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Alice Rohrwacher: "La propiedad está en el origen de las guerras y de la violencia"

La directora italiana estrena 'La Quimera', una fábula sobre la propiedad privada, sobre el pasado y el presente, a través de unos ladrones de tumbas que siguen a un zahorí Josh O'Connor y a una Isabella Rossellini doliente

Alice Rohrwacher en el pasado Festival de Cannes (Photo by Andreas Rentz/Getty Images) / Andreas Rentz

Alice Rohrwacher en el pasado Festival de Cannes (Photo by Andreas Rentz/Getty Images)

Madrid

Heredera del mejor cine italiano y de un realismo mágico capaz de mirar a las grandes grietas de nuestro tiempo, la directora italiana, Alice Rochwacher, ha forjado una de las carreras más interesantes del cine europeo, gracias a películas como Cuerpo celeste, Lázaro feliz (mejor guion en Cannes), Las maravillas (Gran Premio del Jurado) o su cortometraje nominado al Oscar, Le Pupille. La suya es una manera bella y emotiva de enfrentarse al sistema: religión, medios de comunicación, explotación laboral y, ahora, el expolio artístico. Esos son los temas de sus películas que tienen capas y capas de significado. Descubrimiento del Festival de Cannes, ahora estrena La Chimera, al tiempo que recoge el premio del Festival D'A en Barcelona, por su forma de enraizar el pasado, el presente y el futuro con un estilo único. "No creo que se pueda encontrar respuestas en las películas que hago, pero tal vez pueda indicar algunas preguntas", nos dice la directora en una entrevista en la SER.

La Chimera es una reflexión sobre el pasado, el peso de éste en nosotros y cómo aprender de lo pretérito, sin mercantilizarlo todo. "Si pienso en mi país, siempre me ha molestado que el pasado se glorifique de una manera superficial o que se acabe destruyendo. Nunca damos un paso adelante. El pasado lo ponemos en un pedestal o lo denostamos todo. En cambio, el pasado podría ser un viaje, podría ser algo más", insiste la directora que nació en un pueblo pequeño de la Toscana. Ahí vivió con su familia, incluida la actriz Alba Rchwacher, que siempre sale en sus películas. Aquí es una vendedora de arte de una Casa de Subastas. "Alba es una referencia, no solo como actriz, también como hermana, es alguien muy especial. Es la primera persona en leer el guion y en decirme todo lo que piensa".

Como en todas sus películas hay varias historias, múltiples personajes y muchas capas de significado. Un joven inglés, perdido en la Toscana, busca a su gran amor, mientras ayuda a un grupo de tombaroli, ladrones de tumbas etruscas que buscan tesoros para malvenderlos con la suerte de que dan con la escultura de una diosa que todo el mundo codicia. Los tombaroli, la palabra más bella para designar a una profesión tan tosca, existieron de verdad, aún existen de hecho. "Durante mi infancia y adolescencia eran habituales en la zona donde vivía. Los hombres iban a cavar de noche y luego se mostraban orgullosos y se peleaban por quién había encontrado esas cosas robadas en los bares. Lo contaban todo. Ese tráfico nocturno me impresionaba mucho", cuenta la directora sobre el origen de la historia.

Para aquella joven Alice, lo sorprendente no eran que robaran piezas y juraran al gato y al ratón con la policía, sino que tuvieran el valor de abrir las tumbas. "Eso me turbaba bastante. Me hizo pensar que cuando uno roba algo que es sagrado, es porque le ha quitado ese valor, no cree en que lo sea, no creen en lo invisible. Poco a poco, ese mundo de los tombarolli se convirtió también en el drama de una generación, que fue la que engendró a la mía, de personas que querían romper con lo sagrado, que querían ser diferentes, que renunciaban al pasado".

La estatua de la diosa, la de la discordia, aparece bajo una central de carbón. "Fuimos a hacer algunas investigaciones sobre el terreno y nos dimos cuenta de que debajo de una central en la costa del Tirreno había mosaicos romanos que salían de las paredes y otros restos arqueológicos. Es solo uno de los millones de ejemplos que hay por toda Italia". La central eléctrica se construyó sobre un lugar sagrado, algo que ocurre en muchas ciudades españolas también. "Pensamos que estos tombaroli son unos criminales que destrozan todo, pero ¿quién ha devastando antes? Quizá lo que devasta todo sea la economía con la idea de explotar siempre hasta el último recurso. Es, sin duda, un tema que conecta mucho con el presente, más que la corrupción, creo que la idea de que estos criminales son solo un engranaje al servicio de toda una organización, un sistema. Ellos se creen aventureros, piensan que son los descubridores del Arca Perdida, pero en realidad son mano de obra".

La directora evita una simple historia de ladrones y policías y ofrece un impresionante fresco de personajes cómicos, dramáticos y pintorescos, una mezcla de Pasolini y Fellini, en una Italia rural y empobrecida, donde la directora se fija en estos ladronzuelos, en un país donde el arte ha sido robado básicamente por la autoridad, no hay más que pasearse por los museos vaticanos. "La propiedad de las cosas es uno de los temas de la película. ¿Pertenecen a todos o a ninguno? ¿A los vivos o a los muertos? Quizás lo que hace Italia sea un camino diferente", dice sobre el personaje de Carol Durante, una madre soltera, que emprende una nueva vida. "No se trata de tomar algo y venderlo, sino de transformarlo, de darle una nueva vida. Es precisamente lo que no son capaces de hacer los tombaroli, coger ese jarrón y darle una utilidad, ellos lo meten de nuevo en el mercado, en el sistema capitalista. La película reflexiona sobre este importante tema, que está en la raíz de tantas guerras, de tanta violencia, que es la propiedad".

El protagonista del filme es el británico Josh O'Connor, al que descubrimos en The Crown. Junto a él, Isabella Rossellini, con el personaje de una mujer que sigue viviendo en una destartalada mansión en medio de la nada, esperando que regrese su hija, la joven enamorada del inglés. "Tenía muchas ganas de trabajar con Isabella Rosellini, que es una mujer a la que admiro mucho, una gran actriz, una gran mujer que ha trabajado bien con su pasado, que está en armonía con él, con su increíble historia", dice sobre la hija de Roberto Rosesellini y de Ingrid Bergman, protagonista de películas como Terciopelo azul. Josh O'Connor fue el primero en llegar. "Ha sido el destino. Escribí una película para un personaje más grande que contaba la historia de un hombre no tan joven, y buscaba mucho a ese actor, tenía claro que tenía que ser un extranjero, pero que no se identificara con ninguna cultura. No encontraba a ninguno y, de repente, Josh me escribió una carta porque había visto Lázaro Feliz. Hablamos y me di cuenta que veía en él este personaje. Decidí reescribir la película para él y fue apareciendo el resto del reparto".

La diosa de La Quimera

La diosa de La Quimera / CEDIDA

La diosa de La Quimera

La diosa de La Quimera / CEDIDA

La directora congela la imagen, acelera, se deleita en el paisaje, en lo sensorial y da la vuelta a la cámara poniendo al inglés boca abajo. Una escritura cercana al realismo mágico, pero donde la base material está siempre en el centro. La poesía al servicio de materialismo histórico, como ocurría en sus anteriores películas. En ellas ha trabajado acompañada de su directora de fotografía, que se ha vuelto imprescindible para ella, Hélène Louvart. "Hicimos la película en dos temporadas, solo para que ella estuviera con nosotros", reconoce. "Es muy importante trabajar con ella, porque es un trabajo filosófico. No es solo hacer una buena película, una imagen bonita, sino que las dos tenemos claro que hay que buscar qué se esconde dentro de la imagen, cuál es nuestra posición ante una escena, donde estamos con respecto a lo que está sucediendo. El pensamiento filosófico sobre la imagen me apasiona", dice esta estudiante de filosofía que se decanta por el celuloide y que cree en el poder de la imagen para cambiar un sistema moral en ruinas.

En esa reflexión sobre cada escena, sobre la distancia con el personaje, aparece también otro de los elementos distintivos de la película, que ya utilizó en su cortometraje nominado al Oscar, Le Pupille. Son las canciones para completar la narración. Dice la directora que nacieron para aumentar la distancia del espectador con el personaje. "Reconozco que es una pretensión extraña, porque generalmente queremos lo contrario, pero esta obsesión por identificarse con el personaje me pone nerviosa y quería crear una distancia con él, que es la misma que tenemos hacia los personajes mitológicos". Si hay una directora que ha sabido unir tradición del cine italiano, realismo mágico y mitología es ella, por lo que en La Quimera tenemos ecos de Homero y su manera de componer los cantos de La Odisea. "Homero cantaba sus aventuras y las insertaba dentro de una dinámica social, de tal manera que la historia individual se convertía en una historia colectiva. Le pedí a un amigo, Valentino Santagati, que también es cantautor, que quería acompañar esta historia con canciones para aquellos momentos en los que la identificación con protagonista era algo excesiva. La narración moderna quiere hacer que vivas desde dentro las cosas, pero yo creo en la visión frontal de las cosas", insiste.

Josh O'Connor bajo la mirada de Alice Rochwacher

Josh O'Connor bajo la mirada de Alice Rochwacher / CEDIDA

Josh O'Connor bajo la mirada de Alice Rochwacher

Josh O'Connor bajo la mirada de Alice Rochwacher / CEDIDA

Una visión frontal que evita dicotomías entre buenos o malos, entre héroes o villanos. Los tombaroli obran mal, pero también los dueños del mercado, que son los que mueven la rueda. Precisamente con esos tombaroli contactaron para preparar el filme, aunque son ya una especie en peligro de extinción. "Teníamos una teoría: hay pocos tombaroli trabajando, porque la ley arqueológica ahora es más dura y porque ahora los jóvenes no tiene los músculos necesarios para cavar lo suficiente como lo hacían los antiguos", bromea Rochwacher que finalmente fichó a dos de ellos como asesores y como actores. "Ya habían cumplido sus penas con la justicia, pero aún así se sienten orgullosos de lo que hicieron y, al final, se convirtieron también en actores, hacen de los malos". Otra recreación histórica era la de encontrar los trofeos etruscos, una civilización de la que se tienen menos certezas que de otras como la romana. La estatua de la diosa fue complicada de realizar, puesto que no había nada en lo que basarse. "Buscábamos algo abstracto y realista a la vez, necesitábamos una diosa del siglo V antes de Cristo y el etruscólogo al que preguntamos nos dijo que no conocía figuras semejantes, que inventáramos". Y así fue. El autor del cartel del filme creó a la diosa, que se convirtió en el mayor tesoro del rodaje. Ahora la escultura no tiene todavía destino. "Si la película va bien, se la ofrezco a la cinemateca de Bolonia, si es un desastre, la pongo bajo tierra", bromeaba.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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