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Mónica Ojeda: "Salir de fiesta es también un acto político, música, baile y goce en medio de tanta muerte"

La escritora ecuatoriana acaba de publicar 'Chamanes eléctricos en la fiesta del sol', una celebración de la vida y la juventud en un contexto de tanta muerte, dolor y violencia. Una novela vibrante sobre la capacidad de imaginar un mundo mejor

Mónica Ojeda: "Salir de fiesta es también un acto político, música, baile y goce en medio de tanta muerte"

Mónica Ojeda: "Salir de fiesta es también un acto político, música, baile y goce en medio de tanta muerte"

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Mónica Ojeda nació en Guayaquil, Ecuador, en 1988. Ha escrito novelas, poemarios y cuentos. Es una de las voces literarias más relevantes de Latinoamérica para el Hay Festival, entre otros, aunque su escritura trasciende fronteras. Ojeda acaba de publicar con Random House Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, una novela vibrante, muy musical en el fondo y en la forma en la que está escrita, recogiendo la cultura latinoamericana y la andina en particular. Chamanes eléctricos en la fiesta del sol nos sitúa en el año 5540 del calendario andino. Noa y su mejor amiga, Nicole, escapan de la violencia de su ciudad, Guayaquil, para asistir al Ruido Solar, un macrofestival a los pies de un volcán de los Andes.

Hace unos días hablábamos con un escritor español, José Ovejero, que acaba de publicar una novela titulada Vibración, en la que los vivos del presente perciben vibraciones de los fantasmas del pasado, de sus muertos. Y Ovejero, que ha profundizado en esto de la vibración, escribía que primero fue la vibración, no el verbo. Chamanes eléctricos en la fiesta del sol recoge también ese espíritu, esas vibraciones. "En un principio era el verbo y el verbo estaba con el padre, y el verbo era el padre", escribe Ojeda y más adelante: "la vibración del pecho es el primer sonido de la creación, como el OM del hinduismo, [...] voces que flotan como fantasmas".

Cubierta &#039;Chamanes eléctricos en la fiesta del sol&#039;, de Mónica Ojeda

Cubierta 'Chamanes eléctricos en la fiesta del sol', de Mónica Ojeda / Random House

Cubierta &#039;Chamanes eléctricos en la fiesta del sol&#039;, de Mónica Ojeda

Cubierta 'Chamanes eléctricos en la fiesta del sol', de Mónica Ojeda / Random House

¿Es la vibración, la música, el origen de todo, antes que el verbo?

Absolutamente. Hay un escritor que me encanta, se llama Ramón Andrés, tiene varios libros sobre la música y en uno de ellos dice que primero fue el sonido. Eso me parece maravilloso, no fue primero el Verbo, no fue primero el logos, primero fue el mito, porque el mito justamente se alimenta de lo incognoscible y los sonidos te dan una sensación física de lo incognoscible, te despiertan ese cuerpo vibrátil, ese cuerpo que vibra y que a veces no sabes por qué, no hay una razón de sentido común. Cuando un ritmo se te encarna y de repente te levanta los vellos de la piel, ¿por qué esta canción y la otra no? ¿Por qué este canto y el otro no? No hay una razón del sentido común. Es una razón poética, cuando de repente te habita un ritmo, una canción o una música. Y hay algo fantasmático, como tú mencionabas, porque el sonido y la música a veces puedes ver de dónde viene, pero otras veces no ves de dónde viene. A veces es una música que llega de lejos o un sonido que llega de otra parte y hay algo incorpóreo en el sonido que evoca lo corpóreo. Y en esa distancia de evocación hay mucha imaginación .

¿Es la música el lenguaje más universal y es la música menos temerosa que la literatura? "Allí donde las palabras temen, el canto se eleva", escribes.

Sí, absolutamente. Esto también recuerdo haberlo pensado en esta dicotomía de mitos y logos mientras estaba escribiendo, porque el logos se aferra al sentido, a la razón, se aferra a hacer de todo un relato que tenga orden, que tenga estructura, su momento climático, su final. Nos contamos la vida en forma de relato, queremos que todo tenga sentido. Hambre de sentido es lo que tiene el hombre. Pero la música y los sonidos lo único que son es pura sensorialidad descolocada, indomesticada. Y hay algo de lo indomesticado, de lo que no hace sentido en cuanto al significado, pero si hace los sentidos, en tanto que despierta la corporeidad, que tiene que ver con algo mucho más salvaje e indómito que es el hacer la vida. La vida es algo que está por fuera del relato, en realidad es inaprensible, nosotros nos lo contamos en forma estructurada, pero en realidad no tiene estructura. Me encanta esa cosa salvaje de la música.

Tenemos hambre de sentido, dices, y hambre de hermosura, escribes. "Hay una cosa que jamás dejará de ser cierta y es que la gente sufre y busca la hermosura. Somos adictos a la hermosura". "Hay que decirle al mundo que está bien sufrir, y que si no sufriéramos ninguna cosa nos emocionaría, ni siquiera la música". ¿Somos adictos al sufrimiento?, ¿se escribe y se compone mejor desde el dolor?

Es que no hay goce sin dolor y no hay dolor sin goce. Es un poco esta cuestión de lo efímero, de lo frágil. Nosotros, de una u otra manera, queremos las cosas porque son frágiles y porque son efímeras, nos amamos rabiosamente entre nosotros porque vamos a morir, ¿no? Si no fuéramos a morir, igual no nos amaríamos tanto. Entonces hay algo de el saber que nada es perenne y por eso es precioso, porque solo tiene un momento, un segundo. Esa parte delicada a mí me llama profundamente en la literatura, además de las relaciones interpersonales y del arte, porque el arte también es efímero. A veces nos da por pensar que es eterno y que la literatura es eterna, pero no, también es efímero, como un canto, y de ahí viene la literatura, de los cantos.

Antes de la vibración, de la música o del verbo, había silencio. "El silencio es solo una pausa. Lo que viene después es por fuerza violento". Las protagonistas de esta historia tienen la urgencia de huir lejos, dejar atrás la violencia de su ciudad: revueltas, el miedo a los narcos, a los militares, a los policías, autodefensas barriales, pobreza, impunidad, indiferencia, erupciones volcánicas, terremotos, inundaciones. ¿Es imposible vivir hoy en Ecuador, como dice Mariana? ¿Cómo ha marcado tu escritura esta violencia y la huida de tu país?

Mi escritura mucho. Yo no creo que es imposible vivir en Ecuador, pero es muy difícil, es muy doloroso y yo creo que de ahí sale el espíritu que me movió escribir la novela. Porque tengo a toda mi familia ahí y a muchos de mis amigos de toda la vida. Y además, cada vez que pensaba en ellos, había como una idea que venía recurrentemente a mi cabeza, que era la de hacer la fiesta en medio del duelo. Porque tengo amigos jóvenes allí, de mi edad o más pequeños incluso que yo, y cada vez que hablábamos y teníamos que hablar de muertos, de balaceras y de gente desaparecida, también hablábamos de las fiestas que armaban. Y yo les decía, ¿pero qué significa hacer la fiesta? Porque hay una cosa muy política allí, ¿qué significa hacer la fiesta, hacer el baile, hacer la música, hacer la poesía en medio de tanta muerte? Y siempre llegamos a la misma a la misma conclusión: esto es hacer la vida, es tratar de reivindicar la vida por encima de la muerte, por encima del miedo que quiere que tu cuerpo esté paralizado en una esquina, que no imagines un futuro. Como personas jóvenes, te quieren arrancar el futuro. Porque si tú no puedes imaginar un lugar en donde la muerte no sea la constante, lo que hacen es arrebatarte la posibilidad de futuro y por lo tanto la juventud. Ahí hay una intensidad que yo quería trabajar en la novela. Estos jóvenes suben al festival en realidad a buscar cómo levantar su juventud por encima de todo. Decir somos jóvenes y queremos ser jóvenes, eso significa que quiero imaginar un futuro y necesito poder imaginar un futuro. Pero para poder hacerlo, necesito hacer la fiesta en medio del duelo.

¿Se puede escapar del horror?, ¿se puede huir como pretenden estas jóvenes en la novela? Porque al final la violencia está en todas partes, no solo en las ciudades, también en la naturaleza. ¿Hay que aprender a convivir con la violencia?

Es que la violencia es parte de la vida. Tenía muy claro, cuando empecé a escribir la novela, que no quería generar ese discurso naif sobre la ciudad como el lugar de la violencia y la naturaleza el lugar de la paz. Un poco roussoniano todo, del buen salvaje, ¿no? No es así, la naturaleza también es hostil, pero también es bellísima y a veces es benigna. Es esa la complejidad de la existencia, que lo mismo que te hace llorar de belleza, te hace llorar de muerte también. Eso es la vida, la experiencia de vivir. Entonces me parece importante entender que cuando ellas huyen de las ciudades para ir al Ruido Solar, sí está esa parte de la huida, de la escapada, pero también paradójicamente está otra cosa, que es lo contrario a la huida, es el hacer una presencia. Ellas en la ciudad estaban temerosas y en realidad no estaban presentes, porque uno nunca está presente cuando tiene miedo, está como esquinado, flotando, casi etéreo, porque estás demasiado tembloroso. Y para estar presente tienes que poner el cuerpo realmente conectado con la tierra y realmente conectado con tu voz y con tus ganas de vivir. Eso es hacer la fiesta, hacer la fiesta es estar más vivo que nunca. Cuando tú te vas a una discoteca, la gente piensa que vas a olvidarte de tus problemas y no. Vas a reivindicar un poco la vida en medio de los problemas y eso es algo político. Ahí hay algo de la revuelta del cuerpo, de la rebelión. Y yo me pregunto cómo hacemos para reivindicar el gozo en la rebelión, porque es muy importante reivindicarlo, que no pensemos que la rebelión siempre es solamente estar enfadado o solo estar tristes, sufriendo por todo. Hagamos de la rebelión un lugar de gozo y así quizás vamos a hacer más cambios, porque si no, todo el mundo quiere huir del dolor, ¿no?

Una celebración de la carne entre la violencia del deseo y la violencia de la guerra

Has dejado Ecuador para venir a España, pero España te sigue pareciendo también un país violento, por cómo tratamos a la inmigración, por las leyes que tenemos, por la desigualdad social y la desigualdad entre el hombre y la mujer, que es un poco también lo que recoges en la novela, cómo esa violencia mata a los hombres, también a las mujeres, pero a ellas primero las violan.

Absolutamente, yo además puedo hablar desde la experiencia de migrante, estuve tres años aquí sin papeles tratando de conseguirlos, pasando por humillaciones y situaciones de desamparo absoluto. Afortunadamente pude hacer una comunidad de amigos aquí, de todas partes del mundo, pero también de España. Amigos que fueron mi familia. Pero las leyes de este país, con respecto a la migración y estamos hablando de algo institucional, son criminales, provocan la muerte de gente y ya no estoy hablando de mi caso especialmente, sino de todos los muertos en el Mediterráneo por el manejo de las fronteras. La manera en la que la Unión Europea además se lucra con el tema de la migración a través de Frontex. Y creo que el debate está todavía muy verde aquí, muy inmaduro porque creo que todavía, como sociedad, no nos estamos ofendiendo ni nos estamos condoliendo lo suficiente con las migraciones y con los migrantes, solo con algunos migrantes, no con los del sur global.

Mónica Ojeda

Mónica Ojeda / Jairo Vargas Martín

Mónica Ojeda

Mónica Ojeda / Jairo Vargas Martín

"No sé si la ira está en los genes, no sé si está en el cerebro o en el corazón, solo sé que es una condena". ¿Es la violencia una condena que se hereda?, ¿está en nuestros genes?

Yo creo que es histórica, está en los genes de la historia. Una hereda la rabia y el dolor de su padre, de su madre y de su abuela. A veces quieres escapar del sino, del destino, a veces lo consigues, pero es verdad que las personas que te que te crían, te crían con todas sus emociones, con todas sus experiencias y ahí viene la herencia. Los dolores de mi madre terminan siendo los míos, uno difícilmente escapa de eso y lo que no puedes hacer no es escapar, sino quizás reformularlo, quizás hacer algo con el dolor, quizás hacer algo con la rabia, distinto a lo que hizo tu madre y tu padre, distinto a lo que hizo tu abuela. Me parece que está interesante esa parte, porque eso nos hace conectarnos con los muertos, ahí está otra vez esa cosa del fantasma y del muerto. Los muertos nunca están muertos, nos habitan todo el tiempo en nuestra personalidad, en nuestra forma de ser, en nuestras canciones, en nuestros libros. Hay algo de lo ancestral y de lo que está atrás de nosotros que está más vivo que nunca.

"Los monstruos de mi madre son los monstruos de mi hija", dice el padre de Noa. "Nuestras madres apenas podían mirarnos porque les recordábamos lo que no había salido bien", dicen Noa y Nicole. La protagonista va al reencuentro con su padre, que la abandonó de niña. "Lo que me une a mi hija es la culpa de no haber sido su padre. La culpa de sentirme mejor lejos de ella, menos torpe, menos inútil", reconoce el padre. Es el diario también de otra huida, la de la paternidad y los montruos familiares. ¿Se puede huir de la familia y podemos comprender a este progenitor?

Yo creo que se huye de la fisicidad de la familia, pero no huyes de la herida que te deja psicológicamente. Yo al padre que abandona en esta novela a su hija, lo compadezco, no lo juzgo. Me produce compasión porque además, me parece que él quisiera ser mejor hombre de lo que es. Tiene como un deseo de querer, quiere quererla, pero es que no lo siente. Y es verdad que la novela gira en un contexto de violencia social, pero también está presente el dolor de la búsqueda de un refugio que no encuentras en los personajes. Y eso ya no tiene que ver con la situación social, tiene que ver con las relaciones interpersonales. Hay amigas que se necesitan en esta novela, hay parejas que se quieren mucho y luego está este personaje que va a buscar al padre que la abandonó, como si el origen le pudiera dar un presagio de lo que le va a pasar. El padre no le puede presagiar nada porque no siente nada por ella, pero lo intenta e intenta por lo menos ser respetuoso con esa búsqueda que ella tiene. Y ella acaba encontrando otro tipo de origen que no es el origen paterno, sino el origen de la música y del arte, que lo encuentra, además, a través de una abuela que no conoció. Me interesaba tratar de no ser categórica con las salidas, mostrar cómo una salida puede estar cerrada en esta línea de la historia, pero luego puedes encontrar otro origen, no todo el origen es una pared cerrada.

&#039;Amadora&#039; de Tulsa, un homenaje a nuestras madres y a las herencias que nos transmiten

La poesía es el único espacio en donde todo puede mezclarse, escribes: historia, ciencia, fe, astronomía, espeleología, arte y guerra. Es un lenguaje muy poético el tuyo, también violento en el sentido de que tiene fuerza, pero ¿cómo trabajas ese lenguaje para que no le resulte tan violento al lector?

Yo trabajo mucho con la fascinación y también con la decisión ética de poner mi propio lenguaje en una situación de riesgo. Me gusta que la escritura posibilite una exploración, en donde mi lenguaje en algún momento se rompa y se abra a algo que quizás desconozco. Por lo tanto, mientras estoy escribiendo, estoy fascinada, emocionada, entusiasmada con todo lo que estoy escribiendo y a la vez conmovida, con la piel muy fina, me permite condolerme o incluso hasta encarnar pesadillas también, pero sentir mucha compasión por mis personajes. Y en cuanto al proceso de escritura, es estar leyendo cosas que tienen que ver con este mundo y de repente ir hilando cosas. Si empiezo a hablar sobre música, de repente me lleva a la astronomía, por qué pensaba Kepler en la música de las esferas. Y de repente la astronomía me lleva otra vez a la Tierra, porque los meteoritos caen en la Tierra. Y luego la Tierra me lleva al baile, porque los pies bailan sobre esta tierra. Y así empiezo a leer muchísimas cosas, a ver películas, a imbuirme totalmente en este mundo y me emociono, así que me sale una escritura emocionada.

A propósito del lenguaje, utilizas el lenguaje inclusivo, una de los personajes dice hije y elle. Para algunos intelectuales y para la Real Academia de la Lengua Española, en fomentar un lenguaje inclusivo o no sexista "hay un deseo implícito de acrecentar la distancia, ya considerable en la actualidad, entre el universo oficial y el mundo real". "No se apoya la igualdad pidiendo a los ciudadanos que hagan constantes equilibrios sintácticos, morfológicos y léxicos ni se es más democrático", han comunicado en una nota.

Nota de la Real Academia Española sobre las «Recomendaciones para un uso no sexista del lenguaje en la Administración parlamentaria»

Hay quien considera que esto es decadencia cultural, que degenera el lenguaje, que es una moda pasajera... ¿Qué opinión tienes tú?

Creo que a veces las personas son muy conservadoras con la palabra y eso da cuenta de lo conservadores que son con su propio cuerpo y con su propia vida. Hay que experimentar más, hay que abrirse más a las posibilidades. A mí me gustó mucho utilizar ese lenguaje inclusivo en el personaje de Pam, que está embarazada, está en el festival y no quiere tener a su hije, pero está en el festival, quiere seguir en el concierto y dice 'ya lo solucionaré después'. Ella no sabe si es chico, chica, no sabe qué es y le llama hije, le llama de muchas maneras distintas. Y me gustó porque hacía sentido, porque sonoramente me venía bien en el texto. Muchos de los puristas con el lenguaje dicen que suena fatal y yo digo que nada suena fatal si lo trabajas. La palabra es música siempre, hije también es música, también tiene un sonido, combínalo con otra cosa y suena bien. O sea, esto para mí es pura rigidez.

A propósito de la rigidez del lenguaje te quería preguntar por la palabra zorra. En la novela mencionas una niña-zorro. Viviendo en España, imagino que estarás al tanto del debate que hay con la canción que va a representarnos en Eurovisión, Zorra. Una resignificación del insulto zorra, dirigido a las mujeres, que me ha recordado a tu último libro de cuentos, Las voladoras, donde precisamente las mujeres se adueñaban, se apropiaban de esos insultos, como bruja, para resignificarlos, para empoderarse y devolvérselos a los hombres que las insultan.

Hay un texto de una escritora argentina, Luisa Valenzuela, que se llama La mala palabra y lo publicó en los años 80. Ella habla sobre cómo siente que a las mujeres eternamente, sobre todo en Latinoamérica, sobre todo a las mujeres de cierto estatus social, se les ha prohibido el uso de la mala palabra, porque es poco femenino o porque es peligroso. Tú tienes que hablar comedidamente, tienes que utilizar estas palabras. Yo creo, como escritora, que no le podemos tener miedo a las palabras. Tenerle miedo a las palabras es tenerle miedo a las ideas también. Y a las ideas no hay que tenerles miedo, lo que hay que hacer es pensarlas y modularlas. Yo no he escuchado la canción el tema de Eurovisión, te lo juro, he estado en mi onda y he escuchado de refilón algo de la polémica, pero no la conozco profundidad. Lo que puedo decir es que yo no le tengo miedo a la palabra zorra y no deberíamos tenérselo, porque el miedo que le tenemos a la palabra zorra, da cuenta más de cómo la concebimos nosotros, de lo que la propia palabra dice.

 
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