La improbable relación entre el skate vertical y la sequía de 1976 en California
Stacy Peralta, Tony Alba y Jay Adams crearon un deporte que, ahora, medio siglo más tarde, compite en los Juegos Olímpicos
Como una sequía en California provocó la explosión de un deporte olímpico
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Madrid
Desde el año 2020, el skate es considerado deporte olímpico con dos modalidades: el Street, donde los skaters hacen trucosen un terreno que simula una calle, y el vert skate, donde se meten en una especie de piscina sin agua y dan unos saltos brutales al subir por las paredes de esa piscina.
Esa piscina viene de una sequía brutal que arrasó California en 1976. Duró más de un año y obligó a implementar fortísimas restricciones. Pero también descubrió una arquitectura única e inventó un deporte que cambió el mundo: el vert skate.
En mayo de 1978, las autoridades californianas publicaron un informe de 279 páginas titulado 'La sequía de California de 1976 y 1977. Una evaluación'. En la página 105 del informe hay un párrafo que dice así: "Casi todos los programas aprobaron restricciones en el uso exterior del agua, tales como lavado de coches, remojado con manguera de aceras y pasos de carruaje o regado de césped y arbustos". El consumo de agua se acotaba al estrictamente necesario para la salud y la higiene personal. Por tanto, y aunque en el informe no hay ninguna mención específica, entre las limitaciones había una evidente: el llenado de piscinas.
Las piscinas, un elemento indispensable en los chalets de EEUU
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, en prácticamente todos los chalets de todas las urbanizaciones de clase media o media-alta –lo que ellos llaman suburbio– había una piscina. En su relato de 1964, 'El nadador', John Cheever narraba el vínculo onírico, casi mágico, entre el país y sus piscinas, aunque fuese como telón de fondo. La peli de Frank Perry con Burt Lancaster es incluso más explícita en la narración de ese territorio del sueño. Por otro lado, el tipo de piscina que asociamos a California no es tanto para nadar como para alimentar un cierto espíritu hedonista. No es cuadrada sino que tiene formas redondeadas, tanto en planta como en la sección del vaso.
Más de postureo que como forma de hacer deporte... Y sin embargo, el caluroso clima californiano coloca a sus piscinas entre el lujo y la necesidad, algo contraintuitivo y antiecológico. Porque si son un objeto de recreo, ante situaciones cada vez más frecuentes de sequía, se convertían en artefactos arquitectónicos inútiles. Porque acababan vacías.
Y aquí está la gracia. En 1976 y 1977, los patios traseros de Los Ángeles formaban un cementerio de piscinas vacías. Pero no eran inútiles. Para unos cuantos chavales, esas curvas de hormigón eran un campo para explorar, una silueta donde experimentar el mundo como no se había hecho nunca.
Los skaters, el sentido del tacto en la arquitectura
Los skaters tienen una apreciación única por la arquitectura. Nadie entiende la arquitectura como un skater porque nadie disfruta la arquitectura como un skater. Son cirujanos con microscopio que buscan y encuentran perfiles y ondas imperceptibles para el resto de nosotros. Si Bruno Zevi afirmaba que el espacio solo es comprensible recorriéndolo en el tiempo, los patinadores lo recorren en el tacto. Solo rodando por encima detectan lo suave o lo rugoso del hormigón, lo firme o lo flexible de la madera, lo dulce y lo chirriante del acero cromado. Así, los críos de Los Ángeles, transformados en exploradores de arquitecturas invisibles, se colaban en las piscinas vacías en actos de vandalismo esencialmente inocuo. Ellos solo querían navegar ese paisaje artificial. De una curva a la otra, arriba y abajo, en horizontal y contra el sol en maniobras de ingravidez instantánea.
Los propietarios de las casas donde se colaban, o no estaban, o directamente tenían la casa a la venta. Además, no siempre eran piscinas privadas, a veces eran públicas como la del Pacific Ocean Park de Santa Mónica, a la que llamaban "Dogtown". Entre esos chavales estaban Stacy Peralta, Tony Alva y Jay Adams. Que se convertirían en tres de las personas más importantes en la historia del skate. Juntos se hacían llamar Z-Boys.
También estaba por allí el fotógrafo Hugh Holland, que documentaría la escena del skateboarding y la publicaría en decenas de revistas. En una sucesión de imágenes bellísimas, Holland documentaba el paisaje social de un lugar y un momento únicos en el tiempo. Eran un viaje por el calor del sol y el sentido de la maravilla. Claro, de las revistas se pasó a la televisión (e incluso a la radio) y con la atención de los medios, los Z-Boys y muchos otros skaters de Los Ángeles acabarían alternando con estrellas del rock y actores de Hollywood. El vert skate era tan espectacular que aparecía en todos lados. Se creaban torneos y se editaban magacines especializados. El skateboard dejaba de ser una actividad vinculada a la delincuencia juvenil para comenzar a transformarse en el deporte masivo y multimillonario que es en la actualidad.
Todos ellos siguieron vinculados al skate. Tony Alva y Stacy Peralta fundaron sendas marcas de ropa y monopatines y, en 2001, el propio Stacy Peralta, ya dedicado fundamentalmente a la producción audiovisual, filmaría el documental 'Dogtown and Z-Boys' para narrar la historia de esa época, que también era su propia historia.
Desde esa sequía, ahora en muchos barrios de casi todas las ciudades del mundo hay un skate park. El skate park regala a los patinadores, pero también a todos los ciudadanos, no solo unas instalaciones para practicar deporte, sino una topografía artificial única y exuberante, como no la hay en ningún otro lado, como no se puede construir en ningún otro espacio. Son arquitecturas para ser recorridas por ruedas de plástico que son prolongaciones del ser humano. Y todas cuentan con un artefacto de hormigón alabeado y bordillos chirriantes en piscinas en perpetua sequía. Se llaman skate pools. Y, desde luego, no están diseñadas para nadar.
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