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Berlinale 2024 | Scorsese anima a no ser esclavos de la tecnología y apostar por la voz individual

El director de cine recibe este martes el Oso de Honor de la Berlinale a su trayectoria

Martin Scorsese / CLEMENS BILAN (EFE)

Martin Scorsese

Berlín

La Berlinale se rinde a una leyenda en vida, un neoyorquino militante que descubrió al cineasta francés Jean Renoir a los diez años y con él un mundo al que se aferró con devoción.

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"No teníamos libros en casa", se justifica Martin Scorsese (81 años), quien recibe esta noche el Oso de Honor a su brillante carrera. Pocos pueden presumir de una obra que abarca casi seis décadas y más de cuarenta películas, de seguir siendo un referente que podría hacer historia en los próximos Oscar. Su último trabajo, Los asesinos de la luna llena, tiene posibilidades en diez categorías, incluidas dirección y mejor película: "Supongo que el ego nunca lo pierdes del todo, aunque lo intentas porque a veces se interpone en tu camino".

Scorsese se muestra cercano y encantador en una rueda de prensa abarrotada como pocas y escoltado por el director del festival, Carlo Chatrian, algo inusual en un certamen de pocas formalidades. El realizador reivindica el cine como una "experiencia comunitaria" y los festivales como la ventana al mundo para acercarse "a movimientos de otros países", porque "el mundo se expresa en cine y también da lecciones de historia o culturales".

Las nuevas tecnologías y el streaming han cambiado ahora de forma "rápida y exhaustiva" el trabajo de los cineastas. "Lo único a lo que realmente pueden aferrarse los nuevos directores es a la voz individual". Recomienda "que puede expresarse en TikTok o en una película de cuatro horas o en una miniserie de dos horas". Frente a quienes auguran la muerte del cine por las nuevas tecnologías, Scorsese prefiere “controlarlas y orientarlas en la dirección correcta”, no convertirse en su "esclavo". "La dirección correcta proviene de la voz individual y no de algo que simplemente se consume y se desecha", argumenta el octogenario realizador, padre de éxitos como Taxi Driver, Shutter Island o El irlandés.

Desde la perspectiva de Scorsese, las películas nos impactan y crecen con nosotros a lo largo de la vida: "Es como escuchar una sinfonía de Beethoven. Cambia cada vez". "No sabemos por qué nos conmueve una película cuando la volvemos a ver al pasar diez o veinte años, tal vez por lo que tiene que decirnos como seres humanos", añade.

Una película sobre Jesucristo

Lejos de pensar en la jubilación, el cineasta quiere antes hacer una película sobre Jesucristo, temática a la que ya se aproximó en su debut cinematográfico Quién llama a mi puerta, pero también en La última tentación de Cristo y Silence. Su fascinación por la fe le viene de lejos, no en vano su primera ambición fue convertirse en sacerdote. Abandonó el colegio jesuita y empezó a estudiar cine en la Universidad de Nueva York. A finales de enero se ha entrevistado con el Papa Francisco y han hablado sobre el asunto. "En un momento me pidió que habláramos sobre las corrientes de pensamiento sobre la esencia del cristianismo, y siempre estoy interesado en eso", confiesa. Admite no estar muy seguro del tipo de película que será, pero busca que sea "algo único y diferente, que pueda invitar a la reflexión y espero que también sea entretenido".

Un periodista le pide que le permita improvisar brevemente una escena con Jack Nicholson porque realmente se le da bien. Pese a lo surrealista del momento, Scorsese acepta y el periodista imita esa forma de hablar de Nicholson. "Así es", le contesta divertido. Otra le pregunta que quién es Martin Scorsese. "Un misterio", responde con coquetería.

Desde su debut cinematográfico en 1967 nada se le ha resistido en su prolífica carrera con películas animadas, dramas religiosos o epopeyas criminales con títulos como El cabo del miedo, La edad de la inocencia o Gansters de Nueva York. La Berlinale le reconoce como un maestro "que ha revolucionado el medio y a sí mismo con cada nueva película" en una ceremonia en la que se proyecta Infiltrados, con Matt Damon y Leonardo Di Caprio, con la que ganó el Oscar a mejor película.

 
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