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Pablo Remón convierte a Vania en "un agricultor que podría votar a Vox" con el rostro de Javier Cámara

Pablo Remón propone dos versiones de 'Tío Vania', la obra de Chéjov, en una reflexión sobre la crisis de la mediana edad y la desilusión por la vida, personal y política en la Rusia del siglo XIX y en la España vaciada de hoy

Pocas veces en la cartelera los espectadores encontrarán la posibilidad de ver, de corrido, dos versiones de un clásico del teatro. Dos adaptaciones diferentes que llevan al público a plantearse cuestiones distintas sobre la representación, sobre la vida y sobre el teatro. Es la propuesta que hace Pablo Remón en las Naves del Matadero, en Madrid, con un programa doble que incluye dos maneras de adaptar Tío Vania de Chéjov. "La idea era trabajar sobre una obra muy clásica, muy conocida, una obra que permitiera distintos acercamientos y mirarla desde dos tonos, dos estilos, dos formas de hacer teatro muy diferentes con los mismos actores. Por el gusto también de ver a los mismos actores interpretar los mismos personajes casi en dos registros", decía en la Cadena SER el dramaturgo, que confiesa escribir siempre para determinados actores, aunque luego por circunstancias de la vida no puedan interpretar sus textos. Remón insiste en haber querido hacer una especie de festival de música, una experiencia donde el directo lo es todo, en este mundo dominado por las pantallas.

Israel Elejalde, Marina Salas, Manuela Paso, Marta Nieto, Pablo Remón, Javier Cámara y Juan Codina en 'Vania x Vania' / Vanessa Rábade

Israel Elejalde, Marina Salas, Manuela Paso, Marta Nieto, Pablo Remón, Javier Cámara y Juan Codina en 'Vania x Vania' / Vanessa Rábade

"Lo interesante, cuando ves un clásico, es sacar de ahí qué te resuena a ti ahora. Es decir, no colocarlo en los conflictos socioeconómicos de Rusia de finales del XIX, que nos pueden parecer más lejanos", insiste Remón. "Estamos hablando de personajes donde hay un conflicto entre la ciudad y el campo. Estamos hablando de personajes en un espacio natural muy desierto, donde las distancias son grandes. Lo que yo puedo pensar aquí, con lo que yo conecto, lo que yo conozco es la España vaciada, o sea la Castilla de ese tedio, ese aburrimiento. Eso me llevaba a pensar, pues en esa Castilla, las fiestas de los pueblos, las distancias, los médicos rurales, las reservas, todo eso".

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Javier Cámara es Vania en una y en otra versión. Un hombre que ha pasado ya los cincuenta y que tiene una crisis vital y existencial. Está sano, pero no es joven. Ha vivido, pero no como le gustaría, está amargado y a la vez no le han pasado grandes tragedias. Es quizá la vida del español medio. "A mí me interpela cada una de estas frases. Yo tengo que hacer a veces esfuerzos para no emocionarme todo el tiempo. Creo que cuando estás sensible, cuando te han pasado cosas, esta función te viene como cuando a ti te ha pasado la vida por encima varias veces y te has levantado", decía el actor. También es la tragedia del resto de personajes. La de esa mujer que ha dedicado su vida a la casa y a los trabajos domésticos. La de esa hija responsable que trabaja mucho para salir adelante. La de ese médico que se cree mejor persona de lo que es y que moja en alcohol sus hazañas no conseguidas. También los de esa pareja, compuesta por un escritor o intelectual y una mujer joven, bella y ociosa. Vienen de la ciudad a una casa de campo, que da igual que esté en la Rusia del siglo XIX o en la Castilla de 2023. El campo siempre tendrá una tensión irremediable para con la ciudad. "Yo tengo últimamente la reflexión constante de cómo se vive. Hemos trabajado la insatisfacción y el darte cuenta de que te has equivocado en la vida y no has hecho lo que querías hacer y has tomado un camino equivocado, erróneo. ¿Y ahora que puedes hacer? Creo que yo no sé vivir todavía", decía Marta Nieto.

Juan Codina, Manuela Paso y Marina Salas completan el reparto de ambas funciones. En la primera, encontramos a un Chéjov austero, desnudo, esencial. Un acercamiento minimalista al texto y a la interpretación. Es todo palabra y acción de los actores, en una sala de ensayos, sin escenografía, vestidos de calle, solo seis sillas y los actores interpretando. En la segunda, los espectadores se adentran en una sala más grande, el escenario está dividido en dos localizaciones, la de una dacha en la Rusia en el siglo XIX y la de una casa en la España vaciada en la Castilla del siglo XXI, en nuestros días. Hay cambios de vestuario, los actores saltan de una a otra en un juego teatral que acaba confundiendo tiempos y escenarios para reivindicar el poder de los clásicos para seguir hablando de nosotros y de las grandes cuestiones del alma. "En esta segunda versión, pensaba que Vania sería un tío que estaría ahí en la Mancha, en el pueblo, en la finca, amargado, cabreado con la Unión Europea, que votaría Vox probablemente. Y entonces pensé, ¡pero este tío se puede enamorar también! La gente que vota a VOX se enamora también, supongo", decía Remón.

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Vania x Vania no es una obra sobre el amor, aunque el amor es el que parece que lo mueve todo. Es una obra sobre el tedio, sobre la crisis de la mediana edad. Después de la adolescencia, es esta la etapa donde más crisis y transformaciones se producen. A los 40 o a los 50, que dicen que ellos llevan peor los 50 que ellas, se produce una crisis de identidad. ¿Quién era y quién soy?, se preguntan los personajes que afrontan la desilusión en la vida, la personal y la política. Remón acaba, en esta última parte, proponiendo también una mirada a la desilusión con la política de un país, con la Transición y, sobre todo, con los intelectuales.

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Ane Oscariz y Carlos Ródenas son los técnicos de vídeo y sonido que han hecho posible esta entrevista.

 
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