Lo razonable y lo excesivo

Madrid

Entre lo razonable y lo excesivo a veces hay la distancia de un papel de fumar. Parecía excesivo levantar todo el campo, asediar las ciudades e interrumpir todo el tráfico con los tractores, como se hizo en Francia. La protesta ha huido de este exceso, y se ha desarrollado dentro de límites razonables: espectaculares, pero sensatos. Al menos así lo eran esta tarde en Barcelona.

En su traducción política parecen excesivas las campanadas de la derecha y de la ultraderecha, como si el mundo se hundiese, y Bruselas, el Gobierno y cualquiera que no fuesen ellos tuviesen la culpa de todo, incluso del precio del kilovatio (que sigue bajando) o de la sequía (que ni siquiera el inminente frente frío arreglará).

Parece razonable, en cambio, reforzar los controles sobre la cadena alimentaria: para que los agricultores no trabajen a pérdidas; o simplificar la burocracia, siempre que eso no suponga descontrol en las ayudas.

Más insidiosa es la cuestión de la competencia desleal. Cuidado con la xenofobia de la hortaliza. Cuidado con que la necesaria y equitativa protección a los de casa no se convierta en miserable proteccionismo contra los de fuera. El tomate marroquí se vende en Europa, no porque no esté sometido a controles. Si no porque, lo siento, lo he comprobado personalmente muchos años, sus comerciantes son más hábiles y tesoneros que los homólogos españoles. En el mercado del Midi, la estrella de los grandes mercadillos de Bruselas, se puede verificar fácilmente. Los magrebíes se lo trabajan muy bien. Mejor incluso que los italianos. Los comerciantes españoles que vendan productos españoles apenas comparecen. Sin estar, no se vende.