Muere Paul Auster, el escritor comprometido que renovó la literatura americana y conectó con una nueva generación de lectores
Premio Príncipe de Asturias, el autor de 'La trilogía de Nueva York' y de 'El libro de las ilusiones' llegó a nuevas generaciones de lectores con su prosa, que recoge lo mejor de la tradición americana y europea
Paul Auster en una conferencia. / Europa Press
Paul Auster comenzó a querer ser escritor cuando era un adolescente. Decía que al presenciar la muerte por un rayo de un compañero, empezó a sentir el peso de la mortalidad, un momento que lo acercó a la literatura, a entender la escritura como alivio. Así lo contaba en su discurso de agradecimiento cuando en 2006 recibió el Premio Príncipe de Asturias. "No sé por qué me dedico a esto. Si lo supiera, probablemente no tendría necesidad de hacerlo. Lo único que puedo decir, y de eso estoy completamente seguro, es que he sentido tal necesidad desde los primeros tiempos de mi adolescencia", pronunciaba en su discurso un escritor que, por aquel entonces, ya tenía una legión de lectores fieles, que seguían de cerca cada una de sus novelas. Títulos, muchos de ellos, ambientados en la ciudad de Nueva York, su ciudad, y ejemplo de los desgarros y soledades que la vida moderna inyecta a los individuos que las habitan.
Paul Auster nació en el 47. En plena posguerra, en Nueva Jersey. Estudio literatura inglesa en Columbia y cuando pudo partió a Europa, a París. Allí ejerció de crítico y traductor y empezó a escribir poesía, algo que quizá es lo más desconocido de toda su obra . De vuelta en Nueva York, Auster siguió con la traducción y empezó a publicar críticas, poesías y ensayos en revistas como New York Review of Books y Harper´s Saturday Review. Su primera novela la publicó en 1976 Auster, Jugada de presión, una suerte de novela negra emulando el estilo de Raymond Chandler y Dashiell Hammet, que en realidad firmó con pseudónimo, el de Paul Benjamin, con la que no tuvo demasado éxito. Después llegó el divorcio de la escritora Lydia Davis, con la que tuvo un hijo, Daniel Auster. Fue ne ese momento cuando se dio a conocer en el panorama editorial con la publicación de La invención de la soledad en el año 1982, una obra autobiográfica, pero, sobre todo, con la Trilogía de Nueva York que publicó en 1985 y que consistía en tres cuentos: La ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada. Su siguiente novela fue El país de las últimas cosas, a la que siguieron otros títulos como El palacio de la luna, y La música del azar que fue llevada al cine por el director Philip Haas.
En los ochenta llevó a cabo una renovación de la literatura norteamericana, logrando unir lo mejor de dos tradiciones, la de Estados Unidos y la de Europa, que tanto le había influido, sobre todo la prosa de autores como Kafka, Becket, Dickens, Dostoievski, Poe, además de Borges, a quien siempre admiró. En esas primeras novelas se empieza a observar la precisión del lenguaje, la importancia que cobran temas como el azar, el destino, el amor, la religión, pero mirados desde un prisma contemporáneo, traídos a la sociedad de nuestro tiempo. En los noventa continuó su éxito y su prolífica carrera se fue ensanchando. Empezó a ser traducido, a más de treinta y cinco idiomas. Y en ese tiempo fueron apareciendo en las librerías títulos como Leviatán (1992), El cuaderno rojo (1993), Vértigo (1994), Tombuctú (1999). También destaca en esa época el ensayo autobiográfico A salto de mata (1997). Y así dejamos los noventa.
Entra una nueva década y, con ella, un nuevo milenio, pero los desafíos sociales, la soledad, el amor y el desasosiego del mundo moderno, siguen estando en sus novelas. Por ejemplo, en El libro de las ilusiones (2002), en La noche del Oráculo (2003), en Brooklyn Follies (2005), o Viajes por el Scriptorium(2006), en Un hombre en la oscuridad (2008), en Invisible (2009) y Sunset Park (2010). Además, es autor de varios libros de poemas, como Espacios blancos(1980), Fragmentos del frío (1988) y Cimientos(1990), entre otros, así como de El arte del hambre(1992), una recopilación de artículos y ensayos sobre literatura francesa, inglesa y estadounidense.
Como en otros escritores de su generación, la influencia del cine en su obra es importante. Quizá porque la Gran Novela Americana, esa que todo escritor posterior a Faulker ansia con publicar, se escribió mejor en el cine que en la literatura. Paul Auster compaginó sus novelas con la escritura de algunos guiones, como The music of chance y Smoke. También debutó como codirector en Blue in the face y como director en Lulu on the bridge. En mayo de 2006 rodó en Portugal su segundo largometraje en solitario, The inner life of Martin Fros. El cine también se coló en sus novelas, pues en toda su obra hay relación con lo cinematográfico, ya que incorporó a la literatura algunas de sus aportaciones. Para Auster contarse historias es lo importante. "La necesidad de historias que tiene el ser humano. Las necesita casi tanto como el comer, y sea cual sea la forma en que se presenten en la página impresa o en la pantalla de televisión, resultaría imposible imaginar la vida sin ellas".
Sus últimos libros son Viajes por el Scriptorium, Un hombre en la oscuridad, Invisible, Sunset Park, publicada en el año 2010 y 4 3 2 1, publicada en enero de 2017. Trabajó en la obra siete días a la semana durante tres años y la escribió a mano, poniendo fin a un periodo de siete años sin publicar, un texto mucho más largo que cualquiera de sus trabajos anteriores. Justo en septiembre de ese mismo año fue preseleccionado para el Premio Booker.
Además de intelectual y creador de mundos en la ficción, en la carrera de Auster siempre ha destacado con compromiso con la sociedad que le tocó vivir. Un libro nunca ha alimentado el estómago de un niño hambriento. Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de una guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto. Una de sus últimas apariciones pública fue junto a otros escritores neoyorquinos apoyando a Salman Rushdie, que fue atacado por un desconocido. Trump fue el último de sus problemas políticos, con quien combatió desde la palabra y la pluma, como otros muchos escritores preocupados por la deriva populista del país. Pero antes de eso, se había negado a visitar países, en sus giras literarias, donde no se respetaran los derechos humanos básicos. Así, se negó a ir a china, por ejemplo o a Turquía, en un momento donde varios escritores fueron encarcelados.
Un cáncer lo apartó hace algo más de un año de la vida pública, pero siguió escribiendo en esa nueva realidad, acompañado de su pareja actual, la escritora Siri Husvetd, y sobreponiéndose todavía a la pérdida de su nieta, en extrañas circunstancias, y de su hijo por consumo de drogas. Paul Auster nos deja un último libro que, cono el primero, habla de él, de sus miedos, de sus deseos y de sus vivencias, capaces de conectar con generaciones diferentes. En Baumgartner continuó con su exploración de nuevos ámbitos de la realidad, casi podría pensarse que está escrita sabiendo que le queda poco, pues la escribió mientras recibía sesiones de quimioterapia. Lo cierto es que el libro es una meditación calmada sobre la vejez, la pérdida y la memoria, que tiene más de ejercicio literario que de despedida. "Nunca he querido trabajar en otra cosa", insistía en Oviedo el escritor, que era consciente de haber atraído a lectores jóvenes, de haber dado un testimonio ético y estético de los problemas individuales y colectivos de nuestro tiempo.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...