta de amor a su madre, es más bien una excusa para hablar con ella, para decirle sin palabras, entiendo todo, sé todo, comprendo todo, gracias. Las mujeres hablan a cámara, aunque más bien, podemos decir que conversan con la directora. "Quería volver a los rostros parlamentes, a la imagen y la palabra, lo primitivo del cine, que para mí está en las películas que me han hecho querer ser directora, en Chantal Akerman, por ejemplo". Quizá la referencia más directa sea News from home, película donde la directora belga se comunica con su madre a través de cartas, donde la voz en off es un elemento clave mientras vemos imágenes cotidianas de Nueva York.

En la película se habla de todo y se ve el choque generacional que, en apenas unas décadas, cambió la mentalidad de hombres y mujeres en España, aunque hay vestigios de aquella dominación patriarcal que siguen igual. “Ha habido algo muy bonito para mí, porque ellas se hacían preguntas y se respondían. Creo que tiene que ver con una necesidad de exorcizar esa palabra que ha sido muy secreta, muy íntima. No se hablaba de eso entre mujeres, pero yo no soy tan mayo y me acuerdo de que entre amigas tampoco se hablaba de masturbación, de orgasmo ni con mis amigas. Eso ha creado un efecto de luz de gas y tú no sabes que lo que te pasa a ti le está pasando a las demás. Es una entelequia. Si tú no sabes lo que significa un orgasmo, ¿cómo vas a quejarte porque no tienes?".

El feminismo nos ha enseñado que no todas las mujeres desean ser madres y, si lo desean, no es necesariamente lo que las define. También que desean casarse a toda costa. El matrimonio como un rito que simboliza el papel que las mujeres ocupaban en la sociedad. Mujeres que dejaban de ser dueñas de su cuerpo para sacrificarlo en pos del marido, de la familia. Por eso, estas mujeres han hablado de su experiencia más íntima, de sus testimonios se deduce que el matrimonio era la única posibilidad para las mujeres de salir del yugo paterno. Casarse se asociaba a la idea de éxito y se podía prosperar económicamente con una buena boda. Ahí está el relato de Lorca en Bodas de sangre para demostrarlo. Pero casarse implicaba estar disponible y obedecer a otro hombre, lo amaras o no. El matrimonio como un negocio más, donde la mujer era siempre la mercancía.

En todas las fotografías que encontró la directora en su proceso de documentación había un mismo gesto: las miradas de las mujeres en las fotos de su día de boda son tristes, precavidas, temerosas, asustadizas. “Me obsesiona el tema de lo ritual, porque todos los rituales tienen algo muy particular que se articula lo individual con lo colectivo. En eso está la gestualidad, que me obsesiona mucho y es algo que se ve en las fotografías. Son todas iguales, pero yo no he hecho nada, simplemente hay algo en la gestualidad que se repite, que tiene una parte de inconsciente y una parte de construcción. En concreto la fotografía de bodas, sobre todo en esa generación, explica cómo la mujer virgen dejaba de serlo al casarse".

Esa gestualidad se infiere también en los videos caseros que muestra la ceremonia de partir la tarta de varios pisos, las celebraciones mediterráneas en torno a la boda o los bailes entre los recién casados, que la directora emite en silencio, sin música que los acompañe. “Para mí no tenía sentido hacer una película muy fabricada o muy cuidada estéticamente. No quería que fuera una película cuqui, que pareciera un filtro de Instagram. Estaba hablando de novias y bodas, así que tenía que huir de ahí y hacer un montaje más violento y formalista. De ahí que no haya tampoco música, solo una canción, que descubrí el año pasado, en un momento en que estaba muy triste. Es mi capricho y está en los títulos de crédito”.

Las mujeres que se sientan a hablar y contar sus experiencias con la directora son mujeres que no están habituadas a estar delante de la cámara, ni siquiera a hablar de sus miedos, sus deseos, sus errores o sus aciertos. Algo que ya estaba en El agua, donde la narración principal de la joven protagonista se intercalaba con testimonios de vecinas de su ciudad alicantina, Orihuela, que explicaban los sucesos en torno a la gota fría y, de paso, hablaban de ellas, algo que no habían hecho en ningún espacio público. De nuevo, Elena López Riera escucha y nos brinda la oportunidad de entender cómo fue el sexo de nuestras abuelas, cómo fue su vida, si se enamoraron realmente alguna vez, si follaron con consentimiento, si fueron felices, si llegaron al orgasmo. Preguntas que una abuela o una madre no contarían a su nieta o su hija, pero que estas mujeres cuentan con honestidad, con humor y con ternura a la directora.

Hay un hecho significativo y es que muchas de esas mujeres, todavía jóvenes para volver a enamorarse, para tener una relación, se niegan en rotundo, prefieren estar solas. Lo que nos lleva a pensar en el último libro de la pensadora israelí Eva Illouz, El fin del amor. Según la autora, vivimos en tiempos de capitalismo afectivo, lo que significa que estamos aplicando a nuestras relaciones personales las mismas pautas de consumo que a cualquier otro producto dentro de un mercado apabullante, presuntamente libre y potencialmente infinito. Pero también las mujeres están diciendo no a la posibilidad de una relación tóxica.

 
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